Tom Shakespeare es doctor en ciencias sociales por la universidad de Cambridge, es experto en discapacidad, genética y bio-ética —campos en los que ha publicado varios artículos y libros—, tiene un blog muy interesante en el que escribe biografías de retrones famosos y no tan famosos, es el tercer baronet de Lakenham (aunque no usa el título), está posiblemente emparentado con el famoso escritor William Shakespeare, ha sido investigador en importantes universidades del Reino Unido, trabaja para la Organización Mundial de la Salud y es profesor en la universidad de East Anglia.
Ah, sí, casi se me olvida: además de esto también tiene acondroplasia (enanismo, para los amigos) y paraplejia.
El CERN (European Organization for Nuclear Research) es el mayor laboratorio del mundo de física de partículas, está financiado por un consorcio de 20 países europeos más Israel, se encuentra cerca de Ginebra, en la frontera entre Francia y Suiza y ha tenido una gran repercusión mediática recientemente por la observación en 2012 de un bosón compatible con el predicho por el modelo de Higgs (una importantísima pieza, hasta entonces faltante, del modelo estándard de partículas).
¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? —os preguntaréis.
Pues que el CERN tiene un sólido programa de fomento de la diversidad (de géneros, de razas, de edades y también de discapacidades) y en mayo del año pasado Tom Shakespeare dio una charla increíble en el marco de este programa. (Gracias a Diego Blas por la pista.)
La charla está en inglés (aquí la podéis ver entera) y ya sé que el idioma oficial del blog es el español, pero no me puedo resistir a comentarla dada su gran calidad.
(Por cierto, si no sabes inglés, no sé a qué esperas para ponerte a aprenderlo. No se puede comprender el mundo de hoy sin hablar este idioma. Nos puede gustar más o menos el hecho, pero un hecho, de hecho, es.)
Al margen de la obvia inteligencia que se percibe en sus palabras, lo fundamental de la visión de Tom es su realismo.
Pero un realismo que no es conformismo. Nada más lejos de la realidad. Tom ha participado de innumerables movimientos sociales, lleva más de 20 años de intenso activismo y ha conseguido avanzar los derechos de las personas con discapacidad posiblemente mucho más que cualquier otra persona que nos venga a la mente. Tom abandera y explica con una claridad notable todos y cada uno de los principios que los grupos más avanzados y progresistas defienden en sus idearios: El cambio de una noción médico-rehabilitadora a una noción social y de diversidad de la discapacidad, el énfasis en que es una cuestión de derechos y no de caridad graciable, el reconocimiento de que muchos de los problemas que sufren los discapacitados provienen de las decisiones que la sociedad toma y no de la propia discapacidad, la opinión de que la educación ha de ser inclusiva, o la certeza de que no se puede arreglar el problema sin contar con la opinión y la experiencia de las propias personas con discapacidad —“Nada sobre nosotros sin nosotros.”
Tom sabe —¡y no para de repetir!— que el mundo es un lugar hostil para las personas con discapacidad, que esto es moralmente reprobable y lucha constantemente por cambiar las cosas. Su realismo es, por tanto, un realismo revolucionario —si se me permite la expresión. Pero realismo al fin y al cabo.
Por ejemplo, en un momento Tom habla del lenguaje y hace una reflexión muy alineada con algunas cosas que yo mismo he comentado aquí. A saber, que es mejor utilizar el término “persona con discapacidad” que “discapacitado”, ya que el primero hace énfasis en algo que es un hecho: que la discapacidad sólo es una característica más de esa persona (además, quizás, de hombre, europeo, de clase media, heterosexual, coleccionista de sellos, hincha del Getafe y habitual de los gases intestinales) y no la única. A la vez que explica esto, Tom se posiciona claramente en contra de términos irreales y buenistas como “personas con capacidades diferentes” —como suele decir mi socio, “¿diferentes como volar?”.
Muy relacionado con ello, aunque Tom hace un gran énfasis en que muchos de los problemas que tienen las personas con discapacidad provienen de cómo construimos la sociedad, también deja bien claro que no todos provienen de ahí. Que la discapacidad existe y no tiene sentido negarla, que es origen de limitaciones intrínsecas (apunta en un momento que no cree que haya gente con síndrome de Down entre los científicos del CERN) y que, en muchos casos, es una fuente de complicaciones. Está a favor del aborto (aunque reconoce que es algo personal) y por ello ve lógico que una mujer pueda decidir abortar si el niño viene retrón, pero también matiza que sería bueno que todo el mundo sepa (incluyendo esta hipotética mujer) que una persona con discapacidad puede florecer y brillar si se dan las condiciones para ello —las condiciones por cuya universalización él mismo está luchando a brazo partido.
Y muchas interesantísimas consideraciones más.
En definitiva, el realismo revolucionario de Tom es una actitud que dice: “Analicemos fríamente la situación, reconozcamos con claridad quiénes están oprimidos y por qué y luchemos con inteligencia por cambiar las cosas. Pero no nos engañemos a nosotros mismos con paños calientes, con ficciones buenistas que no representan la realidad y no llevan a ninguna parte.”
Una actitud que no puedo más que suscribir, ya que es también la mía.