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Pablo Casado se juega en Andalucía el aval a su discurso

EFE

Sevilla —

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Cuando esta noche acompañe al candidato de su partido a la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en el cierre de campaña, Pablo Casado pondrá fin a su propia carrera electoral en busca de votos en la región.

Un periplo inabarcable en el que el líder del PP ha puesto todo a prueba, desde su imagen y la del partido hasta el mensaje con el que pretende convencer al votante tradicional y reconquistar al que se fue.

Y si esta campaña comenzaba con el fantasma del “sorpasso” de Ciudadanos y con Casado advirtiendo de que el partido naranja podría seguir apoyando a Susana Díaz, ha acabado con otra amenaza que ha trastocado a los populares, la de la posible entrada de Vox en el Parlamento andaluz y, por ende, su irrupción definitiva en la política nacional.

“Ésta sigue siendo vuestra casa”, ha dicho estos últimos días Casado a todo el que quisiera oírle.

Y aunque insiste en que no ha endurecido su discurso, en su equipo no niegan que ha recurrido a determinados temas porque son los que los votantes -reales y potenciales- de Vox esperan escuchar: La defensa de la unidad de España frente al separatismo, la inmigración o la recentralización de competencias en educación.

Asuntos para los que, en ocasiones, ha recurrido a un lenguaje más agresivo y polémico, como cuando advirtió de que en España no caben quienes no respeten costumbres occidentales y dijo que aquí “no hay ni ablación de clítoris ni se matan los carneros en casa”.

Pero Casado asegura que siempre ha defendido estos principios, mientras en su entorno se afanan por explicar que no se trata de un mensaje radical sino transversal, porque todo votante de centroderecha, de un extremo al otro, piensa igual en estas cuestiones.

Una y otra vez se le ha cuestionado dentro y fuera del partido por no atacar a Vox, pero Pablo Casado no ha cedido ni un ápice en su estrategia, y como explicó ayer no piensa “regañar” al votante decepcionado sino que busca volverlo a “enamorar”.

En su empeño sigue estando refundar el centroderecha y acabar absorbiendo a Ciudadanos y Vox, aunque ahora aclara que eso solo será posible desde el poder, una vez que todas esas fuerzas sumen para gobernar en España.

Pero ahora lo que toca es Andalucía.

Por eso en el discurso de Casado también han estado los cuarenta años de socialismo en la región, la corrupción de los ERE o la “humillación histórica” de España en la negociación del “brexit” en lo referente a Gibraltar.

El presidente del PP ha considerado esta mañana en una entrevista en COPE que está todo muy abierto, que no se sabe qué pasará el domingo. Aunque las encuestas no auguran nada bueno para el PP.

Todas vaticinan una caída de votos para los populares y varias auguran el más que temido “sorpasso” de Cs, aunque también hay algunas que muestran en sus horquillas la posibilidad de que la derecha sume para gobernar.

A esos sondeos se agarra el equipo de Casado para insistir en que la batalla no está perdida.

En cualquier caso recalcan que el líder solo lleva cuatro meses al frente del PP y será Juanma Moreno el que asuma la responsabilidad de lo que ocurra. Algo que también ha dejado claro el propio candidato.

Pero, sea cual sea el resultado, también servirá de termómetro para el partido, y supondrá una nota al primer test al que se somete el nuevo líder. Será inevitable porque la implicación de Casado en esta campaña ha sido total.

Y es que el líder del PP, que ha estado finalmente doce de los quince días de campaña, ha sido con creces el dirigente político que más actos ha hecho en estas dos semanas.

La de Pablo Casado ha sido una campaña muy distinta a las que acostumbraba a hacer Mariano Rajoy. Pero no solo por el número de actos, visitas, paseos o discursos, ni tampoco porque su mensaje “sin complejos” haya sido más duro.

También ha sido una campaña muy pendiente de la imagen del líder y de su presencia en los medios de comunicación y en las redes sociales.

Pero, sobre todo, ha sido una carrera sin fin, con más actos de los humanamente soportables incluso para alguien tan hiperactivo como Pablo Casado, que hoy ya no puede ocultar su ronquera.

Patricia de Arce

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