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De la depresión a la remontada: la campaña ciclotímica del PSOE en busca de un vuelco el 23J

Pedro Sánchez durante el acto de cierre de campaña del PSOE en Getafe

José Enrique Monrosi

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La campaña electoral del PSOE ha acabado por convertirse en una montaña rusa de estados de ánimo. “Nos caímos y nos levantamos, y pedaleamos contrarreloj, y cruzamos todas las metas volantes, y subimos todos los puertos inimaginables y nos quedan unos metros para llegar al sprint final”. La descripción de la travesía la hizo el propio Pedro Sánchez en el cierre de campaña de este viernes, durante un mitin en Getafe al que rodeó un ambiente de euforia muy diferente a las sensaciones instaladas en el propio partido y entre sus bases tras la debacle del 28 de mayo.

Esa montaña rusa, como todas, empezó aquella noche muy abajo. La hecatombe de las municipales y autonómicas es ya recordada entre los socialistas como una de las más duras, electoralmente hablando, en muchos años. La izquierda perdió la inmensa mayor parte de su poder territorial con las excepciones contadas de Asturias y Castilla-La Mancha. Y, a la depresión surgida de una debacle de tal magnitud, amenazó con sucederla una auténtica convulsión interna en el partido que podía hacer tambalear incluso el liderazgo de Pedro Sánchez. Pero el presidente del Gobierno, una vez más, se adelantó a todos. 

A la mañana siguiente, Sánchez compareció en la Moncloa y anunció la disolución de las Cortes y la convocatoria anticipada de elecciones generales para el 23 de julio. En cuestión de horas, consiguió pasar la página de la euforia del PP y de la depresión del PSOE para volver a poner al país (y a su partido) en modo campaña electoral.

Los primeros días de junio fueron, no obstante, muy difíciles en la calle Ferraz. Hubo mucha gente en el PSOE que se tomó la decisión de adelantar las elecciones como la asunción expresa de una derrota, como una rendición sin matices. Y se empezaron a producir movimientos de fondo para el día después de unos comicios que todo el mundo daba por perdidos. Con turbulencias incluidas a cuenta de la confección de las listas, aquello acabó, a duras penas, apaciguándose. Justo entonces, comenzaron a cristalizar los pactos del PP con la extrema derecha de Vox de los que había intentado zafarse Alberto Núñez Feijóo en los últimos meses.

Movilización frente a la ultraderecha

El primero que llegó, casi de forma exprés, fue el pacto de coalición para gobernar la Generalitat Valenciana. Negociado con un condenado por maltrato al que consiguieron, finalmente, apartar del ejecutivo autonómico, los de Feijóo cedieron en cuestión de horas una vicepresidencia, que dejaron en manos del torero simpatizante del franquismo Vicente Barrera, y las carteras de Agricultura, Justicia y Cultura. Y cedieron a la agenda ultra en materia de violencia machista o derechos LGTBI. 

Luego llegaron los acuerdos para gobernar también de la mano de Vox en Balears y en Extremadura. En el caso de esta última comunidad autónoma, el PP se enredó durante semanas en un auténtico lío interno. La candidata de los populares y actual presidenta de la Junta rechazó explícitamente pactar con los de Abascal, a los que acusó de homófobos y machistas. Dio su palabra, pero desde la dirección de Génova se la hicieron tragar.

A esas alturas, y a las puertas del inicio oficial de la campaña electoral, en el PSOE empezaba a cambiar la dirección del viento. Los denominados por los propios socialistas “pactos de la vergüenza” entre el PP y Vox habían actuado a modo de revulsivo para una izquierda fragmentada y desmovilizada en las autonómicas y municipales. Coincidieron aquellos días con la celebración del día del orgullo LGTBI. Y en muchas ciudades los nuevos gobiernos de PP y Vox se dedicaron a retirar banderas arcoíris mientras, en les Corts valencianes, la presidenta de extrema derecha boicoteaba minutos de silencio en recuerdo a mujeres asesinadas por violencia machista. 

El 'subidón' de las teles

En paralelo, el Partido Socialista desplegaba una campaña de comunicación electoral novedosa: muy pocos mítines y mucha exposición mediática de Pedro Sánchez en espacios y formatos poco afines a la izquierda que el presidente había rehuido durante todo su mandato. Primero fueron Onda Cero con Carlos Alsina y ‘El Hormiguero’ con Pablo Motos. Luego, el Programa de Ana Rosa. Y la conclusión en Ferraz fue que el presidente pasó esas pruebas con nota. 

Entonces en las filas socialistas se empezó a hablar de un “cambio de tendencia” que, efectivamente, tuvo reflejo en todas las encuestas. Pero llegó el ‘cara a cara' de Atresmedia. Con grandes expectativas para el PSOE, que había solicitado al PP la celebración de hasta seis debates entre ambos candidatos, el presidente del Gobierno aterrizó en el plató de televisión como claro favorito y con la misión de usar esa contienda como revulsivo definitivo de la campaña. Pero la noche no salió como estaba planeada

Un errático Pedro Sánchez no fue capaz de imponerse ante su adversario ni logró hacer prevalecer su discurso. Y el ánimo de los socialistas volvió a caer en picado. Los sondeos no tardaron en reflejar que la tendencia de recorte de distancias con el PP no solo se había frenado, sino que las derechas volvían a ganar terreno. Curiosamente, la digestión del teórico éxito de Feijóo en el ‘cara a cara’ acabó haciéndose pesada a los populares y convirtiéndose en un nuevo acicate para el PSOE. 

“Es que Feijóo no le dice la verdad ni al médico”, repitió desde ese día el candidato socialista en cada uno de los mítines para señalar las mentiras empleadas por el político gallego durante el ‘cara a cara’. El líder del PP volvió a enredarse esos días en sus propias mentiras, principalmente durante una entrevista en Televisión Española en la que llegó a exigir rectificar en directo a la periodista que le estaba ofreciendo los datos correctos sobre qué habían hecho los gobiernos del PP con la revalorización de las pensiones. Y los socialistas se encontraron con la oportunidad perfecta para reengancharse a la campaña en base a la imagen de un Feijóo “mentiroso”. 

En el PSOE señalan como especialmente relevante, además, el debate a tres de Televisión Española al que el candidato del PP decidió no acudir. Creen que ese día fue importante por la imagen que mostró su potencial socia de gobierno, Yolanda Díaz, frente al líder de la ultraderecha, Santiago Abascal. “El Partido Socialista va a ganar las elecciones y el partido de Yolanda Díaz va a ser tercera fuerza por delante de Vox, y va a haber gobierno progresista cuatro años más”, pronosticó Pedro Sánchez durante el mitin de Getafe ante 4.500 personas enfervorecidas. 

“No es broma, vamos a ganar, en serio”, asegura un dirigente de Ferraz que forma parte del equipo más cercano al presidente cuando se le pregunta por el vaticinio. A falta de lo que acaben dictaminando las urnas, la remontada que sí ha terminado por consumar el PSOE es la de su propio estado de ánimo.

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