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Alerta sobre los plásticos orgánicos: no todo lo 'bio' es 'eco'

Una persona introduce una botella de plástico en un contenedor amarillo.

África Gelardo Arrebola

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España, Europa y el mundo tienen un problema con la basura de plástico: es ingente y dura siglos. España vierte unas 126 toneladas de plásticos al mar cada día. El 76% de los desechos en las playas españolas son objetos de un solo uso como bastoncillos, pajitas, cubertería o botellas. Con la pandemia de COVID-19, se han añadido mascarillas y guantes que han incrementado los residuos plásticos y sus impactos ambientales, según ha analizado la Agencia Europea del Medio Ambiente.

Con la tramitación de la futura Ley de Residuos y Suelos Contaminados y el objetivo de la reducción de residuos y la búsqueda de alternativas más ecológicas, se plantea sustituir los plásticos convencionales por los llamados bioplásticos: materiales no derivados del petróleo que pueden ser o no biodegradables. Sin embargo, este tipo de residuos no son tan bio como parecen, muchos tardan años en degradarse o necesitan condiciones muy específicas para hacerlo.

Según datos de la Comisión Europea, España es el cuarto país de la Unión Europea que demanda más plástico, con más de 3.500 millones de toneladas anuales. La mayor parte de los envases plásticos provienen de combustibles fósiles como el petróleo y muchos de ellos son de usar y tirar, con lo que acaban contaminando el entorno y descomponiéndose en microplásticos, que dañan los ecosistemas e, incluso, nuestro organismo. Teniendo en cuenta el grave problema que supone el plástico para el medioambiente, se están buscando alternativas sostenibles a estos materiales.

Una investigación de la organización Amigos de la Tierra señala que los 'bioplásticos' pueden convertirse “una herramienta más de greenwashing” para crear una “etiqueta de supuesta sostenibilidad” y que agrava el problema de la contaminación medioambiental. Asimismo, el informe añade que la producción de este tipo de plásticos, destinados en su mayoría a “productos no duraderos y de un solo uso”, aumentará en los próximos años. Esto conlleva otro problema de sostenibilidad: los procesos de cultivo intensivo necesarios de vegetales como el maíz o la remolacha para abastecer la generación de toneladas de plásticos con la marca bio.

Fácil confusión

La confusión que provocan estas alternativas a los plásticos convencionales, según el documento de la ONG ecologista, es que “no todos los materiales bio-basados son biodegradables y compostables y viceversa”. Esto se debe a que el término es poco específico y engloba a diversos tipos de productos, que caen en la categoría de plásticos de origen vegetal, como la celulosa o el maíz; y plásticos convencionales que pueden biodegradarse, pero en condiciones “muy concretas”.

Es decir, que degradarse en el medio o conseguir un compostaje con estos productos no depende exclusivamente del material con el que están fabricados: pueden existir plásticos bio que no son biodegradables ni compostables. Amigos de la Tierra denuncia que el término bioplástico “es ambiguo” y que “su uso no está regulado, lo que permite que las empresas lo utilicen con libertad” debido a su “apariencia ecológica”.

En este sentido, otra de las claves que apunta el estudio es la diferencia entre lo compostable y lo biodegradable. La biodegradación es “la capacidad de un material para ser degradado por la acción natural de microorganismos”; mientras que el compostaje es “una biodegradación aumentada en procesos controlados”. Es decir, un plástico compostable solo se biodegradará en plantas industriales, no en condiciones naturales o domésticas. De esta manera, una bolsa de bioplástico podría estar presente en el medio durante años.

El informe de Amigos de la Tierra señala que esta sustitución del plástico convencional es una “cortina de humo” que camufla lo que consideran el problema real, “la cultura del usar y tirar”.

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