Los científicos debaten si los peces, como los toros, sienten dolor
Saber si un animal siente dolor no es algo trivial. Biólogos, neurólogos, psicólogos e incluso filósofos han tratado durante años de averiguar qué seres vivos pueden sentir dolor y cuál es la mejor forma de averiguarlo. Ahora, un grupo de investigadores ha decidido crear una nueva revista científica, Animal Sentience, cuyo objetivo declarado es “centrarse en la capacidad de de sentir de los animales no humanos”.
“Los únicos sentimientos que podemos sentir son los nuestros y cuando se trata de los de los demás, solo podemos hacer suposiciones en base a su comportamiento”, explica el editor jefe de la nueva revista, Stevan Harnad. Las palabras de este investigador del Instituto de Ciencias Cognitivas de la Universidad de Quebec reflejan la dificultad que hay a la hora de abordar el problema.
Existen fundamentalmente dos formas de determinar si un animal puede sentir dolor. La primera está basada en la tesis de que solo se puede experimentar esta sensación si se tienen las estructuras neurofisiológicas adecuadas para ello. La segunda se centra en la respuesta de los animales a entornos nocivos, lo que se conoce como nocicepción. De forma simplificada se podría decir que si un organismo responde a un estímulo negativo huyendo de él, es que siente dolor.
Los mamíferos sufren de forma similar a los humanos
Las pruebas científicas acumuladas durante los últimos años dejan claro que los mamíferos sienten dolor, pues poseen un neocórtex similar al de los seres humanos. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), los mamíferos “tienen una estructura cerebral que les permite sentir el temor y el dolor, y es muy probable que lo sufran de la misma manera que los humanos”.
Sin embargo, el reino animal está plagado de especies para las que la respuesta a esta pregunta no resulta tan sencilla. Las aves, los reptiles o los peces, por ejemplo, carecen de neocórtex, aunque un estudio de 2012 determinó que las primeras tienen unas células similares a las de esta región del cerebro.
Para intentar aclarar esta situación, a finales del pasado año el Consejo Nacional de Investigación de EEUU (NRC, por sus siglas en inglés) decidió crear una comisión científica. Su conclusión, basándose en la pruebas obtenidas en mamíferos y aves, es que, como norma general, debe considerarse que “todos los vertebrados [no solo los mamíferos] son capaces de experimentar dolor”.
¿Qué ocurre con los peces?
Pero pese a las recomendaciones de la NRC, sigue existiendo debate para muchas especies. El primer número de la revista Animal Sentience se ha centrado en analizar el caso de los peces y en uno de sus artículos, el investigador de la Universidad de Queensland, Brian Key, concluye que los peces no pueden experimentar dolor, ya que “carecen de la arquitectura neuronal y la conectividad estructural necesarias para el procesamiento del dolor”.
El artículo de Key ha recibido no menos de 40 respuestas por parte de otros científicos, la mayoría de ellos críticos con su planteamiento. El investigador Jonathan Malcome, por ejemplo, asegura que “la falta de neocórtex no es motivo para negar el dolor en los peces, pues según ese criterio también deberíamos negar esta posibilidad en todos los animales no mamíferos, incluyendo las aves, algo que va en contra de consenso científico”.
En otra de las respuestas, la bióloga Victoria Braithwaite de la Universidad Estatal de Penn, recuerda que los peces disponen de nocioceptores y su comportamiento se ve alterado por el dolor, mientras que otros, como el profesor de filosofía de la Universidad Estatal de California, Robert C. Jones, aluden al principio de precaución a la hora de abordar el problema.
El caso de los peces pone de manifiesto la dificultad a la hora de abordar un tema que puede tener una importancia crucial a la hora de analizar la relación de los seres humanos con el mundo animal. “Nuestra revista se dedicará a explorar en profundidad qué, cómo y por qué siente cada organismo”, concluye Hartad en un editorial, ya que “averiguar si sienten o lo que sienten no solo es importante para los científicos, sino que también lo es por razones éticas, porque donde hay sentimientos, también puede haber dolor”.