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Las tres ‘cuñadeces’ de un diputado de Vox sobre el cambio climático desmentidas por la ciencia

Toño Fraguas

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Podría haber sido en la barra de un bar o en una cena de Nochebuena, pero el diputado de Vox Emilio del Valle ha elegido la tribuna del Congreso de los Diputados para propalar tres ocurrencias sobre el cambio climático frecuentes entre los negacionistas.

Lo ha hecho durante su réplica a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en el marco de un debate sobre nuevos impuestos para la gestión de residuos en vertederos.

Entre aplausos, risas y sonrisas de su grupo parlamentario, estas son las tres afirmaciones de Emilio del Valle a María Jesús Montero, que dejan en evidencia al diputado:

“Ya nos anticipa que en Sevilla hará el mismo calor que en Marrakech. Esas dotes de adivina me sorprenden”

No fueron adivinos, sino científicos de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich los que en 2019 publicaron los resultados de una investigación sobre 520 ciudades de todo el mundo y cómo evolucionará su temperatura media. El estudio fue publicado en la revista PLOS (Public Library of Science). Será Madrid la que tenga la temperatura de Marrakech (en Sevilla hará incluso más calor).

“Predecimos que el clima de Madrid en 2050 se asemejará al clima de Marrakech hoy, Estocolmo se parecerá a Budapest, Londres a Barcelona, ​​Moscú a Sofía, Seattle a San Francisco” explicó en su día Tom Crowther, director del estudio, en declaraciones a National Geographic.

“Habla del calentamiento global, hoy precisamente es noticia que Siberia está a -71ºC, récord histórico en muchos años”

Ese supuesto nuevo récord es un bulo propagado desde el pasado 4 de diciembre por las redes sociales con una foto del año 2008. En Oimiakón, la localidad siberiana donde se habría registrado el récord –según ese bulo que Emilio del Valle difunde– sí se han establecido dos marcas de temperatura, pero son muy antiguas. En 1933, una estación registró una temperatura de -67,7°C, y los lugareños afirman que incluso llegó a -71,2°C… en 1924. Lo cuentan aquí Les Observateurs, el servicio de verificación y desmontaje de bulos del canal público francés France 24.

Al margen de este bulo que hoy ha circulado en el Parlamento gracias a Vox, todo el que se haya interesado mínimamente por la crisis climática, algo deseable en un legislador del ramo, sabe que los episodios extremos en uno u otro sentido (más calor o menos frío) no desaparecerán, sino que es su frecuencia la que se ve alterada por el aumento de las temperaturas. 

“Es muy probable que las olas de calor se produzcan con mayor frecuencia y duración. Seguirán produciéndose extremos invernales ocasionales de frío”, afirmaba el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU en su quinto Informe de Evaluación.

El hecho de que ahora en Siberia haga mucho frío, pues, no prueba que no se esté dando un calentamiento global progresivo y generalizado. Confundir coyuntura con tendencia es algo –afortunadamente– reservado solo a unos pocos.

“Y del CO2, pues mire, es necesario para que haya vida, Sin CO2 no podría haber vida”

En efecto. Para subsistir, los seres vivos necesitamos el carbono presente, entre otros lugares, en el CO2. Su función es vital, por ejemplo, en la fotosíntesis de las plantas. El problema es la cantidad de CO2 en la atmósfera. Una cantidad que prolifera por la acción humana.

Desde el comienzo de la era industrial (en el siglo XVIII), las actividades humanas han aumentado el CO2 atmosférico en un 50%, lo que significa que la cantidad de CO2 es ahora un 150% de su valor en 1750. Esta cifra es superior a la que se registró de forma natural al final de la última glaciación, hace 20.000 años. Son datos de la NASA.

Ese CO2 producido por los modos de producción y consumo actuales es absorbido hasta cierto punto por los océanos, la flora y el suelo de la Tierra, pero gran parte del gas queda en la atmósfera y causa lo que se conoce como efecto invernadero reforzado: el CO2 y otros gases atrapan la radiación del Sol rebotada por la superficie de la Tierra y esta se calienta.

El CO2 es necesario para la vida, sí, pero su exceso ya está matando prematuramente a decenas de miles de personas al año en todo el mundo.

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