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Se cae el estereotipo del gay adinerado: las familias LGTBI ganan un 20% menos

Imagen de archivo del Orgullo LGBTI en Maó

David Noriega / Ainhoa Díez

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La economía es uno de los principales indicadores que ilustra la desigualdad. Se ve de puertas para afuera, pero también hacia dentro. Los hogares LGTBI son, de media, un 20% más pobres que los de la población general, según una encuesta de 40dB para la Federación Estatal LGTBI+. Una merma que se traduce en unos ingresos netos de 6.000 euros menos. Aunque todos cobran menos, esta cifra va por grupos. Los hogares formados por hombres gais son quienes menos sufren esta desigualdad salarial, frente a las personas trans o asexuales, las más agraviadas.

Según la encuesta de condiciones de vida del Instituto Nacional de Estadística, la renta neta media por hogar entre la población general se sitúa en los 32.216 euros al año. La cifra se encuentra muy alejada de la que arroja el informe, publicado este miércoles, para los hogares LGTBI: 26.076,9 euros al año. El trabajo apunta a varios factores que pueden explicar esta brecha, como el abandono temprano del hogar por expulsión, la propia discriminación salarial, la inestabilidad laboral del colectivo, en línea con su alta tasa de autónomos y el bajo nivel de trabajo por cuenta ajena o las consecuencias de una menor red de apoyo familiar, para aquellas personas cuya salida del armario supone una ruptura con su núcleo más cercano.



“En estudios anteriores hemos visto que solo el 30% de las personas LGTBI sale del armario en el ámbito laboral entre sus compañeros y solo un 15% ante sus jefes”, ilustra el sociólogo y secretario de organización de la Federación, Ignacio Paredero, que apunta a la discriminación en el ámbito laboral como una de las causas de la diferencia en el trabajo por cuenta ajena, del 71,4% entre la población general frente al 64,8% dentro del colectivo.

Más allá del grueso del colectivo, las realidades que representa cada sigla son muy diferentes. “Lo que conocíamos y esperábamos es la situación más precaria de las personas trans, motivada por varios motivos, como el abandono escolar y del hogar o la discriminación en el ámbito laboral, además de otros datos que no están en este estudio, como las agresiones” o el mayor nivel de violencia que sufren, indica el experto. La gran sorpresa, aclara, es “la afectación muy fuerte entre las mujeres lesbianas”. “Podíamos esperar cierta brecha porque el género siempre afecta, pero hemos visto que es un colectivo muy vulnerable” y con niveles de renta “muy polarizados”. Como se muestra en el gráfico, son el segundo grupo con mayor porcentaje de hogares con ingresos por encima de los 4.000 euros mensuales, pero el tercero con mayor tasa por debajo de los 1.000.



Los hogares formados por hombres gais son los que menos sufren esta brecha. Aún así, los datos del informe de la FELGTB+ tiran por tierra el estereotipo del gay adinerado. La renta media en estas casas se sitúa en los 31.900 euros al año. Como se puede apreciar en el siguiente gráfico, esta cantidad es casi un 20% más que la media del colectivo, un 16% más que en los hogares de lesbianas o un 40% más que en los de personas asexuales. Con todo, sigue estando por debajo de la población general.



El propio informe reconoce las limitaciones a la hora de generalizar los datos de determinadas poblaciones, en concreto en el caso de las personas trans, no binaries y asexuales, por contar con muestras más pequeñas que llaman a “extremar la prudencia”. A la hora de analizar las diferencias entre los grupos del colectivo, el trabajo apunta a una multiplicidad de casuísticas, como la discriminación en la empleabilidad, efectos de la discriminación en la trayectoria vital o la estructura de los hogares.

Aunque estima que “se requerirán análisis futuros”, de la evidencia disponible hasta la fecha se pueden extraer algunas pistas, como el mayor sueldo medio de los hombres frente a las mujeres o la menor tasa de paro, que es más pronunciada entre las personas del colectivo; las mayores posibilidades de estas de tener descendencia, lo que aumenta los miembros en el hogar; o la discriminación histórica de las personas trans en el mercado laboral.

El informe analiza también el índice AROPE, que mide las situaciones de riesgo de exclusión social. De nuevo hay dinámicas diferenciadas pero, como se aprecia en el gráfico, salvo en el caso de las vacaciones y con una diferencia de menos de un punto, la población general se encuentra en una mejor situación.



En el 14% de los hogares LGTBI no pueden permitirse una comida de carne, pollo o pescado, al menos, cada dos días. Son 8,5 puntos más que en el caso de la población general. Además, el 40,3% (frente al 35,5%) no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos y el 44,8% ha tenido retrasos en el pago de gastos relacionados con la vivienda principal, 35 puntos más que el resto.

“Todos los indicadores del estudio apuntan en la misma dirección: las familias LGTBI tienen una renta inferior, mayor precariedad, peores datos de sinhogarismo, indicadores AROPE... Todo esto ilustra que, en efecto, estamos sufriendo mayor precariedad”, concluye Perera.

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