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Elegir en precario: más de la mitad de los jóvenes estudiaría otra cosa si tuviese garantizado el futuro económico

Alumnos de Formación Profesional, en una imagen de archivo.

Paula del Toro

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El empleo es la segunda cuestión que más preocupa a los jóvenes, solo por detrás del medio ambiente. Las personas de edades comprendidas entre los 14 y los 24 años que se encuentran en su etapa formativa perciben el sistema educativo español y la formación como “un trámite para entrar al mercado laboral”, según el informe '¿Por qué estudiamos?' de la Fundación SM. El estudio revela que casi nadie estudia por el mero hecho de aprender o formarse: apenas lo hace uno de cada cinco. Los dos motivos principales para estudiar son dedicarse a lo que les gusta (29%) y tener más oportunidades de empleo (un 23%, y con cifras que van creciendo cuando se desglosan las respuestas por edad: cuanto más mayores, más pragmáticos).

Pero no todos los jóvenes en edad de formación tienen las mismas oportunidades y, en ocasiones, puede que no tengan la libertad para elegir una formación que les guste y a la vez les haga llegar a conseguir los conocimientos suficientes para su futuro. Su clase social, su situación económica y el entorno en el que estudian les condiciona en la elección de sus estudios, según la investigación. En este documento se reflexiona sobre la existencia de una diferencia significativa en la percepción de cómo y cuánto puede formarse un joven en España según la clase social a la que pertenece. Con carácter general, más de la mitad (un 54%) admite que si tuviera el futuro asegurado habría elegido otros estudios.

El informe señala que los estudiantes de clase baja y clase media-baja le dan “menos importancia a la vocación” y, a la hora de elegir plan formativo, se orientan por la “necesidad de insertarse en el mercado laboral lo más rápido posible y de la manera más fácil”. Según datos del Ministerio de Educación, solo el 20% de los alumnos matriculados en grado o ciclo pertenecen a familias con bajos ingresos. La directora del proyecto, Ariana Pérez Coutado, reflexiona sobre estos datos: “Los jóvenes que ven que su familia necesita recursos económicos se ven obligados a elegir estudios que les quiten poco tiempo de su día porque la mayoría tienen que compaginarlo con una actividad laboral”. 

¿Es el sistema educativo actual el modelo más adecuado para los retos presentes?

Esta diferencia de proyección de futuro según la clase social se ve en los resultados de las encuestas: el 79% de los y las jóvenes de clase alta opina que la oferta de plazas académicas “debería estar sujeta a las necesidades del mercado laboral” frente al 66% de los jóvenes de clase baja.

La investigadora señala que los alumnos con renta baja son los que más se guían por este criterio, pero no los únicos: “Los últimos años han creado una situación de incertidumbre y ansiedad en los jóvenes por no saber por dónde va a ir su futuro. El hecho de que hayan concatenado y sufrido tres crisis seguidas les deja con una situación muy mala respecto al empleo juvenil y eso les hace tomar decisiones sin guiarse por su motivación”, opina. “¿Es el sistema educativo actual el modelo más adecuado para los retos presentes?”, se pregunta. El informe señala que más de la mitad de los jóvenes (un 54%) sostiene que “si tuviese el futuro asegurado (económicamente) habría elegido otro tipo de estudios”. Este porcentaje se eleva al 67% cuando les preguntan si tener contactos proporciona más éxito profesional que estudiar.

Los estudiantes se ven obligados a sufrir una “titulitis”

Los currículums que llegan a las postulaciones para un empleo cada vez son más largos, y no por la experiencia que tenga ese perfil, sino por la cantidad de títulos académicos que rellenan el apartado de formación. El 61% de los jóvenes encuestados afirman que, según sus experiencias a la hora de buscar empleo, “tener una serie de conocimientos o habilidades no sirve de nada si no se puede demostrar con una titulación académica”. Un dato que puede ser revelador en esta cuestión es que cuatro de cada cinco jóvenes (79%) entienden que “la sociedad (en general) da más importancia a tener un título que a ser una persona formada”. 

Daniel tiene 16 años y es estudiante de bachillerato científico-tecnológico. En la presentación del informe reflexiona sobre estos datos: “Aunque he valorado hacer una FP porque ahora mismo está mucho mejor que hace unos años, ahora tengo claro que quiero hacer una carrera porque me ayuda a poder optar a hacer un máster o un doctorado. En España hoy en día es muy importante el hecho de obtener diferentes grados de formación porque existe esa ‘titulitis’. A la hora de contratarte se fijan solamente en tu currículum, más que en los conocimientos que tengas”. La investigadora Ariana Pérez piensa que “debemos meter en la cabeza a los jóvenes que la ‘titulitis’ ya no es símbolo de estatus ni conocimiento”, aunque entiende que “hay una parte muy pequeña de la sociedad que va a valorar su talento sin presentar un título, sobre todo los empleadores”. 

En mi familia son todos ingenieros y sé que, en parte, esa cuestión ha tenido mucho peso a la hora de elegir mi carrera

El dato que puede resultar optimista en esta cuestión es que, aunque quizá habrían elegido otra formación si sintiesen que no están condicionados por su situación, al 77% de los jóvenes les apasiona o motiva lo que estudian para conseguir esos títulos. Esta postura la ilustra Jimena, estudiante de bachillerato de ciencias en Madrid que se encuentra preparando la EVAU: “Yo ya tengo pensada la universidad a la que quiero ir. Estudio por tener un buen futuro, aunque creo que nos hacen elegir muy pronto, yo tengo mucha ilusión por llegar a ser ingeniera”.

Sin embargo, la directora del proyecto asegura que los estudiantes tienen estas opiniones porque toman sus decisiones “basándose en un catálogo que han considerado que tiene buenas salidas laborales de manera inconsciente” o “por las influencias de los padres”. Alberto quiere ser ingeniero informático y es uno de esos estudiantes en los que su familia ha tenido una gran influencia: “Quiero seguir mi formación para hacer una Ingeniería Industrial en la Universidad Politécnica de Madrid. Las asignaturas me gustan y tengo vocación, pero la verdad es que en mi familia son todos ingenieros y sé que, en parte, esa cuestión ha tenido mucho peso a la hora de elegir. También tengo claro que no solo la quiero elegir por las salidas, porque luego hay gente que no disfruta de la carrera y se va cambiando de una a otra”.

Acabar los estudios obligatorios y elegir una Formación Profesional en vez de una carrera universitaria sigue estando estigmatizado por alumnos y padres. Se refleja en los datos: menos de la mitad de los encuestados (45%) considera que este tipo de formación tiene el mismo reconocimiento que la universitaria y solo un tercio de los estudiantes que terminan la Educación Secundaria Obligatoria decide hacer una FP. Este estigma está más arraigado entre los estudiantes de 18 a 20 años. Sin embargo y al mismo tiempo, un 78% opina que la FP se está adaptando más rápidamente a las demandas cambiantes del mercado laboral que la formación universitaria. 

La educación se adapta pero la IA evoluciona muy rápido

“Cada día nos esforzamos por implementar metodologías activas en las clases para que los alumnos practiquen en su día a día cómo es la realidad de trabajar bajo presión o con un equipo”, explica Toñi Urquidi, directora del Colegio Corazón Inmaculado de Madrid. El informe concluye que el 82% de los jóvenes demanda una educación más enfocada al desarrollo de habilidades prácticas, pero también recoge que la mitad de los jóvenes se está adaptando lo suficiente a los cambios que existen en el mercado laboral futuro. 

Más de la mitad de los jóvenes se muestran “muy preocupados” por haber elegido una profesión que en el futuro vaya a ser sustituida por la tecnología. Ariana Pérez opina sobre el aumento de la influencia de la Inteligencia Artificial (IA) en la educación y el empleo: “Este sentimiento de preocupación lo tenemos que entender por la oleada mediática de los últimos meses sobre el impacto que puede tener la IA en la educación y en el empleo. El mundo va a cambiar y muchas profesiones, especialmente las mecánicas, puede que desaparezcan o se transformen”.

¿Y la orientación?

Por otro lado, según los jóvenes encuestados, la información y el seguimiento ofrecido por los servicios de orientación en sus centros no es suficiente para saber qué opciones tienen para seguir su formación, sino que reciben “información muy generalista”. Esto, según Pérez Coutado, “obliga a los estudiantes a ser pragmáticos por una orientación deficitaria sobre cuáles pueden ser sus opciones sin dejar de estudiar los que les gusta”. En datos, un 30,3% de los jóvenes tiene esta opinión, percepción que está todavía más arraigada entre los y las estudiantes con menos recursos. 

Por último, la encuesta también pregunta por el profesorado: los y las jóvenes españoles son los más críticos con la capacidad de los docentes para fomentar el interés por aprender y actualizar su metodología de enseñanza. Por un lado, más de la mitad piensan que son una pieza clave para su interés y motivación por seguir estudiando; sin embargo, tres de cada cuatro sostienen que la falta de vocación en los docentes tiene un impacto negativo en los estudiantes.

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