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Casado en silencio y sándwiches del Rodilla: las nueve horas en que la dirección abandonó al líder del PP

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, en una fotografía de archivo.

Gonzalo Cortizo

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Durante nueve horas de una reunión que no se interrumpió ni para comer Pablo Casado apenas habló. Lo relatan a elDiario.es integrantes de su equipo de máxima confianza, 12 personas, el comité de dirección que el líder configuró a su medida y que este lunes en una reunión que se pensaba rutinaria le dio la espalda y le enseñó el camino de salida.

El encuentro, agendado para las 11 de la mañana de este lunes, se prolongó hasta casi la hora de la cena. Durante esa larga jornada desde el núcleo de confianza del líder del PP se encadenaron una tras otra incontables intervenciones en las que pedían a su líder una única cosa: que convocase a la Junta Directiva Nacional para activar el mecanismo de un congreso extraordinario que abriera paso a un nuevo liderazgo.

Casado apenas tomó la palabra en la reunión, según el relato de varios testigos, y las pocas veces que abrió la boca fue para decir que estaban siendo injustos con él y reivindicar que su intención estos días con sus intervenciones sobre el polémico contrato del hermano de Ayuso solo ha sido luchar por la honorabilidad del Partido Popular. El argumento no convenció a sus interlocutores. Entre los más duros, las exministras Elvira Rodríguez y Ana Pastor. Esta última llegó a pedir al resto de sus compañeros que nadie se levantara de la silla hasta obtener el resultado que habían ido a buscar: que se hiciese a un lado y propiciase una transición tranquila a un cambio de liderazgo. Hacia las ocho de la tarde el líder del PP dio su brazo a torcer y aceptó convocar la Junta Directiva, el máximo órgano del partido entre congresos, y abrir el camino al relevo. Este martes Casado asumió que esa reunión desembocaría en un congreso extraordinario.

Durante las tensas horas del lunes, el número dos del partido, Teodoro García Egea, salió de la sala a mitad de reunión para emprender, desde su despacho, una ronda de llamadas a diversos líderes regionales y pedir su apoyo. Para entonces, Egea ya sabía que iba a ser muy difícil no ceder a la reclamación de una Junta Directiva donde, si dos tercios así lo deciden, se da paso automático al congreso extraordinario que está esperando Alberto Núñez Feijóo. Era el momento de hacer recuento de los apoyos entre las más de 400 personas que componen la Junta Directiva Nacional, entre senadores, diputados, presidentes autonómicos, dirigentes de Nuevas Generaciones, eurodiputados, representantes del partido en el extranjero... Casado aún no había dicho esta boca es mía y en los turnos de palabra los reproches seguían sucediéndose uno tras otro sobre la actuación del partido en la última semana.

El comité de dirección que dio la espalda a Casado está formado por Teodoro García Egea, Andrea Levy, Dolors Montserrat, Javier Maroto, Pablo Montesinos, Cuca Gamarra, Antonio González Terol, Jaime de Olano y Ana Beltrán, además de las dos exministras antes mencionadas y del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que no asistió a la cita. Como relata uno de los presentes fueron convocados como “primer muro de contención” frente a Feijóo, Moreno Bonilla y Ayuso, pero su papel acabó convirtiéndose en lo contrario: el primero de los barrancos por los que Casado se está precipitando en estas horas convulsas.

El malestar del núcleo duro de Casado se hizo patente en muchos turnos de palabra. Varios integrantes recriminaron al líder del PP y a Egea que se les hubiera tenido al margen durante los cinco meses que estuvieron investigando la concesión del contrato de Ayuso del que su hermano cobró al menos 55.000 euros. Y sobre todo se le echó en cara la entrevista que concedió a COPE el viernes pasado y en la que dijo palabras como “tráfico de influencias” o “testaferro”. Solo un día antes de esas declaraciones en la radio, el pasado jueves 17, el mismo comité de dirección se reunió fuera de agenda y sus colaboradores pidieron a Casado que levantase el pie en sus acusaciones contra Ayuso. En lugar de hacerlo, redobló la apuesta.

Cinco días después de aquel primer encontronazo con su círculo más estrecho de colaboradores, Casado no consiguió que su equipo cerrase filas con él como pretendía. Mientras la discusión se alargaba ante un líder silencioso, García Egea seguía en su despacho intentando medir sus fuerzas al teléfono.

A mediodía, el PP contó a la prensa congregada a las puertas de Génova 13 que la reunión se suspendía temporalmente por una pausa para el almuerzo. No fue del todo cierto. La discusión seguía en su más tenso apogeo cuando alguien decidió llamar a la cadena de comida rápida Rodilla para encargar bandejas de sándwiches y refrescos. La improvisación fue tal que, cuando llegó la comida, uno de los vicesecretarios sacó su cartera y pagó la cuenta de su bolsillo. Engañados, los periodistas abandonaron el lugar y, durante unas horas, se despejó la guardia de plumillas y cámaras frente a la sede del principal partido de la oposición, la misma que el domingo acogió una manifestación de 3.000 personas para aclamar a Ayuso y pedir la marcha de Casado. La prensa volvería por la tarde a sus puestos frente al cristal con el logo del PP. La rueda de prensa habitual tras las reuniones del comité de dirección nunca tuvo lugar.

En las últimos trances del larguísimo encuentro, Casado comprendió que si no cedía a las peticiones de su cúpula, la jornada podía acabar con dimisiones en su equipo de confianza. “Fueron nueve horas muy duras”, asegura a esta redacción una de las personas que estaban en la habitación. Fuera, el ruido empezaba a hacerse insoportable. Dirigentes de la confianza de Feijóo ya estaban pidiendo una gestora para pilotar el proceso hasta elegir un nuevo líder. Periódicos y radios del espectro de la derecha estaban todos a una pidiendo su dimisión.

Al final Casado se vio forzado a comprometerse con la convocatoria que le solicitaban sus colaboradores más cercanos, que intentaron convencerlo de que todavía tenía una última oportunidad de hablarle al país como líder del PP, pero que esa ocasión era en la reunión de la junta directiva que marcará el final de su agitado mandato.

Ya sin luz natural en las calles de Madrid los asistentes se despidieron. Casado se fue acercando uno a uno y les dio las gracias entre besos de despedida. Tal y como relata una de las personas que formaban parte de la escena, las palabras del líder del PP tenían una única interpretación: “Nos estaba dando las gracias por no haber dimitido”.

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