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Cuando las cifras engañan: la mortalidad en la temprana infancia en el primer franquismo

Francisco Franco en el desfile militar en el paseo de la Castellana en conmemoración del 35 aniversario del final de la guerra civil española.

Enrique Llopis, José A. Sebastián, Ángel L. Velasco, Víctor M. Gómez-Blanco y Víctor M. Sierra

12 de diciembre de 2025 21:33 h

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El pasado 20 de noviembre se cumplieron cincuenta años de la muerte de Franco y del principio del fin de la dictadura. Durante ese medio siglo, historiadores y científicos sociales han realizado una intensa labor investigadora para reconstruir con rigor la evolución económica, social e institucional de España entre 1939 y 1975, superando interpretaciones condicionadas por las narrativas oficiales del régimen. No obstante, aún quedan asuntos por dilucidar, siendo el relativo a la mortalidad en la temprana infancia en el decenio de 1940 uno de los más llamativos.

En 2001, en una sesión plenaria del VII Congreso de la Asociación Española de Historia Económica, dedicada a la economía en el primer franquismo, el destacado demógrafo David Reher dejó perplejo y soliviantado al auditorio al presentar, para la España de los años cuarenta, unos resultados demográficos extraordinarios que chocaban con los desastrosos balances de otros indicadores del nivel de vida —desde el consumo de productos básicos hasta el gasto sanitario o la construcción de viviendas— mostrados en la misma sesión. Según los cálculos de Reher, basados en las estadísticas oficiales, la esperanza de vida al nacer habría aumentado unos doce años durante esa década, la mayor alza jamás registrada en un decenio, gracias, en gran medida, a la drástica reducción de la mortalidad infantil —la de los menores de un año—, que habría caído casi un 33% entre 1930-1934 y 1945-1949; y, añadimos nosotros, a la de la mortalidad tempranojuvenil —de uno a cuatro años—, que habría disminuido en igual período casi un 58%. A muchos de los investigadores presentes les surgieron dos dudas que han persistido en el tiempo: 1) ¿pudo realmente la población española alcanzar esos asombrosos resultados en los años cuarenta?; y 2) ¿pudieron ser tan enormemente dispares en España las trayectorias de los indicadores económicos y sociales, por un lado, y la de los demográficos, por otro, en dicha década?

El que este supuesto milagro demográfico se sustentase esencialmente en el desplome de la mortalidad en la temprana infancia nos ha inducido a averiguar si las estadísticas oficiales de hechos vitales permiten medir adecuadamente el riesgo de deceso de los menores de cinco años en las décadas de 1940 y 1950. Aunque los especialistas han identificado algunos de sus defectos, las han seguido utilizando para efectuar cálculos análogos en los distintos grupos de edad en la infancia.

Para evaluar la verosimilitud y coherencia de los cocientes españoles de mortalidad en la temprana infancia (a 0 días, a 0 meses, de 1 a 11 meses, a 0 años y de 1 a 4 años) los hemos analizado y comparado con los correspondientes a otros 13 países de Europa occidental —Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suecia, Escocia, Inglaterra y Gales, Irlanda del Norte, República de Irlanda, Bélgica, Países Bajos, Austria, Suiza e Italia— que disponen de mejores estadísticas de hechos vitales que el nuestro, y con los de las 17 Comunidades Autónomas españolas en el período 1925-1974 o en el intervalo 1941-1974.

De 1941 a 1959, España, de la muestra empleada de 14 países del occidente europeo, era líder destacada en mortalidad postneonatal —de 1 a 11 meses— y tempranojuvenil —de 1 a 4 años—; en cambio, ocupaba el séptimo lugar en mortalidad neonatal —en el primer mes— y el último en mortalidad en el primer día de vida (Cuadro 1). Esto es completamente inverosímil. Asimismo, resulta inaceptable que la mortalidad en el primer día de vida aumentase notablemente después de 1960 y que la neonatal repuntase en esa década, cuando la medicina curativa y los servicios pediátricos estaban expandiéndose a notable velocidad, y la economía española atravesaba una fase decisiva de crecimiento y modernización. El cotejo de los niveles y las trayectorias de los diversos cocientes de mortalidad en la temprana infancia de las distintas Comunidades Autónomas también aporta evidencias que indican claramente la existencia de un relevante sesgo a la baja en el cálculo de la mortalidad en el primer día, en el primer mes e, indirectamente, en el primer año de vida, en especial hasta finales de la década de 1950, en muchos territorios peninsulares e insulares. De todo ello cabe deducir que las estadísticas españolas de hechos vitales no permiten un buen acercamiento a la mortalidad a 0 días, a 0 meses y 0 años, sobre todo durante el primer franquismo.



¿Qué alternativas tenemos? La primera, sin duda, las fuentes sacramentales. Hemos efectuado un ensayo con una muestra de 20 localidades de Guadalajara, una de las provincias españolas en las que históricamente el índice de cobertura de las defunciones de párvulos ha sido más alto. Sin embargo, estas fuentes son de peor calidad, incluso, que las civiles en las décadas de 1940 y 1950. De hecho, las probabilidades de deceso en el primer mes y en el primer año de vida, de 1941 a 1959, obtenidas de los libros parroquiales en las 20 localidades citadas fueron un 32,1 y un 22,2 % inferiores a las calculadas a partir de las estadísticas oficiales de la provincia de Guadalajara.

Descartada esta vía, no queda más remedio que estimar los cocientes de mortalidad con mayores deficiencias, especialmente los de mortalidad neonatal. Para ello, hemos seguido una estrategia empleada por la Organización Mundial de la Salud: la imputación de los valores de la variable citada mediante modelos de regresión. Este método parte de utilizar como base de la estimación una serie de mortalidad considerada más fiable, la de 1 a 11 meses en este caso, y resulta viable en esta ocasión por la fuerte y estable correlación observada entre la mortalidad neonatal y la postneonatal en los otros 13 países europeos de la muestra. Los cocientes de mortalidad infantil, lógicamente, han de corregirse en consonancia con los nuevos valores imputados de mortalidad neonatal.

Los resultados de este ejercicio estadístico son reveladores ––ver Gráficos 1 y 2––. De 1941 a 1959, los promedios de los cocientes corregidos de mortalidad neonatal e infantil superan a los originales en un 58 % y un 17 %, respectivamente, una diferencia que refleja el elevado grado de infravaloración de estos. De 1960 a 1974, aunque las diferencias se reducen, los unos aventajan a los otros en un 29 y un 15 %, respectivamente. Esta mejora, debida en gran medida a la Ley del Registro Civil de 1957 y a la implantación, desde el 1 de enero de 1960, de nuevos boletines estadísticos diseñados para, entre otros fines, subsanar las deficiencias en el registro de fallecimientos de recién nacidos, no acabó, sin embargo, con todos los problemas que aquejaban a las estadísticas de hechos vitales. Por tanto, el uso de las cifras oficiales induce a una muy elevada y considerable infravaloración de la probabilidad de deceso neonatal e infantil, respectivamente.





Es importante, además, señalar que nuestra revisión al alza de los cocientes de mortalidad neonatal e infantil ha sido conservadora: es muy probable que los riesgos de deceso a 0 meses en algunos de los países de la muestra, al igual que los de 1 a 11 meses en España, también presenten un sesgo a la baja. Por tanto, nuestra estimación debe considerarse como un umbral mínimo de los cocientes de mortalidad en el primer mes y en el primer año de vida.

El Cuadro 2 recoge de forma simplificada los resultados de la investigación a través de las tasas medias anuales acumulativas de decrecimiento de ambos cocientes de mortalidad. Como puede observarse, el resultado es inequívoco: el supuesto milagro del primer franquismo fue, en buena medida, un artefacto estadístico. Una vez corregida en parte la infravaloración, no solo el punto de partida de la mortalidad infantil y neonatal era considerablemente peor, sino que la mejora durante los años de la posguerra fue más lenta de lo que sugerían las cifras oficiales.



En definitiva, los logros en la lucha por la supervivencia de la población infantil en el primer franquismo fueron bastante menos excepcionales de lo que se ha contado, y el mayor avance llegó más tarde, con el desarrollismo. De esta manera, la fase decisiva de la transición demográfica fue algo menos precoz y no tan espectacular como se ha venido repitiendo desde hace algunas décadas; además, la máxima velocidad de caída de la mortalidad neonatal e infantil se produjo, precisamente, cuando la economía y los servicios pediátricos crecían más rápidamente. Reconstruir la historia con datos de deficiente calidad induce a veces a generar narrativas asombrosas en las que el desempeño de algunas variables resulta casi imposible de explicar. El milagro demográfico del primer franquismo, sobre todo el de la década de 1940, queda, cuando menos, cuestionado tras desvelar la magnitud de las deficiencias de las estadísticas de hechos vitales en torno al parto y en el primer mes de vida de los niños.

Este artículo está basado en la obra Llopis Agelán, E., Sebastián Amarilla, J.A., Velasco Sánchez A. L., Gómez-Blanco, V. M. y Sierra-Marquina V.M. (2026). La mortalidad en la temprana infancia en España, 1939-1974. ¿Milagro en el primer franquismo? Granada: Comares. La publicación es parte del proyecto PID2023-149820NB-I00, financiado por MCIN/AEI/10.13039/501100011033/ y por FEDER Una manera de hacer Europa, UE.

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