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Humor al cubo

Cuando Patricia Espejo recibió un mensaje de un fan sin faltas de ortografía

Antonio Contreras

20 de diciembre de 2020 22:16 h

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Tradicionalmente, el mes de diciembre suele ser uno de los períodos de mayor actividad para los cómicos como la valenciana Patricia Espejo. Casi todas las empresas suelen celebrar eventos navideños en los que es muy habitual contar con la presencia de algún monologuista que participe como número central. Entre los profesionales de la comedia es lo que se conoce como el clásico Bolo de empresa. Tienen la virtud de estar bien pagados y, normalmente, más o menos bien organizados.

Todo esto son historias del pasado. El mundo COVID ha sido especialmente duro para los cómicos y el circuito de actuaciones en directo. Las grandes figuras han podido seguir su actividad en teatros, pese a trabajar con aforo reducido. Sin embargo, para los que solían vivir de los circuitos de bares y garitos están siendo tiempos muy duros. Patricia Espejo pertenece a este gremio. Acostumbrada a recorrer locales por toda España donde defender sus textos cara al público, se ha encontrado estos meses condenada a buscarse la vida de otra manera. Hay que echarle imaginación. Es algo que no le puede faltar a un monologuista.

¿Cómo llevas estas semanas de inactividad de tu sector y toques de queda?

Está siendo muy complicado porque el circuito de actuaciones en bares, garitos y discotecas ha desaparecido. Ante esa situación, lo que no quería era perder el equilibrio personal y volverme loca en casa. Así que he aprovechado para trabajar todo lo que he podido en lo sí que se podía hacer. Una parte muy importante del trabajo de los monologuistas es escribir material nuevo y para eso sí que hemos tenido mucho tiempo disponible estas semanas. En mi caso, he aprovechado para preparar un nuevo espectáculo que tengo ya muy avanzado. Prefiero no contarlo porque lo más llamativo que tiene es la originalidad de la idea. Se trata de algo que nunca creo que se haya hecho en una actuación en directo frente al público.

¿Cuál ha sido tu último show antes de la pandemia?

Para actuaciones en directo, tenía un espectáculo a medias con mi compañera Patricia Somoza. Se titula Las putas amas. Era un espectáculo que se apoya mucho en nuestro doble papel como mujeres tanto en la vida profesional y personal. Jugábamos con dos posiciones distintas. Patricia Somoza hacía la parte más cañera y yo compensaba con un punto de vista como más inocente. Lo teníamos muy currado y funcionaba muy bien. Interactuábamos mucho con el público que participaba muy bien con nosotras.

¿Y habéis perdido los bolos de empresa por completo?

Esa es una historia muy curiosa porque ha aparecido un nuevo formato: los bolos de empresa online. Se trata de monólogos que haces desde casa frente al ordenador y se conectan los trabajadores de una empresa. Antes te dan algo de documentación y te cuentan algunas claves de quienes están y de historias curiosas de su curro. A partir de ahí, te tienes que colocar frente a la cámara y echarle valor para hacer un monólogo sin saber muy bien quién lo está viendo. Normalmente, puedes tener en la pantalla las caras de una veintena de ellos y eso te sirve de referencia.

¿Y qué tal la experiencia?

Día a día vas aprendiendo la mecánica, pero hay días que te quita el sueño. Hay que mentalizarse y olvidarte de los trucos de las actuaciones en vivo. Yo lo que hago es fijarme sólo en las caras de los que más metidos están en lo que les cuento. Veo a los que se ríen e intento centrarme en ellos. Hay que mentalizarse y aislarte de todo. Yo intento hacer un ejercicio de autoafirmación y pensar que soy la puta ama y que aquello lo controlo por completo. El problema para mí es que soy muy palurda con la tecnología y me cuesta mucho que todo funcione bien. Hace unos días casi me da un parraque, porque perdí la conexión por algún botón que toqué y no sabía qué hacer. Tuve que llamar a mi novio para que me echara una mano y salir del apuro. Me sentí muy paleta ¡ja, ja, ja!

¿Y el contacto con el público en directo lo echas de menos?

Siempre tienes trato con la gente que te ha visto por televisión o a través de vídeos en la red. De hecho, a veces se cruza la comedia con la vida real. El año pasado grabé un monólogo para Youtube. A los pocos días cojo un taxi en mi barrio en Valencia y me envía un tío un mensaje en Twitter: “Oye, ¿eres Patricia Espejo? Es que he visto un monólogo tuyo…”. Yo no suelo contestar nunca jamás, pero me llamó mucho la atención la manera de expresarse. Era como muy amigable. No estaba ligando y no tenía faltas de ortografía, que eso ya es un punto. Que te escriban sin faltas de ortografía por Twitter es de “¡Ostras, merece la pena conocerlo!”. Total, que empezamos a hablar, pero en plan súper amistoso. Él me cuenta que era de mi barrio y seguimos en contacto. Pasan las semanas y decidimos quedar un día. Da la casualidad de que él vive en la calle de mis padres. Así que quedamos para el siguiente domingo.

¿Y qué fue la cita?

Unos días antes del domingo, yo voy andando hacia mi casa hablando con él por el móvil. De repente, me tropiezo con una piedra que hay en las vías del tranvía, y me pego una hostia que no me mato de milagro. Cuando me caigo, suelto el móvil y aparece él, que pasaba por allí en ese mismo instante, para ayudarme a levantarme. Durante semanas estuve pensando que era un loco y que me estaba siguiendo y que todo lo de no tener faltas de ortografía estaba preparado para que le contestara. Me rompí el brazo derecho y me hice un esguince en la rodilla. Cuando me levanté, le dije: “¿Eres tú?”. Y me dijo que sí. Me acompañó al hospital y me escayolaron el brazo. Mi madre me decía que seguro que era un loco. Mis amigos me preguntaban si había visto la serie You, que al parecer va de un obseso que persigue a una chica. Ahora es mi novio y llevo saliendo con él un año. Me he dado cuenta de que no es un loco. Ahora sé que no me iba siguiendo en ese día porque es tan despistado que se pierde en una rotonda y no sabe ni volver a su casa.

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