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La España sin ascensores: cinco millones de personas viven en bloques de pisos donde tienen que subir caminando

Ainhoa Díez

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Hace más de medio siglo que Paz Morales compró su piso en el barrio de Quintana (Madrid). Antes vivía en un bajo interior falto de luz así que, cuando pudo elegir cualquier vivienda de aquel bloque de tres plantas recién construido, lo tuvo claro. El más alto, para tener sol todo el día. A sus 94 años le pesa esa decisión tanto como el número escalones que le separan de la calle y la mantienen casi rehén en su propio hogar. “¡52 bien contados y, con el de la acera, 53!”, exclama.

Ahora lleva dos años en los que ha pisado la calle en contadas ocasiones: navidades, citas médicas y poco más. Antes de la operación de cadera que la obliga a desplazarse con ayuda de un andador recuerda subir las escaleras “tan ricamente, hasta cargada con la compra”.

Reconoce que la edad pasa factura, pero incluso siendo mayor se las apañaba para subir y bajar las escaleras al menos dos o tres días a la semana. Unas salidas que ahora anhela: “Con ascensor, la cosa sería distinta porque bajas y, por lo menos, das un paseo por la acera”.

Como ella, otras 5 millones de personas viven en pisos de tres o más alturas sin ascensor, según el análisis de elDiario.es de los microdatos extraídos de la Encuesta de Características Esenciales de la Población y las Viviendas (INE). En ella se pregunta a más de 400.000 individuos de toda España sobre las condiciones y equipamientos de las viviendas y los alrededores. Los datos señalan que la mayoría de estas personas se encuentran en edificios de tres plantas, donde casi la mitad de quienes residen en esos bloques no tienen acceso a un ascensor.



Perfiles como el de Paz Morales son los más habituales. Por edad, los que tienen de 60 años en adelante conforman el grupo más numeroso entre quienes viven sin acceso a un ascensor. En total, suman un millón de personas viviendo en edificios con 3 o más plantas obligadas a subir por la escalera. Algunas, como Paz, pierden la posibilidad de salir de casa. Otras, como Julia Ortiz, de la misma edad y que también reside en un tercero sin ascensor, todavía tienen la oportunidad de pisar la calle aunque sea con mucho esfuerzo y poca frecuencia. “Ay, hija, ¿has visto? Ya no puedo subir los escalones como antes, seguidos”, le dice a su hija, Manuela Torbellino, cada vez que se enfrenta a las escaleras de su casa. 

¿Perjudica la ausencia de esta instalación a la salud de personas mayores como ella? La investigadora del Instituto de Salud Carlos III y experta en envejecimiento saludable, Esther García-Esquinas, apunta que es, sin duda, un factor a tener en cuenta. El estudio sobre el efecto de las condiciones de la vivienda en los mayores en el que participó García-Esquinas evidencia que la falta de accesibilidad se asocia a un mayor riesgo de perder movilidad y otra serie de limitaciones funcionales.

A su vez, se vincula con un mayor aislamiento social y menor movimiento, con todos los problemas que se derivan de esta realidad para la salud tanto física como mental. Igual que Julia y Paz casi un 30% de estos mayores viven solos, por lo que la imposibilidad de salir a la calle también limita sus interacciones sociales. Paz Morales es de las últimas inquilinas originales que quedan en su bloque. Ya no conoce a sus vecinos y, a pesar de las visitas diarias de su hijo y de una persona que la acompaña un par de horas por las mañanas, se lamenta: “No veo a nadie; estoy todo el día sola, así que veo la televisión”.

Los estudios realizados hasta el momento sí indican que los mayores sin ascensor presenta más limitaciones y peor estado de salud, “pero no podemos saber si es el no tener ascensor lo que hace que empeores o es que el no tenerlo se deriva de otras características del edificio, como un menor poder adquisitivo en el barrio y otras serie de factores que no podemos controlar”, explica García-Esquinas.



Tener acceso o no a un ascensor es también una cuestión de renta. A medida que disminuyen los ingresos de los hogares, aumenta el número de edificios a los que solo se puede acceder mediante escaleras. Casi el 40% de quienes ingresan menos de 500 euros netos al mes y el 30% de los hogares en los que ningún miembro tiene estudios superiores residen en bloques de pisos sin ascensor.

Una cuestión que no resulta novedosa. “Es una consecuencia de cuál era el modelo de alojamiento para las clases populares en las grandes aglomeraciones urbanas”, explica el arquitecto y experto en urbanismo, Iván Rodríguez Suárez. El 33% de los pisos altos construidos en los 60 y el 23% de los edificados en los 70 no tienen ascensor. Es en esta época cuando Julia Ortiz y Paz Morales adquieren sus casas. En pleno éxodo rural.



“Que las viviendas de esa época no tuviesen ascensor es casi un dato anecdótico, no tenían nada. Se construyó de forma acelerada en la ciudad para acoger a la población que emigraba del campo y se hizo de forma precaria”, expone Rodríguez. Durante este periodo de desarrollismo no había una regulación a la hora de edificar, lo que permitía construir viviendas que ni siquiera estaban integradas en la ciudad. “Hablamos de producción para las clases populares, sí que había ascensores en aquellos años, pero eran viviendas para la burguesía”, aclara el investigador.

No es hasta la llegada de la democracia cuando la accesibilidad se convierte en un requerimiento a la hora de construir y, aunque los avances han sido notables, los datos indican que se siguieron construyendo muchas viviendas sin ascensor. Hoy, el 42% de las personas de más de 60 años que residen en este tipo de bloques llevan en sus hogares desde hace más de 4 décadas. Es decir, la mayoría son todavía los residentes originales de clase obrera que llegaron del campo en aquel momento.

En comunidades de vecinos como la de Julia Ortiz en la zona de Canillejas ni se han planteado la instalación de un ascensor. La decisión debe ser conjunta porque, a pesar de las ayudas, requiere de una inversión por parte de toda la comunidad, tanto para su emplazamiento como para su mantenimiento. 

“Económicamente mi barrio es de clase trabajadora. Las pensiones y los sueldos no son muy allá. Con pensiones de 600 o 700 euros, ¿Cómo vas a pagar esa cantidad de dinero?”, se pregunta su hija Manuela.



El arquitecto Fernando Landecho se encarga de la rehabilitación de estos edificios y señala que, a pesar de que ya sea obligatorio para todos los bloques de pisos contar con un ascensor que garantice su accesibilidad, continúa siendo un problema social muy importante. En gran medida por el factor económico. 

“Es en estos barrios con una vivienda más barata donde mayor demanda de ascensores hay, pero también es donde más esfuerzo supone incluso con las ayudas. Si una vivienda tiene un valor de 500.000 euros, gastar 10.000 en un ascensor supone un 2% del precio. Cuando la vivienda tiene un valor de 100.000, hablamos del 10% de lo que cuesta. Esto nos da una idea de lo inasumible que es la instalación”, expone Landecho.

Se trata, además, de viviendas pequeñas. Como se aprecia en el siguiente gráfico, el porcentaje de bloques sin ascensor aumenta en aquellos con pisos de menor tamaño, que son a su vez los que suelen tener un precio más accesible. Entre los bloques que tienen viviendas de menos de 30 metros cuadrados en casi un 38% se puede acceder exclusivamente mediante escaleras.



Pero el precio no es el único obstáculo. Para Paz Morales, no existe la posibilidad de instalarlo ya que el edificio es demasiado estrecho, al igual que la mayoría de bloques construidos de la época. En los hogares con menos de 60 m2, casi el 40% no cuentan con ascensor.

“Aparecen obstáculos como que la única manera de meter un ascensor en el bloque sea comiendo terreno al interior de una vivienda que ya de por sí suele ser pequeña”, comenta Landecho. Desde la actualización de la Ley de Propiedad Horizontal en 2013 es un problema que habitualmente se puede solventar instalando este elemento en la parte exterior del edificio. Una medida que el arquitecto califica como “un gran acierto”. “Es un ejemplo de legislación a favor de la ciudadanía”, defiende. Así, se permite ocupar una parte del espacio público cuando no exista otra posibilidad y con el consentimiento del Ayuntamiento.

A pesar de la mejora que ha supuesto esta normativa, para Paz no supone ninguna ayuda. Aunque se planteó la opción, la acera que rodea su edificio es demasiado estrecha como para ocuparla con un ascensor. La única alternativa viable ahora mismo se reduce a una silla salvaescaleras que todavía está en consideración. 

El mapa de la España sin ascensor

Los datos construyen dos perfiles de ciudades donde escasean los ascensores: urbes medianas y pequeñas y las periferias de las grandes metrópolis construidas durante el desarrollismo. En los municipios de menos de 50.000 habitantes, un 29,6% de los hogares viven en pisos altos sin ascensor y a medida que aumenta el tamaño de la ciudad este porcentaje se va reduciendo hasta alcanzar un 17% en las grandes ciudades.



En el siguiente mapa, se pueden apreciar los cinturones obreros que rodean a grandes urbes como Madrid o Barcelona y que indican un alto porcentaje de hogares sin ascensor en el municipio. Localidades pequeñas y circundantes al área urbana donde las viviendas sin ascensor superan el 30%, como Aranjuez, o incluso rozan el 50%, como en Santa Coloma de Gramenet. 

“El proceso de emigración rural del franquismo no solo afectó a las ciudades, cualquier capital regional pequeñita sufrió un proceso análogo. También las zonas pequeñas que ahora están integradas en áreas metropolitanas importantes”, explica Rodríguez.



Una realidad similar se aprecia también en las islas con un 31% de viviendas sin ascensor en Calvià (Baleares) o un 54% en San Bartolomé de Tirajana (Canarias). 

Canarias es asimismo la comunidad con mayor porcentaje de pisos sin ascensor sobre el total de viviendas. Una situación que se explica en parte por un urbanismo que ha construido muy poco en altura, donde predominan los centros históricos precoloniales o los polígonos industriales estrechos y sin ascensores en medio de las dos capitales.

También hay casos particulares en las islas como San Cristóbal de La Laguna, que tiene muchas viviendas de hasta tres y cuatro plantas en el centro histórico protegidas por ser Patrimonio de la Humanidad y donde hay aún más obstáculos a la hora de plantear la instalación. 

Se da una situación similar a la de las ciudades medianas de la península que cuentan con una gran proporción de viviendas sin ascensor, como en Elda (Alicante). Predominan edificios que no son especialmente altos, la mayoría tendrán unas tres o cuatro plantas, construidos en polígonos industriales y en zonas pobres donde la opción pasa por ubicar el ascensor en el exterior.



Las distintas soluciones que se plantean para dotar de un ascensor a los más de 2 millones de viviendas en pisos de tres o más alturas que aún carecen de él resumen la realidad arquitectónica de España. Para Rodríguez, es una muestra más de que “gran parte de la actividad constructiva y urbanística que ha habido en las ciudades españolas durante la democracia ha consistido en resolver todos los desaguisados que dejó el desarrollismo. Y en ello estamos, porque 40 años después todavía no los hemos resuelto todos”.

Mientras esperan una solución, estas vecinas de Madrid van concibiendo nuevas maneras de lidiar con las barreras sin tener que abandonar su hogares. Julia Ortiz cada vez se cansa más subiendo los escalones, así que lo próximo que se plantea su hija es bajar una silla para que descanse en el rellano después de cada tramo de escaleras y que pueda seguir saliendo a la calle. Paz Morales ya no tiene esperanza de ver el cambio que le permita moverse de casa: “Estoy aquí metida sin salir y, mientras viva, mi vida será así”.

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