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ENTREVISTA
La Universidad como refugio: de huir de Honduras a 'cum laude' en su tesis doctoral

Noris Jarleny Flores Duarte, en el departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Sevilla

Javier Ramajo

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Como en aquella canción, Noris Jarleny Flores Duarte recibe lo que da. Su humildad le impide reconocer abiertamente que las enseñanzas de sus padres ayudando a personas refugiadas en la frontera entre Nicaragua y Honduras, su país natal, de alguna manera les son devueltas ahora con formación e ilusión de cara al futuro tras haberlo pasado tan mal. Apenas cinco años después de haber tenido que huir de su país por seguridad y de haber llegado a España con una solicitud de asilo de equipaje (y “una maleta de mano”), quién le iba a decir que obtendría una mención cum laude en su tesis doctoral, convirtiéndose en la primera estudiante de la Universidad de Sevilla con una ayuda al estudio para personas refugiadas en terminar el Doctorado. Durante su aún corta estancia en nuestro país, al margen de ese importante logro académico, le ha dado tiempo a echar una mano en los asentamientos de temporeros de Huelva y a hacerle a escondidas el papeleo para esa misma beca a otros que, como ella, solo querían seguir formándose y salir adelante. “¡Uno de ellos es jefe en un hospital en Francia!”, exclama. Nada es más simple, no hay otra norma, nada se pierde, todo se transforma.

Pero “nada es fácil”. Agradecida a la Hispalense por la oportunidad, la historia de Noris Jarleny Flores no responde al apellido 'de superación' de forma gratuita. Dejando atrás una tragedia familiar, en marzo de 2018 llegó a Madrid con un “qué va a ser de mi vida aquí” en su cabeza, confiesa a SevillaelDiario.es en el Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Sevilla. Había terminado Microbiología en Honduras, pero el cambio radical de situación personal conllevaba miedo a empezar a trabajar, recuerda. La homologación de los estudios era lo primero, pero para aquello aún faltaban dos años, en pleno confinamiento. Mientras, su petición de protección internacional la llevó a ser voluntaria de Cruz Roja en Hueva durante cinco meses de la mano de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y un programa de asilo y refugio.

Y en esas, encontró “esa beca”, esa convocatoria de Ayudas al Estudio para Personas Refugiadas puesta en marcha por la Universidad de Sevilla que recondujo su vida y que le permitió doctorarse. “He tenido mucha suerte”, se repite, con alabanzas a sus compañeros y a la gente que le ha ido ayudando en su camino. “Rodéate de personas que crean en tus sueños, animen tus ideas, apoyen tus ambiciones y saquen lo mejor de ti”, de Roy T. Bennet, es una de las citas con las que arranca su tesis. Esto es, eliminando sustancias tóxicas de su vida como ella hace 'biorremediando' el agua en las marismas del Odiel y del Piedras. La investigación llevada a su vida, otra vuelta de tuerca a su particular 'todo se transforma'.

“Una vida muy tranquila, sin miedo”

En aquel marzo de 2018 le esperaba una hermana y, con sus ahorros, iba tirando. Al tener conocimiento de la beca para personas refugiadas, pidió solamente la ayuda parcial, que le pagaba la matrícula, renunciando a los pagos mensuales de manutención. “Pensé que otros estudiantes tendrían más opciones de seguir con sus estudios”, dice sin pretensiones. La ayuda completa ya la tuvo que pedir al año siguiente porque esos pocos ahorros se fueron agotando. “Gracias a eso y al apoyo y recomendación de mis directores pude seguir con el Máster y luego el Doctorado”, señala.

Ella tuvo que “empezar de cero en un país desconocido”, pero tuvo la “suerte” de encontrar por el camino a “personas maravillosas”. No puede evitar emocionarse al echar la vista atrás, donde había dejado “mi vida”. Llevaba una vida normal, pero tuvieron que ir abandonando su país. “Nunca imaginé que me tendría que ir”, relata. Con la nacionalidad española desde hace solo unos meses, la penúltima de una docena de hermanos (el mismo número de horas que tardó su vuelo desde Honduras) echa de menos a sus padres, a quienes no ve desde hace cinco años. Su intención era venir, pero llegó la Covid primero y otras circunstancias personales después. “Quizás algún día se arregle todo y vuelva”, confiesa, aunque reconoce que en Sevilla lleva “una vida muy tranquila, sin miedo”.

Con esfuerzo y trabajo todo se puede conseguir. Las barreras nos las ponemos nosotros mismos. Hay que aprovechar las oportunidades que te da la vida

De Honduras recuerda cuando era adolescente cómo ayudaba a los niños que vivían en la calle. “Les dábamos de comer, les enseñábamos a leer. Eso me marcó la vida”. Siempre con la guía de sus padres, lamenta lo “cruel” que era la vida de aquellos pequeños compatriotas, pero se alegra “mucho” al haber sabido que “algunos de ellos pudieron estudiar”. “Mis padres me han enseñado a ayudar a las personas. Estoy segura de que eso tiene algo que ver con la suerte mía y de mis hermanos”, dice pese a todo lo pasado. “Hay que luchar por los sueños”, asegura, admitiendo en todo caso que supo moverse bien.

Deseo personal, deseo científico

Finalmente, el pasado 18 de mayo leyó su tesis. “Gracias a mis padres por estar orgullosos”, resume en los agradecimientos. Y ahí sigue, con un contrato con cargo a un proyecto de investigación en el departamento en el que la visitamos, rodeada de microscopios, balanzas, mezcladores y otros utensilios. Esperando a que salga una convocatoria para proseguir con sus estudios posdoctorales, Noris Jarneley, aunque sabe que “cada vez es más complicado seguir en la Universidad”.

Noris Jarnely no quiere dejar la oportunidad de expresar “un deseo personal y un deseo científico”, lanza al final de la conversación. “Me gustaría que se siguiera invirtiendo en este tipo de becas para refugiados para formarse”, reclama. Ella admite que quiere “servir de ejemplo” a otras personas migrantes, sabiendo que “al principio es difícil, pero no imposible”. “Con esfuerzo y trabajo todo se puede conseguir. Las barreras nos las ponemos nosotros mismos. Hay que aprovechar las oportunidades que te da la vida”.

A su deseo científico tampoco habría mucho más que añadir más allá que transcribir las notas: “Que se invierta más en ciencia e investigación, que se ofrezcan buenos contratos a los investigadores. Porque se pueden hacer muchas cosas y, muchas veces, los resultados se quedan en los artículos, en las publicaciones que se nos piden. ¡Hay que invertir para llevar a cabo todo el proceso!” (por ejemplo, “regenerar los suelos de las marismas”). “No investigamos para que se quede en un papel sino para ejecutarlo”, insiste.

De los deseos pasamos a los hechos, que no pueden estar más relacionados con la actualidad. Noris Jarnely habla a boca llena de que en su departamento han conseguido “resultados impresionantes” en el cultivo de la fresa “reduciendo la cantidad de agua”. Inoculando determinadas bacterias, las cosechas han crecido un 20% con menos riego, explica con detalle. “Se puede. Tenemos los resultados”, zanja.

De vuelta a lo personal, ella quiere “llevar una vida tranquila, feliz, y que le pase igual a otras personas que tienen que emigrar”. Martin Luther King también se presenta en el arranque de su tesis: “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy, todavía plantaría un árbol”. Fue su 'dream', y también el de la primera estudiante de la Universidad de Sevilla con una ayuda al estudio para personas refugiadas en terminar el Doctorado.

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