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El hilo que explica el fracaso de Madrid y el éxito de Nueva York a la hora de evitar la segunda ola de contagios

Personas cenan a las afueras de la Avenida Columbus en Nueva York (EE.UU.)

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Madrid lidera, con mucha diferencia, el ranking de provincias españolas que confirman más casos de coronavirus al registrar 529 positivos por cada 100.000 habitantes durante los 14 días previos al 6 de septiembre. Pese a que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, repite que la situación epidemiológica en la región se asemeja a la de “cualquier capital europea”, la realidad no es no es así: Roma, Berlín o París cuentan con una incidencia del virus que ni se acerca a la de la capital española.

Al margen de Europa, una de las situaciones más llamativas y que más contrastan con Madrid es la del estado de Nueva York, que vivió una situación muy similar a la de la capital española durante la primera ola, marcada por unas elevadas cifras de casos y fallecidos y un colapso del sistema sanitario. Sin embargo, mientras Madrid está sumido en una preocupante segunda ola, Nueva York mantiene plana su curva. ¿Por qué? Algunos de los motivos los detalla en un hilo de Twitter Miguel Hernán, profesor de Harvard especializado en bioestadística y epidemiología.

El investigador compara la situación de Madrid con la del estado de Nueva York y comienza su análisis destacando las similitudes: ambas son dos grandes ciudades, con muchos visitantes y una gran red de transporte público a las que pilló por sorpresa la llegada de la pandemia en marzo. Para paliar el colapso del sistema sanitario, por tanto, tuvieron que recurrir a un confinamiento estricto que dio lugar a un mínimo de casos de junio. Sin embargo, en la actualidad Madrid registra una de las incidencias más altas de Europa y la curva de Nueva York, en cambio, se ha mantenido plana.

“Nueva York y Madrid han tenido respuestas diferentes en el rastreo de contactos, en el número de test y en la velocidad de reapertura”, apunta el investigador antes de pasar a explicar cada uno de los tres elementos destacados.

En lo que respecta al número de rastreadores, el estado de Nueva York contó con un mínimo de 30 profesionales por cada 100.000 habitantes, lo que daría un total de 6.000 rastreadores a lo largo de todo el estado. Madrid, aunque ahora ha incrementado el número de personal contratado a 566 según los últimos datos de EFE, contaba con 200 rastreadores en julio a pesar de que en mayo prometieron que iban a contratar a 400 técnicos para realizar esta labor. La realidad es que, para alcanzar a la cifra de 30 rastreadores por cada 100.000 habitantes, Hernán señala que Madrid tendría llegar a los 2.000 técnicos contratados.

A pesar de las advertencias de los especialistas en Salud Pública durante meses sobre la importancia de contar tras el confinamiento con un equipo amplio y consolidado de rastreadores, la Comunidad de Madrid a principios de agosto optó por privatizar parte del equipo que realiza el seguimiento de casos de COVID-19 tras las polémicas creadas al buscar rastreadores voluntarios entre el personal del Ayuntamiento de Madrid y licenciados de la Universidad Complutense.

Sobre los test, Hernán sostiene que Nueva York ha tenido como objetivo lograr una tasa de positividad de COVID-19 inferior al 5% y ahora se sitúa entre el 1 y el 2%. “La positividad en Madrid es de 20% y está aumentando desde julio. Es decir, no se realizan suficientes pruebas”, considera el docente.

Por último, en lo referido a la velocidad de reapertura, Hernán pone como ejemplo el caso de la hostelería. Comer en el interior de restaurantes de Nueva York no está aún permitido, y será a partir del 30 de septiembre cuando los ciudadanos podrán hacerlo (con el aforo limitado al 25%). En cambio, comer en el interior de restaurantes no es un problema en Madrid y desde junio los bares pueden llenar hasta un 60% del aforo permitido, incluidas las barras. También estuvieron abiertas durante más de un mes discotecas y otros espacios de ocio nocturno.

Según Hernán, la diferencias entre Madrid y Nueva York no pueden ser explicadas por una desigualdad en la inmunidad colectiva de ambas regiones ni por “la mala suerte”, sino más bien por una diferencia en sus políticas a la hora de hacer pruebas PCR, de contratar a rastreadores y de reabrir los negocios.

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