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CRÓNICA

Aznar, impasible el ademán

Aznar sale del hotel donde se celebró el Campus FAES.

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Al caballero de la figura enjuta ya no le vale con escuchar a Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso invocar la amenaza permanente a España que suponen los planes de la izquierda y las negociaciones con Junts sobre la amnistía a los encausados del procés. Esos jovenzuelos que dirigen los destinos del Partido Popular no están a la altura de José María Aznar y de su estatura como defensor de la libertad, el capitalismo y todas esas cosas que no se pueden cuestionar.

Aznar tenía que intervenir el martes en la inauguración de unas jornadas de la FAES llamadas “Europa en transformación” y dedicadas a asuntos de política internacional. Pero Europa y el mundo podían esperar. Él tenía otras cosas más importantes de las que ocuparse. España demandaba su ayuda. ¿Cómo vas a ir a la guerra –por civil que sea– con el estilo blandengue de Feijóo o la mirada zigzagueante de Ayuso? Necesitas al que se codeó con George Bush en la Casa Blanca, no a unos minions que no han estado nunca en las Azores.

Impasible el ademán, el expresidente pintó un panorama tétrico. Alertó sobre la defunción de España y, por tanto, exigió una respuesta en la calle a la altura de los riesgos. “Son tiempos dramáticos porque existe un riesgo cierto existencial para la continuidad de España como nación”, dijo. La ruptura de España y de sus instituciones, que la derecha lleva anunciando de forma reiterada desde hace una década, vuelve a cernirse sobre todos.

¿Hasta qué punto reclamó Aznar una especie de insurrección general contra el enemigo? Afirmó que “nadie puede quedarse al margen” en esta misión. Es lógico que pida refuerzos. Si la cosa es tan grave, no se va a solucionar con ruedas de prensa de Cuca Gamarra. “Creo que España acumula energía cívica, institucionalidad y masa crítica nacional para impedir que este proyecto de disolución nacional se consume”, continuó. Es difícil saber qué quiere decir con eso de “masa crítica nacional” si antes había mencionado la energía. Hay que confiar en que no esté pensando en una reacción en cadena nuclear.

Hace menos de dos meses, se celebraron elecciones generales y los españoles se pronunciaron con su voto. No dieron la mayoría a ningún partido y ofrecieron un resultado que obliga a firmar pactos entre fuerzas muy distintas, que quizá no sean posibles. Esa es la primera legitimidad, no la única, que cuenta en una democracia.

Lo que ocurre es que Aznar no cree que los partidos que han gobernado España desde los anteriores comicios sean legítimos por muchos votos que hayan recibido. En este discurso, los coloca al mismo nivel que el terrorismo y ETA.

“Hay que decir de nuevo ¡basta ya! (el grito contra ETA desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco). España no puede volver y no va a volver a un sistema basado en la exclusión, en el sectarismo ni en la destrucción programada de la nación”, dijo.

De inmediato, dejó claro que estaba pensando en los años de lucha contra ETA, no vaya a ser que alguien se despistara: “No será la primera vez que la fortaleza de la sociedad española se pone a prueba. La involución, el terrorismo, la sedición han querido frustrar nuestra voluntad de convivencia”.

Algunos se sintieron muy excitados por las palabras de Aznar. Tanto como para titular en El Confidencial “Aznar llama a una rebelión 'nacional' contra la amnistía como la que surgió contra ETA”. Resultaba curioso que el expresidente pidiera una rebelión, el delito que cometieron los independentistas, según la derecha, y que la sentencia del procés dejó en sedición. Aznar no había utilizado esa palabra. Un tiempo después, la rebelión de ese titular pasó a ser movilización, que queda menos dramático.

Larga vida al Espíritu de Ermua, esta vez no contra la organización terrorista autora del asesinato de cerca de 900 personas, sino contra los partidos democráticos que sostuvieron al anterior Gobierno y que ahora negocian para que siga existiendo. Por tanto, el espíritu está al servicio de los intereses del PP y Vox. De exprimir los crímenes de ETA en beneficio propio se ha visto mucho en los últimos años. En las elecciones de mayo, el PP creyó que había encontrado el arma perfecta invocando el nombre de Txapote, lo que no le funcionó igual en julio.

En todo caso, no parece exagerado deducir que esa movilización a la que aspira Aznar incluye manifestaciones en la calle, como las que tuvieron lugar en la plaza de Colón con el apoyo del PP, Vox y Ciudadanos. Ninguna de esas concentraciones sirvió para echar a la izquierda del Gobierno, porque a fin de cuentas las manifestaciones no suelen derribar gobiernos.

Nada moviliza más a la izquierda que Aznar lanzando exabruptos contra el Gobierno de Sánchez. Es como una vuelta al pasado reciente, a los cuatro días de marzo de 2004. Es un villano al que sólo le falta tener su inmenso refugio en un volcán.

El Gobierno no iba a dejar pasar la oportunidad de responderle. Su portavoz, Isabel Rodríguez, lo denunció por sus “comportamientos antidemocráticos y golpistas”. “¿Qué sería lo siguiente? ¿La llamada a un alzamiento?”. No tenga prisa, ministra, deje algo para las próximas semanas.

Todo esto sucede cuando está pendiente que Núñez Feijóo se presente ante el Congreso para solicitar su investidura como presidente del Gobierno. El espectáculo de esos dos días será básicamente teatral, no porque no cuente con los votos necesarios, sino porque el PP ya está ejerciendo la oposición –como si Pedro Sánchez ya hubiera sido reelegido– y además con el estilo que promete para la siguiente legislatura.

El ruido y furia de costumbre. Exactamente lo mismo que en la anterior.

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