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El PP se apunta a la moda de Sánchez y pretende que los demás le hagan de pagafantas

Pablo Casado saluda a Ignacio Aguado, de Cs, en la toma de posesión de Díaz Ayuso en Madrid.

Iñigo Sáenz de Ugarte

En el final de 'Annie Hall', Woody Allen cuenta un chiste que vale para definir la última estrategia del PP. Un hombre va al psiquiatra y le dice: “Mi hermano está loco. Cree que es una gallina”. El médico le dice: “¿Por qué no lo interna?”. Y el tipo le dice: “Lo haría, pero... necesito los huevos”.

El Partido Popular también necesita los huevos.

Después del peor resultado electoral de su historia, Pablo Casado se resignó a una legislatura de cuatro años en la oposición para curar las heridas. Las elecciones de mayo le dieron un respiro y ahora la incapacidad de Pedro Sánchez de sacar adelante la investidura puede darle una segunda oportunidad en las urnas. Para que le beneficie, antes debe aparentar que PP, Ciudadanos y Vox son la misma gallina.

Los partidos españoles no paran de experimentar. Es un tipo de I+D que sale barata porque no exige ningún desembolso económico. Se compone de dosis considerables de descaro al consistir en pergeñar nuevas ideas para obligar a los rivales a que te lo pongan más fácil. Sorprendentemente, los demás se muestran reacios a hacer de 'pagafantas'. A partir de ahí se suceden los llamamientos a la responsabilidad, la estabilidad y los intereses del país. Es lo que podríamos llamar la jeta constitucional.

El PSOE lleva meses empeñado en que los partidos de la oposición le concedan la mayoría en la investidura o que Podemos entregue su apoyo, pero sin derecho a formar parte de un Gobierno de coalición. El último partido en tirar de creatividad ha sido el PP, convencido de que Ciudadanos –y quizá también Vox– debería unirse al PP en una coalición preelectoral, dirigida naturalmente por Casado. Eso que llaman España Suma y que parecía una broma de verano resulta que va en serio.

Su portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, insistió en ello el martes reprochando a Albert Rivera su “inmovilismo” por el rechazo de Ciudadanos a la idea (por otro lado, no conviene quedarse quieto si te lanzan una OPA hostil). La vicesecretaria de Organización del partido, Ana Beltrán, dio por hecho el día anterior que el objetivo es factible: “Ciudadanos también dijo en Navarra que no le convencía la fórmula pero al final accedió, y no dudo en absoluto que priorizarán el interés general, el interés de España y las necesidades que tiene nuestro país antes que otros intereses partidistas”.

Claro que si es por el interés de España, entonces no hay nada más que hablar. Uno de los rasgos identitarios de la jeta constitucional es sostener que mi partido sólo piensa en los intereses de España, mientras que los demás son una banda de egoístas ambiciosos que sólo se preocupan por lo suyo. Y los sillones. No te olvides de los sillones.

El proyecto consiste en trasladar a todo el país la coalición que se produjo en Navarra en abril entre UPN, PP y Cs. Ignora de entrada que la lógica de ese pacto procedía de la fortaleza electoral de los regionalistas navarros y de que hay varios antecedentes de colaboración en las urnas entre UPN y PP, sobre todo en el periodo 1998-2008, que luego retomaron tres años después.

Además, en Navarra Ciudadanos es un partido bastante irrelevante, al igual que en Euskadi. No tiene mucho que proteger. Obtuvo el 2,9% en las elecciones autonómicas de 2015 y el 6% en las generales de 2016.

Hay que echar mucho valor para reclamar a un partido que se sume a una coalición cuando sacó sólo 220.000 votos menos que el tuyo –y nueve escaños menos– en las elecciones de este año. O sufrir una fuerte sordera si Albert Rivera ha dejado claro que su prioridad es ocupar todo el espacio de la derecha y desbancar al PP de su trono.

Los barones regionales del PP que miran a Casado con más desconfianza no parecen entusiasmados por la idea. Núñez Feijóo sostiene que en Galicia no la necesitan, pero si la quieren en otros sitios donde el PP no tiene el honor de contar con políticos como él, pues oye, adelante. Alfonso Alonso no se opone de forma frontal, pero plantea una condición difícil para Ciudadanos en el País Vasco: “Con cualquier partido que no esté comprometido a defender el Concierto Económico no vamos a ir nunca juntos a las elecciones”. Y sobre pactar con Vox, ni hablar.

Por el contrario, en el modelo aznariano de Madrid que el PP quiere traspasar a toda España, Vox es el compañero de viaje inevitable si se quiere sacar de La Moncloa a la izquierda. Es lo que promueve la fundación FAES en un momento en que no está claro dónde termina la FAES y dónde empieza el PP. Por la forma en que Álvarez de Toledo y la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, hablan de Vox y de lo muy cerca que se sienten del partido de Abascal, resulta cada vez más difícil establecer la frontera que separa en España a los conservadores de la extrema derecha. Para los hijos y nietos de Aznar, Vox es un partido “constitucional”, como el PP, mientras toda la izquierda es una agrupación de enemigos de la patria.

En otras zonas de España, los dirigentes del PP miran hacia el eje PP/FAES y se preguntan: no sé si esos huevos nos van a salir muy caros.

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