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IU, las confluencias y Podemos aparcan sus diferencias y acuerdan unidad de acción: coalición o elecciones

Pablo Iglesias y Alberto Garzón conversan durante la sesión constitutiva del Congreso / Foto: Sergio Barrenechea (EFE)

José Precedo

La decisión de Pedro Sánchez de retirar la oferta de coalición del pasado julio a Unidas Podemos y la amenaza de unas elecciones inminentes que si no hay acuerdo de investidura ya tienen fecha –el 10 de noviembre– han servido para que el grupo confederal cierre filas en torno a la estrategia de negociación de Pablo Iglesias.

El grupo parlamentario de Unidas Podemos hace tiempo que dejó de comportarse como un bloque monolítico y en él conviven distintas opiniones, tanto sobre la forma como en el fondo, sobre cuál es la mejor estrategia de negociación para la investidura de Sánchez. Las divergencias no son menores. Pero a pesar de ellas, según las fuentes consultadas, “la unidad de acción está garantizada para lo que viene durante las próximas tres semanas: o gobierno de coalición o elecciones”. El plan es aparcar cualquier discrepancia interna que pueda ser interpretada como un signo de debilidad por el PSOE y respaldar el plan negociador de Iglesias.

La propia configuración del nuevo equipo negociador de Unidas Podemos obedece a esa idea. Si en las negociaciones de julio solo tomaron parte dos dirigentes de Podemos y de la máxima confianza de Iglesias como Pablo Echenique y Ione Belarra, a partir de ahora en la negociación más importante de la historia reciente de Unidas Podemos estarán representadas también los distintos partidos y confluencias de esta coalición.

El mismo día que se presentó un documento programático de 119 páginas que planteaba un gobierno de coalición con cuatro fórmulas –y la petición de que Unidas Podemos gestionase el ministerio de Trabajo o el de Transición Ecológica junto a otros menores– Iglesias dio entrada en el grupo negociador a Jaume Asens (En Comú Podem), Yolanda Díaz (Galicia en Común), Enrique Santiago (Izquierda Unida y Partido Comunista de España) y Juantxo López de Uralde (Equo).

En juego está no solo una posición de fuerza en una negociación que se prevé muy dura, vistas lo distanciadas que están las posturas de PSOE y Unidas Podemos. También el arranque de una nueva campaña electoral si se llega al 23 de septiembre sin investidura. Y esto en un contexto de sangría electoral en la que el espacio viene perdiendo apoyos en todas las elecciones celebradas desde 2015 y también con el riesgo para Unidas Podemos que podría suponer una hipotética candidatura de Íñigo Errejón, que aún no está confirmada pero todos los partidos dan por segura si se repiten las elecciones.

Ni en la dirección de Izquierda Unida ni en la de Podemos se contempla la posibilidad de ir por separado a unos nuevos comicios, a pesar de que las relaciones entre Alberto Garzón y Pablo Iglesias se han enturbiado mucho a raíz de la fracasada investidura de julio. Entre ambas formaciones existen diferencias claras. Para IU el Gobierno de coalición no es una condición indispensable y el partido que lidera Alberto Garzón siempre ha defendido que Unidas Podemos debería haber explorado otras opciones alternativas de acuerdo con el PSOE.

En los debates internos de Unidas Podemos, Pablo Iglesias ha acusado a Alberto Garzón de inmiscuirse en la negociación la víspera del debate de investidura del 25 de julio. En esas últimas horas previas a que el PSOE se levantara de la mesa tras rechazar Podemos su última oferta, diferentes miembros del PSOE buscaron la interlocución de Alberto Garzón. Desde el Gobierno, trasladaron al líder de IU que estaban dispuestos a renunciar al Ministerio de Igualdad. Según fuentes de la dirección de IU, Garzón les respondió que no formaba parte de la negociación pero trasladó esos mensajes a Podemos. Iglesias interpretó esta gestión como una injerencia por parte de Garzón en las negociaciones.

Al día siguiente, en plena votación en el Congreso, con la presidencia de Sánchez en el aire, IU llegó a pedir un receso para tratar de mediar con el PSOE, después de que Iglesias hiciese una última oferta desde el escaño de votar sí a cambio de que los socialistas cediesen además de la vicepresidencia y los tres ministerios las políticas activas de empleo.

Los intentos del PSOE por dividir a IU y Podemos no son nuevos. Según fuentes cercanas de la dirección del partido, hubo un intento similar en 2016, durante la primera investidura fallida de Pedro Sánchez. Después de que se rompieran las negociaciones entre PSOE y Podemos, Sánchez propuso a Garzón que se desmarcara de Iglesias: que planteara públicamente una lista de 15 medidas a cambio de su apoyo, de las que el líder socialista se comprometía a aceptar la gran mayoría. Era un gesto simbólico de cara a las elecciones del 26 de junio de 2016, porque esos votos no bastaban.

Alberto Garzón se negó a aquella jugada de 2016 y –según su entorno, también en el reciente mes de julio– a operar al margen de la coalición. Pero lo ocurrido durante las últimas negociaciones fallidas ha enrarecido más la relación entre Garzón e Iglesias.

Este mismo jueves se produjo otro ejemplo de cómo es el clima entre ambos. En una entrevista en la cadena Ser, preguntaron a Pablo Iglesias sobre el comunicado que IU hizo público hace un mes tras el fracaso de la investidura en el que pedían a Podemos un acuerdo con el PSOE aunque no hubiera coalición. Ante esta pregunta, Pablo Iglesias aseguró que “a día de hoy todos los grupos de la mesa confederal acordaron hacer llegar la oferta al PSOE”, un pacto que efectivamente tuvo lugar después de aquella nota pública. Y añadió: “En el día de hoy lo que decidimos en la mesa confederal, y estoy convencido de que en los próximos segundos Alberto Garzón pondrá un tuit dejando esto claro, la posición de Unidas Podemos es consensuada entre todas las formas políticas”.

Aunque la afirmación de Iglesias es cierta, y el comunicado de IU era anterior a ese pacto confederal, el tuit que pedía el líder de Podemos a Alberto Garzón nunca se produjo.

No es un simple problema de piel entre los líderes. La relación entre las distintas organizaciones no pasa por su mejor momento. En La Rioja todo está roto, tal y como demostraron las negociación para investir presidenta a la socialista Concha Andreu. Igual que en Baleares, donde IU ha pedido formar parte del gobierno autonómico y Podemos se ha negado. Tampoco hubo confluencia entre ambos partidos en Cantabria, Asturias, Castilla y León, Aragón, Murcia y Canarias. Y las broncas entre Podemos e IU se suceden en territorios como Valencia y Castilla La Mancha. En Madrid, con la organización de IU partida a la mitad, el acuerdo para ir juntos a las autonómicas se fraguó en el último segundo. Solo en Euskadi, Andalucía y Extremadura se mantienen a día de hoy las confluencias con IU. Y en Adelante Andalucía, el liderazgo está en mano de Anticapitalistas, no de la dirección de Iglesias.

La relación entre Podemos y los 'comuns' de Ada Colau tampoco pasa por su mejor momento, según las fuentes consultadas, aunque tampoco en este caso llegará la sangre al río y la coalición se mantendrá si hay repetición de las elecciones. El diputado Jaume Asens fue otra de las voces que recomendó a Iglesias en julio votar sí a la última oferta del PSOE, aunque no fuese la más justa.

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