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Las casas de apuestas deportivas hacen negocio con los pronósticos sobre quién será presidente el 28A

Salón de juego situado en el centro de Valencia

Mario Escribano

Diez de la mañana del 15 de febrero. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, confirma los rumores que acechan desde hace días: habrá elecciones anticipadas el 28 de abril. Apenas media hora después, el gigante del juego online Betfair ofrecía apostar qué partido político obtendría más escaños en los comicios.

En los siguientes días hubo un “fuerte movimiento” en favor del candidato de Vox, Santiago Abascal, del 75% de las apuestas, a los que se ha sumado una jugada de “cuatro cifras” (entre 1.000 y 9.999 euros) a que Pedro Sánchez va a ser el próximo presidente del Gobierno. De hecho es el caballo ganador, por eso tiene la cuota más baja de todas (en torno al 1,05 euros por euro jugado). Pablo Casado tiene menos opciones a ser presidente entre quienes apuestan (nueve euros por cada euro jugado), según los datos de Betfair, que incluye también quién será el vicepresidente o cuántos escaños y votos recibirán PSOE, PP, Unidas Podemos, Ciudadanos o Vox. Pero este no ha sido un movimiento en solitario: al menos otras tres casas de apuestas deportivas -Sportium, Marca Apuestas y RETAbet- también se han subido al carro de las apuestas electorales.

Se trata de la primera vez que hay una oferta tan amplia de mercados abiertos -así se denomina en la jerga a la creación de apuestas- para unas elecciones generales en España. La ley de regulación del juego se aprobó en 2011 y estableció tres tipos de apuestas: deportivas, hípicas y “otras”. Estas últimas fueron reguladas por una orden ministerial en la que se abría la puerta al juego con prácticamente cualquier “evento”. Los requisitos, desarrolla el texto tras una modificación en 2014, son que el acontecimiento esté “relacionado con la sociedad, los medios de comunicación, la economía, los espectáculos, la cultura u otros similares” y se desarrolle “en el marco de una competición o al margen de ella, cuya organización corresponde a personas, asociaciones o entidades independientes del operador, y que presenta un desenlace incierto y ajeno al operador de las apuestas y a los participantes”.

Los comicios autonómicos y municipales de 2015 fueron el tubo de ensayo para la gallega Luckia y la finlandesa Paf. Meses después, en diciembre, se celebraron elecciones generales, donde solo repitió la primera casa de apuestas. La repetición electoral en junio hizo que Luckia también dejara a un lado este nicho de negocio.

“La incertidumbre aumenta los posibles beneficios”

Esta vez su estela la han seguido otras empresas del sector, como Sportium, hasta hace un año propiedad del grupo catalán Cirsa, que pasó a manos del fondo buitre Blackstone, procedente de Estados Unidos. “Las encuestas permiten dirigir la mirilla, la intuición acaba de determinar el disparo, y la incertidumbre aumenta los posibles beneficios”, auguran en un post del blog de la empresa con recomendaciones y pronósticos para el 28A. Este periódico ha contactado con el gabinete de prensa de Cirsa, que ha preferido no comentar el fenómeno.

Marca Apuestas, la sección de apuestas del diario deportivo -en ambos casos, propiedad de Unidad Editorial-, ha sido otra de las plataformas que se ha sumado al fenómeno, aunque solo ofrece votar quién obtendrá más escaños. No obstante, permite jugar con hipotéticos futuros electorales de otros países, como Reino Unido o EEUU, algo habitual en las distintas webs consultadas. De hecho, hay casos como el de la madrileña Codere -plataforma de juego online y locales físicos- en los que no se ofrecen apuestas electorales en clave nacional, pero sí internacionales: a un año y medio para las elecciones presidenciales de 2020 en EEUU, su web ya permite votar quién ganará los comicios.

Un nicho en crecimiento

Según datos de la Dirección General de la Ordenación del Juego -dependiente del Ministerio de Hacienda-, en el último trimestre de 2018 supusieron un 0,069% del del dinero jugado online: 14 de 203.094 millones de euros. Estas cifras corresponden al apartado “otras apuestas”, que no son exclusivamente las electorales: los datos se ofrecen de forma agregada, por lo que no es posible identificarlos con mayor detalle.

Lo que sí se puede ver es el aumento de este nicho en apenas un lustro. En 2013, siempre según esos datos oficiales, se apostaron 149 euros en este ámbito, que el año siguiente -con la modificación de la orden ministerial- pasaron a ser 55.001 y, ya en 2015 -año en el que se celebraron elecciones municipales, autonómicas y generales-, se dispararon hasta los 4,4 millones. El pasado año, la tasa interanual refleja un crecimiento del 40,58%, el apartado que más crece, solo por detrás de las apuestas en directo (62%).

En Betfair puedes jugar la cantidad que consideres necesaria a que, por ejemplo, ERC o PDeCAT sacan más escaños que cualquiera de los grandes partidos -algo matemáticamente imposible, ya que solo se presentan en las provincias catalanas- o que José María Aznar, Carles Puigdemont o Felipe González serán los próximos presidentes del Gobierno. Sobre estos casos, en Betfair se escudan en que “es un abanico muy amplio en el que hay posibilidades muy remotas”. “Entendemos que la mayoría este tipo de opciones son inviables pero las ofrecemos por si alguien quiere apostar”.

“Cuando se necesita el dinero, se juega a lo improbable”

El caso de las apuestas imposibles con cuotas muy altas es el que más llama la atención a Bayta Díaz Rodríguez, psicóloga de la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata. “El problema no es solo que la gente se enganche, sino que se aproveche de la ingenuidad de las personas”, comenta esta profesional, que alude a que “hay cosas imposibles que pasen, pero que aparecen como una opción bastante lucrativa”.

“Es como si dices que el Real Madrid va a ganar la NBA”, comenta sobre algunas opciones que aparecen en los portales de apuestas: “Puede que alguno pique porque no tiene ni idea de cómo funciona el sistema electoral y piense que Rufián puede ser presidente”.

“El juego lo impregna todo, cada vez hay menos cosas ajenas a las apuestas”, lamenta Díaz Rodríguez. Muchos pacientes con los que ha tratado, “cuando deben o necesitan dinero y tienen que romper el bucle, juegan a cosas realmente improbables porque les atraen la cuota alta y las emociones fuertes: si juegan 100 y ganan 5, no les vale”. A modo de ejemplo, el caso de pacientes que habían apostado en ligas coreanas “sin tener ni idea” por ir a la cuota más alta, llegando a jugar que “un equipo de tercera podía ganar la liga”. “Una persona que no esté informada tiene tendencia a picar”, comenta.

“¿Quién no ha hecho una porra? El centro del problema no es tanto jugar, sino el abuso. Sería una anécdota divertida si no estuviéramos en las circunstancias actuales”, concluye la psicóloga, en referencia al crecimiento de la ludopatía -en Madrid, los registrados como ludópatas, con prohibición de acceder a salas de juego, se han cuadruplicado en cinco años -y la cada vez más temprana edad de inicio en el mundo de las apuestas.

Para el profesor de Antropología Social de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) Rafael Díaz, el fenómeno de las apuestas electorales es “una cuestión de agregación por parte de las casas de apuestas. Es una forma de meterse dentro del debate electoral”. Lamenta que solo Podemos se haya pronunciado “claramente” sobre el auge de las apuestas, un tema apenas tratado durante esta campaña electoral: “Aunque no sea tan visible, es un problema para la gente trabajadora. El capital siempre va por delante de la política institucional. Mientras no se habla de las apuestas en campaña, ellos están aprovechando para hacer negocio con esta cuestión”.

Este antropólogo recalca que España es “un mercado de pruebas”, donde “hay un montón de capital financiero que está entrando en estas empresas”. Díaz deja caer una hipótesis para explicar por qué el fenómeno no es tan relevante como en otros lugares: “Aquí el modelo de negocio está dirigido a los para barrios trabajadores, cosa que no pasa en Reino Unido, con otro tipo de locales. Es posible que la cuestión de clase tenga que ver: en los barrios más desfavorecidos la abstención también es mayor”.

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