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La Constitución que consagró a medias la igualdad: “Nos la dejamos en el tintero”

Ana María Ruiz Tagle /Foto: Luis Serrano

Marta Borraz

Ninguna votó a favor de la prevalencia del hombre sobre la mujer en la línea de sucesión a la Corona española. Las 21 diputadas del Congreso que formaron parte de la legislatura constituyente que dio a luz la Constitución, votada en referéndum el 6 de diciembre de hace hoy 40 años, decidieron romper con la disciplina de voto de sus respectivos partidos y no apoyar un artículo, el 57.1, que consideraban inadmisible e incoherente. Eso teniendo en cuenta lo que el mismo texto recogía en apartados anteriores: la igualdad ante la ley sin discriminación por motivos de sexo del artículo 14.

Cuatro décadas después, con los ojos del presente son muchas las voces que piden un nuevo proceso constituyente que tenga en cuenta las bases feministas que ya intentaron empujar entonces, sujetas al descrédito y la incredulidad, algunas de las 21 diputadas –y seis senadoras– conocidas ahora como Las Constituyentes. Las llamadas madres de la Constitución llevaron a cabo un trabajo tenaz y en la sombra en un mundo masculinizado, el de unas Cortes que contaban con 700 componentes.

Ya están acostumbradas a recibir llamadas de periodistas y estos días han repetido su experiencia, aquel momento que definen como “ilusionante para todos”, en los diferentes foros a los que son invitadas, pero no siempre ha sido así. Los padres de la Constitución, los siete hombres que se encargaron de redactar el texto, ocuparon durante las últimas décadas los titulares y la memoria. “Yo no pude intervenir directamente en el texto, pero trabajé con Gregorio Peces Barba en el artículo 9, que obliga a los poderes públicos a fomentar las condiciones para lograr la igualdad y libertad. Ahí pensábamos, entre otras cosas, en la igualdad entre hombres y mujeres”, explica Carlota Bustelo (Madrid, 1979), diputada por Madrid del PSOE.

A sus 79 años, la que en 1983 y tras la victoria de Felipe González, se convertiría en la primera directora del Instituto de la Mujer, echa la vista atrás y perfila el futuro que le gustaría: “Siempre lo creí y lo sigo manteniendo, si hay una reforma de la Constitución tendrían que introducirse los derechos de las mujeres, como los derechos sexuales y reproductivos o la violencia de género. Debería haberse incluido, pero en aquella época no se hablaba de ello y si lo mencionabas, no te creían o te decían que eran cosas de las clases trabajadoras”.

Su propia batalla libró Teresa Revilla (Tetuán, 1936) desde la UCD (Unión de Centro Democrático), el partido que gobernaba entonces y en el que recayó en 1977. Revilla fue la única mujer de entre los 39 miembros de la Comisión Constitucional, algo que logró tras llamar personalmente a Leopoldo Calvo Sotelo, entonces portavoz de la formación, y pedírselo. “Unos días después aceptaron la propuesta y allí estuve, debatiendo enmiendas al borrador de la Constitución. En aquel entonces, la escasa presencia femenina se aceptaba, era algo que pasaba desapercibido”, lamenta.

El movimiento feminista y la Constitución

Aunque admite no haber experimentado en su propia piel actitudes machistas, sí describe un episodio que aún recuerda a sus 82 años. “Durante los primeros días, había un ambiente muy emocionante y pasé por delante de varios diputados que, mirando hacia un grupo de diputadas que se encontraban un poco más lejos, espetaron 'ya están las gallinas en el corral'”, cuenta Revilla que, al mismo tiempo, reconoce haber estado “entre compañeros”. De lo que sí fue muy consciente es de la exigencia extra de profesionalidad a la que estaban –“y estáis”, señala– sometidas las mujeres. “Sabíamos que teníamos un compromiso mayor, y es que teníamos que demostrar que hacíamos bien aquello para lo que habíamos sido elegidas”.

Ana María Ruiz-Tagle (Sevilla, 1944), diputada del PSOE, fue otra de esas 21 mujeres que peleó desde su escaño por una Constitución más feminista. De voluntad rebelde, en su primer trabajo en una oficina, esta abogada laboralista tuvo retenido su salario durante varios meses porque se negaba a entregar la autorización de su marido a la que le obligaban para poder cobrar. “Eran otros tiempos más difíciles, pero somos conscientes de que en ese momento aparcamos la igualdad. Fue la Constitución de la libertad y de la democracia, pero nos dejamos en el tintero la igualdad”, asume.

Ruiz-Tagle está convencida de que el movimiento feminista no recibió de forma totalmente satisfactoria la redacción del texto y asegura que desde ese sector no fue apoyado de forma mayoritaria. “Sabíamos que no podíamos conseguir más, pero el movimiento feminista ya era muy fuerte entonces y sus reivindicaciones no se habían recogido”, lamenta consciente de que un nuevo proceso constituyente “deberá ser el de la igualdad”.

La enmienda que nunca llegó a votarse

El 18 de mayo de 1978 la Comisión Constitucional aprobó por unanimidad el artículo 14, el que consagra la igualdad. ¿Hubo alguna desavenencia a la hora de ponerlo sobre la mesa? “No le dieron mucha importancia. No era una cosa que a ellos les preocupara ni que echaran de menos”, cuenta Revilla. Pero para ella, y para ellas, sí que lo era. Así que la diputada de UCD fue la encargada de tomar la palabra y hacer una intervención, que asegura que repetiría hoy, ante sus compañeros: “Las mujeres no vamos a dar las gracias por ello ni tampoco vamos a mirar hacia el pasado con amargura o con rencor, ahora buscamos el futuro y en el futuro queremos simplemente querer ser para ser lo que podamos”, recoge el diario de sesiones.

Porque querer ser no era en 1978 suficiente para las mujeres. La dictadura de Franco había impuesto todo un sistema de férreos valores morales y normas patriarcales que relegaban a la mujer a un segundo plano. Una represión que se acrecentó en el caso de las militantes de izquierdas o aquellas que por algún otro motivo transgredían las fronteras del género. Muchas de ellas, como Bustelo, que participó en la creación del Frente de Liberación de la Mujer en 1976, fueron detenidas y trabajaron en la clandestinidad.

“Nos tomábamos el cambio con mucha ilusión porque pasábamos de una dictadura a la libertad”, cuenta Elena Moreno (Santander, 1941), diputada de UCD. En su caso, asegura que no sintió ningún tipo de discriminación, así que apenas pensaba sobre ello. Prefiere resaltar que “la verdadera Transición” fue la de “personas de muy diferente ideología trabajando juntas. Yo siempre digo que cuando entré al Congreso pensaba que Santiago Carrillo tenía tridente y cuernos...Luego nos dimos cuenta de que éramos personas con diferentes ideas que nos teníamos que respetar”. Moreno, que abandonó la política en 1982, no volvió a reintegrarse en su trabajo en el Banco de Bilbao, del que llegó a ser directiva, porque se quedó a vivir en Madrid, se casó y tuvo un hijo.

Las y los diputados constituyentes trabajaban desde las diferentes comisiones en las que participaron y ellas peleaban por formar parte de las consideradas más importantes. Bustelo solicitó a su partido formar parte de la de Educación o Sanidad –era una de las máximas defensoras de la legalización de los anticonceptivos y la planificación familiar–, pero no fue aceptada su petición. “Mis compañeros debieron pensar que yo, que era feminista, solo iba a decir cosas incómodas porque entonces el feminismo no estaba nada bien visto”, reflexiona.

A Revilla también le tocó pelear lo suyo en su partido a cuenta de la Corona. Presentó en la Comisión Constitucional una enmienda contra el artículo que determina la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión del trono, una oposición que unió a todas las diputadas. “Era una demostración tan clara de desigualdad...”, delibera Ruiz-Tagle. Finalmente y tras muchas presiones, Revilla retiró la enmienda, aunque intentó sostenerla hasta prácticamente última hora. “Me llamaban del partido para decirme que era algo delicado, que ya estaba pactado...y no tuve más remedio”.

Tantos años después, y orgullosa de su batalla, confiesa que algunos compañeros le han reconocido que tenía razón, pero igual que en 1978 prefiere no mirar al pasado con amargura y apuesta por buscar el futuro, un futuro en el que, de nuevo, las mujeres puedan querer ser.

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