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El risk abertzale pasa por Navarra

Maiorga Ramírez, portavoz de Bildu en Navarra

Borja Ventura

El caso de la izquierda abertzale y Navarra es la historia de un amor no correspondido. Aunque de las siete provincias que reclaman como territorio soberano el auténtico bache de apoyo popular sea el de las “tres provincias vascas” de Francia, el fracaso más doloroso para el soberanismo ha sido el caso de Navarra.

Allí siempre han soñado con fijar la piedra angular de su proyecto nacional, con la 'provincia' de mayor tamaño, de mayor simbolismo histórico y, también, la que acoge a la que sería la capital. Sin Navarra no hay Euskal Herria.

Conscientes de ello, los dirigentes de la refundada izquierda abertzale han lanzado una batalla geográfica total que podría estar asistiendo a sus últimos movimientos: una partida de ajedrez cuya siguiente jugada es la caída de la reina blanca. Yolanda Barcina, presidenta foral y cabeza de UPN, está envuelta por los escándalos de corrupción de su partido y está prácticamente abocada a la convocatoria de elecciones tras echar a los socialistas como socios de gobierno y escindir al bloque conservador navarro con la reaparición del PP navarro, una herida aún no cerrada del todo.

Sin embargo, y a pesar de la mayor fuerza en escaños en el Parlamento, la inciativa política de la oposición la capitaliza Bildu y no el PSN.

Del gesto y el acto a la acción

El primer gesto de los abertzales hacia Navarra tras volver a la oficialidad fue de cara a las elecciones generales. Consistió en la elección del nombre de 'Amaiur' para la coalición que dos décadas después les llevaría de regreso al Congreso. Además de su significado, Amaiur es una pedanía navarra de unos 250 habitantes donde estuvo el castillo de Maya, en el que un puñado de soldados del Reino de Navarra intentaron defender el último fortín contra el Reino de Castilla allá por el siglo XVI.

Justo unos meses después se celebraba el quinto centenario de esa conquista del Reino de Navarra, momento que los colectivos abertzales conmemoraron con actos culturales que preparaban el terreno para la acción política que llegaría después.

Del simbolismo histórico del lugar se ha pasado ya más recientemente a la actividad política. El acto fundacional de Sortu tuvo lugar en Pamplona. Allí, a falta de Arnaldo Otegi, parte de las miradas se centraban en el papel que tendrían en la estructura interna algunos viejos conocidos como tuvo el navarro Pernando Barrena, designado portavoz.

El colectivo Herrira, que tras el fin de la violencia de ETA ha sustituido la actividad pública de un Etxerat muy vinculado a la línea más ortodoxa, también ha llevado su actividad hacia Navarra sin descuidar el foro vasco. Algunas de las manifestaciones más importantes llevadas a cabo en los últimos meses han tenido lugar en Pamplona.

Copando titulares y fotografías, los líderes abertzales y sus pancartas han ido ganando terreno en calles que no siempre les fueron tan propicias.

Y de ahí, ganada la presencia, pasaron al ataque: Bildu, aliado con Nafarroa Bai, ha presentado una moción de censura contra el Ejecutivo de Barcina que Geroa Bai, formación de Uxue Barkos, ya ha anunciado que apoyará.

En realidad las posibilidades de que salga adelante la moción son escasas porque necesita el apoyo de los socialistas navarros, pero tiene truco: aun perdiendo la moción, la izquierda abertzale se colocará como la oposición más significada al Gobierno de UPN, asediado en minoría y con juicios pendientes por el polémico caso de las dietas de Caja Navarra.

El PSN, el mismo que no pactó formar Gobierno con NaBai hace una legislatura, piensa que no debe pactar con la izquierda abertzale aunque el candidato que hayan presentado sea de un corte más que moderado. Prefieren esperar agazapados, al más puro estilo Rajoy, a que caiga Barcina y llegar a la presidencia si hipotecas.

La estrategia puede salirles bien y ganar la comunidad foral, pero la batalla que plantea la izquierda abertzale tiene otras metas y otros plazos.

El destino además ha querido estar del lado de la izquierda abertzale en esta ocasión. Pocos días después de oficializar la moción de censura la Justicia imputaba al expresidente navarro, a un exconsejero y al alcalde de Pamplona, todos de UPN. Si Yolanda Barcina no está imputada es, dicen, porque el Fuero navarro recoge que sólo el Supremo puede hacerlo, de lo contrario podría haber sido incluida en el listado.

De una u otra forma, el cobro de escandalosas dietas por parte de destacados miembros de UPN es un botín político que se disputan socialistas y abertzales. Es el mismo caso podrido por el que hace unos meses Santiago Cervera, diputado del PP y exUPN que fue el mayor crítico con Yolanda Barcina y su gestión de Caja Navarra, aparcó su vida política por un extraño enredo de mails y sobres con supuesta documentación de por medio. Los asuntos turbios son muchas veces un boomerang que golpean primero a un diputado y después vuelven hacia una presidenta autonómica.

Con el foco puesto en Navarra, la presencia ganada en las calles y la iniciativa política en el bolsillo, la izquierda abertzale espera un paso que parece inexorable: que Barcina acabe disolviendo las Cortes autonómicas y convoque elecciones. El reto será saber si los quince escaños que ahora sumarían NaBai y Bildu se materializarán para convertirse, como en Euskadi, en la segunda fuerza política Navarra aprovechando la división conservadora.

El resurgimiento soberanista

En cualquier caso el caso navarro es particular en lo que a la izquierda abertzale se refiere.

Mientras en “Ipar Euskal Herria”, como llaman al territorio perteneciente a Francia, las formaciones abertzales nunca han sido ilegalizadas y tampoco han conseguido representatividad significativa, en el caso navarro sí se ilegalizaron formaciones, como en toda España, al calor de la Ley de Partidos.

Ha existido pues un problema político, pero también una ventaja legal que no olvidan los abertzales: la propia Constitución recoge la posibilidad de unificar Navarra y Euskadi bajo condición de expresa voluntad ciudadana.

A pesar de ese hecho, el proyecto nacional del soberanismo siempre ha tenido una acogida reducida en Navarra, a juzgar por la evolución histórica de su representación, y salvando el periodo de la ilegalización.

Por eso toda esta estrategia de la 'conquista' abertzale de Navarra empezó incluso antes de las generales de 2011. Fue en el primer pulso al que se sometió esta corriente ideológica tras su vuelta a las urnas, en las elecciones autonómicas y municipales de ese mismo año.

En Euskadi Bildu, formado por exmiembros de Izquierda Unida, Eusko Alkartasuna e 'independientes' de viejo cuño abertzale, se convirtió en un fenómeno tal que desbancó a los demás y se convirtió en la fuerza más votada con botines como la Diputación de Guipuzcoa o la alcaldía de San Sebastián. Entre los factores, debatidos hasta la extenuación por los incrédulos analistas de fuera de Euskadi, el efecto de solidaridad que causó en la gente la aparición de una fuerza abertzale tras más de una década de ilegalizaciones.

En esas mismas elecciones concurrieron a las autonómicas navarras y casi igualaron su techo electoral: lograron siete escaños, cerca del máximo histórico de nueve (en 1989) y 42.916 votos, arañando los 47.271 que consiguió Euskal Herritarrok en 1999. El techo, por tanto, rondaba cerca.

La cuestión es que esos resultados tampoco eran ciertos del todo: en el Parlamento Navarro convivían entonces dos fuerzas abertzales diferentes, la recién emergida de Bildu y la de Nafarroa Bai, una coalición que venía de conseguir 12 escaños y 77.893 votos en las anteriores elecciones. La aparición de Bildu les hizo perder cuatro escaños.

El cisma abertzale

Pero ¿qué fue lo que llevó a esa dualidad? En el origen de aquella separación está la clave del presente. A finales de los '90, antes incluso del asesinato de Miguel Ángel Blanco, miembros de la Mesa Nacional de Herri Batasuna decidieron escindirse y crear un partido a partir de su propia corriente interna. La mayor diferencia respecto al hermano mayor al que dejaban atrás estaba en la negación del uso de la violencia, condena del terrorismo y apuesta única por la democracia.

Dirigidos por Patxi Zabaleta nacía así Aralar, escisión sobre la que se cimentó la coalición nacionalista Nafarroa Bai -a la que se unieron en PNV, formaciones culturales como Batzarre e independientes como Uxue Barkos- y, aunando discurso soberanista, navarrismo vasquista y crítica tanto al terrorismo como a la política de dispersión y de ilegalización, se hizo fuerte en Navarra. De hecho, volviendo a los simbolismos, el nombre 'Aralar' es el de una montaña navarra al sur del Baztán.

Con la Ley de Partidos la izquierda abertzale 'dura' se diluyó en Navarra y sobre su sombra se asentó NaBai hasta el punto de alcanzar, hace dos elecciones, la posibilidad de gobernar en coalición con los socialistas, algo que estos descartaron, con esos 12 escaños que la izquierda abertzale tradicional jamás ha logrado.

Eran los tiempos de la “Navarra foral y española”, del PP en la calle tras la pancarta con UPN acusando a Zapatero de negociar con los terroristas. Era el tiempo de la tregua que murió junto a dos personas en el atentado de la T4.

El lugar natural de gran parte de los miembros de NaBai era el fenómeno político del momento, Bildu, algo a lo que no todos estaban dispuestos. Por eso cuando empezó el acercamiento entre ambos bloques muchos de los independientes y de los miembros de la versión navarra del PNV decidieron abandonar la coalición -o fueron sancionados directamente-. Algunos de ellos recabaron en Geroa Bai, partido formado por la exnúmero dos de NaBai y líder que no aceptó unirse a Bildu, Uxue Barkos.

¿Sumarán un bloque compacto en las próximas elecciones las dos fuerzas abertzales, ahora coaligadas en el Congreso? A juzgar por el candidato presentado para la moción de censura, ex de NaBai, sí.

Otras preguntas están menos claras ¿Obtendrá representación el reducto abertzale de Geroa Bai o se integraría definitivamente en la suma? ¿Pasará factura la corrupción y la división de partidos conservadores a UPN hasta el punto de caer uno o dos peldaños y pasar a ser segunda o tercera fuerza? ¿Le valdrá al PSN la estrategia de dejar hacer, aunque Bildu esté ganándoles el protagonismo?

Parte de la respuesta dependerá de cuándo se produzcan esas elecciones y si se adelantan o no, o de si hay condenas judiciales o no. Por lo pronto el Ejecutivo vasco del PNV ya ha adelantado que quiere poner en marcha consultas sobre el derecho a decidir.

Los plazos se acortan en el sprint final de una partida con la crisis de fondo.

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