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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

En Viena no hay minusválidos

La accesibilidad vienesa en todo su esplendor. / Fotografía: M. A. Nelo

Pablo Echenique-Robba

Hace unas semanas estuve en Viena, en un congreso del trabajo.

Uno pensaría que la capital de un país rico europeo y antigua capital del poderosísimo imperio austro-húngaro, un destino turístico de primer nivel mundial, la cuna de la música clásica, etcétera, estaría por lo menos igual de bien adaptada para el colectivo discapacitado que, pongamos, la provinciana capital de una comunidad autónoma de este país de PIGS en el que vivimos unos cuantos entre África y Europa.

Pues no.

Normalmente, cuando viajo, tiro bastante de taxis adaptados (para los que no conozcáis el concepto, unos taxis tamaño monovolumen con una rampa en el culo por la que un retrón puede subir y viajar sin bajar de su silla de ruedas). Los taxis no son baratos, ni aquí ni en ninguna parte, pero son versátiles, funcionan bien y te dan una seguridad que, cuando corres el riesgo de perder un avión, viene bastante bien. También podría empollarme el mapa de autobuses (o metro si lo hay), llamar a cuatro sitios o buscar fotos para ver si me puedo montar en ellos... y a veces lo hago. Pero, si vas cuatro días a un sitio, tampoco merece la pena el esfuerzo. Mejor, taxis. Más sencillo, más cómodo y más seguro.

Por ello, antes de ir a Viena, me puse a buscar los taxis adaptados de la ciudad por internet. Pensando que existían, claro. Si existen en Londres, en París, en Bruselas, en Barcelona, en Lleida, en Huesca y en Estepona, ¿cómo no van a existir en la rica y majestuosa capital de Austria? Después de unas horas de búsqueda infructuosa, pensé que, quizás, mi pobre dominio del alemán era lo que me estaba separando del éxito. Así que le expliqué (en inglés, mucho mejor) a la muy eficiente secretaria del congreso lo que necesitaba y le pedí que, por favor, cuando tuviese el teléfono o la web de los taxis para retrones, me pusiese un email. A los dos días, la respuesta: no hay taxis adaptados en Viena. Más tarde lo confirmé en la recepción del hotel y, desde luego, en la calle tampoco vi ninguno.

Otra cosa que no vi por la calle en los 7 días que estuve fue minusválidos.

Teniendo en cuenta que no hay taxis adaptados, que para subir a los vagones de metro queda un agujero que acojona incluso a cascaos valientes como yo, que lo mismo pasa con los tranvías, que casi todos los locales comerciales tienen hermosos bordillos en la puerta, y que hace un frío incompatible con la felicidad humana, la verdad, no me extraña en absoluto que no haya minusválidos por la calle en Viena.

La pregunta, claro, es: ¿y dónde están?

Durante mi estancia en la ciudad bromeaba que quizás los tiraban por la noche al Danubio, pero obviamente eso no ocurre en nuestros civilizados tiempos. Ahora no matamos a la gente que sobra, ahora simplemente les impedimos participar de una vida en común con el resto de ciudadanos. Al menos en Austria. Ya que, independientemente de lo que hagan con los cascaos allí (probablemente tengan unas residencias maravillosas y una cobertura social potente), lo cierto es que el centro de la capital de su propio país les está vedado. A ellos y a las personas mayores que vayan con un andador, y a todo el mundo que no sea joven, sano y fuerte.

Y es que hay ciudades amables y ciudades despiadadas. Hay ciudades en las que se cuida y se incluye a la gente, y ciudades que sólo son recomendables si no tienes ningún problema (y no planeas tenerlo). Por eso, si eres cascao (y, si no, quizás también), piénsate muy bien dónde vives. Piensa muy bien qué es más importante, si que los monumentos sean bonitos y tengas conciertos de Strauss todos los días, o salir a la calle sin que te tenga que acompañar tu madre toda tu vida.

En otras muchas cosas quizás no, pero, en esto, podéis estar seguros de que Zaragoza, Barcelona y otras muchas ciudades de España le dan cien vueltas a Viena. Tengamos esto en cuenta también cuando, como viene siendo cada vez más habitual, se nos intenten dar lecciones desde el Norte.

---ooo---

Corrección: Me comentan por facebook que en los últimos y primeros vagones del metro y del tranvía hay una rampa que no vimos, quizás acostumbrados al tranvía de Zaragoza, o el de Tenerife, que son accesibles por todas las puertas (un día lo llegamos a sospechar, pero no estaba claro). De hecho, esta parte del transporte era la que mejor pinta tenía. También me recuerdan algo que se me había olvidado: el suelo empedrado en muchas zonas de la parte vieja. Muy bonito, y anti-cascaos. Sigue siendo cierto que: 1. No hay cascaos por la calle. 2. No hay taxis adaptados (sino servicios especiales mucho más caros). 3. Muy pocos locales son accesibles. 4. Es, en general, una ciudad bastante menos accesible que las capitales españolas.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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