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Seis claves para entender lo que pasó en la Cumbre del Clima de Madrid

ONG internacionales denuncian que la COP25 ha olvidado la justicia climática

Raúl Rejón

La Cumbre del Clima de Madrid se ha salvado a última hora de ser un fracaso total. Un agónico acuerdo final que ha desembocado en un llamamiento a los países para que incrementen sus esfuerzos contra la crisis climática. Durante horas sobrevoló la posibilidad de que todo saltara por los aires.

Brecha con la urgencia de la ciencia

La brecha entre lo que se está haciendo y lo que la ciencia calcula que debe hacerse sigue abierta. La cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero está muy por encima del nivel necesario para cumplir el Acuerdo de París: limitar el calentamiento de la Tierra a menos de 2ºC y, mejor, pararlo en 1,5ºC. Tras alcanzar el máximo histórico en 2018 (55,2 gigatoneladas, 55.200 millones de toneladas), los científicos de la ONU han estimado que debe recortarse el 55% del CO enviado a la atmósfera de aquí a 2030. Una década de margen.

La declaración arrancada en el último minuto en Madrid durante la COP25 llama a los países a preparar planes que vayan a más. Y recuerda que hay que tratar de reducir esa brecha. Sin embargo, no se incluye un calendario específico ligado a la última advertencia del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

“Ahora mismo, Groenlandia está perdiendo masa seis veces más rápido que antes, y la Antártida al menos dos veces más rápido. Australia está ardiendo, y esto está sucediendo solo con un calentamiento de 1°C. Sabemos que sobrepasar los 2°C es un riesgo. No hay tiempo para que se derrumben las negociaciones sobre el clima”, ha comentado Pam Pearson, directora de la Iniciativa Internacional sobre el Clima de la Criosfera.

Clamor de la calle poco escuchado

Durante la cumbre, casi cada ONG que tomaba la palabra en Madrid pedía que se escuchara a la gente. El fenómeno Greta Thunberg ha multiplicado la resonancia de las reivindicaciones sociales para que los gobiernos aceleraran su acción para detener el deterioro del clima. La figura de la activista sueca ha impactado en la conferencia: sus intervenciones, varias veces silenciosas, y su discurso ante el plenario han subrayado cómo la demanda ciudadana ha crecido para que la crisis climática ocupe un lugar central en las políticas de los estados.

Gran parte de estas organizaciones se han sentido decepcionadas tras el cierre de la COP. En España, Ecologistas en Acción, Greenpeace y Seo-Birdlife han compartido la sensación de que, al final, la voz de los ciudadanos tiene poco impacto en las negociaciones en comparación con sectores empresariales que tienen cabida en la cumbre. “El liderazgo climático ha estado presente en la COP25, pero no de la mano de los gobiernos. Es el movimiento de la justicia climática lo que va a transformar el mundo”, ha resumido la activista chilena de Fridays for Future Ángela Valenzuela.

Las posiciones de los países

Las negociaciones climáticas funcionan por consenso. Esto supone que cualquier país tiene derecho a intervenir, pero también cualquier país puede bloquear. La salida (ya en proceso legal) de EEUU del Acuerdo de París ha lastrado ese ambiente de multilateralismo que necesita este proceso para funcionar.

La investigadora del Real Instituto Elcano Lara Lázaro destaca que traer la cumbre a Madrid refuerza el “espíritu de cooperación”. Sin embargo, “la creciente desconexión entre partes de la sociedad civil y de los negociadores debilita la confianza en el proceso de negociaciones internacionales sobre el clima en un momento en que la ciencia nos insta a actuar de manera decidida”, ha añadido.

Con EEUU en la puerta de despedida, han surgido reticencias. China e India no quieren comprometer su crecimiento económico y han considerado que renunciar ya y completamente a alguna fuente de energía (como el carbón) pone en riesgo su PIB.

Brasil ha intervenido mucho y, según se ha podido ver, en numerosas ocasiones para entorpecer. En el pleno final, el delegado brasileño ha pedido varias veces que se eliminara un párrafo que pide estudiar la interacción y protección del océano con el cambio climático.

Ha llovido una retahíla de intervenciones en su contra: desde España a EEUU, pasando por Indonesia, Canadá, Costa Rica, Belice y Noruega. Solo tras no conseguir en tres ocasiones la eliminación del texto ha dado su brazo a torcer. Luego ha vuelto a protestar por no conseguir que los mercados de emisiones de CO tuvieran en cuenta sus pretensiones de poder comerciar con antiguos créditos arrastrados del ya casi extinto Protocolo de Kioto.

La nueva atmósfera que se ha respirado en las negociaciones de Madrid ha destilado desconfianza.

Salvar la cita

Precisamente, el peligro de que la COP25 se evaporara tras la renuncia de Chile a albergarla en su país añadía más gasolina al deterioro del ambiente en las relaciones y negociaciones climáticas. La cumbre se trasladó de urgencia a Madrid con la idea de no perder la cita y seguir, al menos, impulsando la agenda. Que no se estancara por la desaparición de la COP. La conferencia en España ha mantenido una secuencia que se inició, y no ha tenido interrupciones, en 1995.

La presidencia de Chile

Aunque no ha organizado materialmente la cumbre, Chile ha presidido la COP25. Los trabajos previos corrían de su parte. Y las negociaciones en Madrid estaban bajo su coordinación. La ministra chilena Carolina Schmidt ha sido la presidenta de esta conferencia. Sin embargo, el trabajo de la delegación chilena no consiguió llegar a un consenso cuando las conversaciones se habían alargado hasta la madrugada del sábado al domingo.

Las posturas enquistadas en varios puntos de la agenda han amenazado con descarrilar las negociaciones. La propia Carolina Schmidt ha solicitado ayuda a la ministra española en funciones Teresa Ribera para reconducir las conversaciones. Numerosas delegaciones han protestado por la manera en que Schmidt estaba conduciendo las reuniones definitivas: en una sesión plenaria le han afeado que dejara fuera a muchas de las partes: “Hasta el 90% de las delegaciones”, ha dicho el enviado de Papúa Nueva Guinea.

Mercados de emisiones

El artículo 6 del Acuerdo de París se queda, de momento, sin regulación cuando, teóricamente, está a punto de entrar en funcionamiento. Había diferencias insalvables. Países como China o Brasil querían seguir comerciando con derechos heredados del Protocolo de Kioto. Y no creían necesario aplicar normas estrictas para evitar que el ahorro de emisiones de un país (que le generan un crédito con el que comerciar) contara como recortes en el vendedor y el comprador: el mismo ahorro contado dos veces. La Unión Europea expresó desde un principio que eso era inaceptable: “Mejor ningún acuerdo que un mal acuerdo”, fue su lema.

No ha habido acuerdo. Pero este mecanismo se ha comido un montón de tiempo y atención por parte de la presidencia de Chile, que ha considerado de gran relevancia conseguir activar estas llamadas “soluciones basadas en el mercado”. Una apuesta que, a la luz del resultado, les ha salido mal. Y ha lastrado el trabajo para el resto de la agenda.

El resultado ha sido “muy decepcionante”, resume la directora del Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente, Ana Barreira: “Aunque no se reconozcan los informes científicos, la Tierra seguirá la trayectoria de calentamiento”.

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