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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

No tan azul

Prevén una ocupación del 95 % en el puente de agosto en la Costa Blanca

Nuria del Saz

Hoy traigo a este rinconcito de la prensa el asunto de todas esas personas que no se pueden bañar en el mar porque tienen movilidad reducida. En semejante palabro cabemos diversos tipos de personas, tanto las que no pueden caminar por sí mismas, como las que, al no ver, no nos podemos orientar en un espacio tan complicado como la playa. Sin embargo, todos tenemos en común el necesitar algún tipo de asistencia al baño. Alguien que empuje nuestra silla de ruedas o un brazo amigo que nos guíe hasta la orilla y luego, de vuelta, hasta la toalla.

No hay datos relativos a este particular. Pero es la realidad que viven miles de familias que sufren la absoluta falta de accesibilidad de las playas españolas, en las que este año ondean 696 banderas azules. 696 playas aptas para el baño, con un cierto nivel de calidad, pero que excluyen a las personas con discapacidad.

El verano no es igual de azul para todos. Solo tres, repito, solo tres playas son completamente accesibles. Accesible, en el caso de una persona ciega, sería, por ejemplo, poder llegar a la arena por sí misma, dejar la toalla, adentrarse en el mar y regresar a la sombrilla sin tener que llevarse a un familiar para que le ayude. ¡Qué manía con querer hacerlo todo solos!

No digo que no se lleven a cabo iniciativas. Se hacen. Aquí y allí, pero son casos contados, que quedan fenomenal en la prensa, tan necesitada de contenido en estas fechas de bajón informativo. Son programas puestos en marcha por asociaciones con el patrocinio de entidades privadas y el visto bueno de los ayuntamientos. Proezas, diría yo, de asociaciones, como La Gaviota en Cádiz, que verdaderamente entienden que las personas con movilidad reducida tienen derecho a disfrutar de los beneficios del mar, del aire libre y del verano, en general. El ocio es tan importante como el empleo. En un país con casi seis mil kilómetros de costa, cuyo motor económico es en gran medida el turismo, que el baño en el mar esté vedado para tantos ciudadanos me parece una indecencia. Bañarse en el mar reporta tanto bienestar físico y emocional que debería ser asignatura obligatoria para la vida. Es un placer que no cuesta nada. Es un regalo de la naturaleza que se le sigue negando al diez por ciento de la población.

El problema está en que esas iniciativas como las que desde hace trece años se llevan a cabo en Valdelagrana y La Puntilla (Cádiz) no abundan en el resto de playas. Son escasas y conllevan una planificación previa por parte del usuario, que antes ha de inscribirse en el programa. ¿Qué le parecería a ustedes tener que apuntarse cada año en el ayuntamiento para asegurarse de que podrá bañarse en el mar? Pues ese es el panorama al que se enfrentan los usuarios de silla de ruedas. Los ciegos lo tenemos relativamente más fácil. Nos vamos de vacaciones con el cuñado y que este apechugue monitorizando nuestra entrada y salida del mar.

Nuestro país está bañado por dos mares y un océano. ¿No es dramático que las personas con movilidad reducida queden excluidas del disfrute de las playas?

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