El geólogo que dejó una petrolera para defender el medio ambiente viviendo en un bosque salvaje
Hace 31 años, en el verano de 1987, Rick Bass decidió dejar su trabajo como geólogo en una petrolera de Misisipi (EEUU) y buscar un refugio en plena naturaleza en el que descubrir la vida salvaje del bosque. “Queríamos una tierra de naturaleza extrema, con ese primer y último indicador de privacidad: un lugar en el que poder andar desnudos si nos apeteciera”, escribió en Invierno, una suerte de diario sobre su peregrinación hasta el valle del Yaak, en Montana, donde tener un hacha o una pala a mano puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Un lugar en el que los inviernos rozan los treinta grados bajo cero y viven unas 248 personas. Ahora, tres décadas después, el libro se publica en España de la mano de la editorial Errata Naturae.
“Durante toda mi vida he pasado largos periodos de tiempo en los bosques, pero hasta entonces nunca se me había ocurrido la idea de irme a vivir allí”, cuenta Bass (Texas, 1958) por correo electrónico a eldiario.es. Tras semanas buscando un lugar ideal, el geólogo y su mujer llegaron a una cabaña en un valle habitado por osos, lobos, coyotes, pumas y alces; sin electricidad ni teléfono ni calles asfaltadas. La naturaleza más salvaje. “Sólo un puñado de gente que vivía allí todo el año, repartida por los bosques y siguiendo el curso del río Yaak”.
El relato de cómo tiene que prepararse para hacer frente a la llegada de un invierno extremo le sirve al autor para reflexionar sobre el papel que juega el ser humano en la destrucción de la naturaleza.
“Sentí la necesidad de transmitir la belleza de un lugar intacto”, asegura Bass cuando se le pregunta sobre los motivos que le llevaron a escribir un libro que le ha convertido en un referente de la nature writing -la literatura centrada en la naturaleza cuyo máximo exponente fue (y sigue siendo) Henry David Thoreau-. “Necesitábamos recalibrar el tiempo, modificar la relación que teníamos con él y con nosotros mismos. Por eso tomamos la decisión de irnos”, cuenta sobre el día en el que él y su mujer decidieron establecerse en la cabaña del valle y alejarse de “la especie humana”.
Desde ese primer invierno, el geólogo se ha vuelto “más activo políticamente”. Es uno de los fundadores del Yaak Valley Forest Council, un grupo de activistas que trata de frenar la tala indiscriminada de árboles en el valle, y ha escrito numerosos libros y artículos en defensa de la naturaleza en revistas como The New Yorker, The Paris Review o Esquire. “Soy más activo porque soy muy consciente de que todas las maravillas que he experimentado pueden haber desaparecido cuando lleguen las futuras generaciones”, explica.
“Dudo mucho de la capacidad de la sociedad para entender que existen, y deben seguir existiendo, ciertos límites cuando hablamos de cambio climático”, asegura Bass. Uno de esos límites que dice estamos dejando de respetar es el de la tala indiscriminada de árboles.
“Ha llegado el momento de dejar de talar los bosques primarios. Los talaremos todos, luego vendrán los llantos de siempre, que si más trabajo y más dinero, y ¿dónde estaremos entonces?”, escribió ya en los años ochenta. La situación no ha ido a mejor a nivel planetario: según el último informe de la Declaración de Nueva York, en el año 2017 se destruyeron cerca de 30 millones de hectáreas de bosque. El objetivo de los estados firmantes es reducir la pérdida a un máximo de 10 millones de hectáreas para 2020: la ganadería a gran escala y la producción masiva de soja y palma están detrás de gran parte de la deforestación en 2018.
Publicidad negacionista
¿Qué ha fallado en estas tres décadas de la lucha contra el cambio climático? Según Bass, el mensaje de los movimientos ecologistas son “correctos” pero han tenido que enfrentarse “al mundo de la publicidad”. “Ese mundo trata de narcotizar a la sociedad para que crea que sus deseos pueden ser saciados en un segundo. Quieren hacernos creer que la condición humana está basada en querer siempre más de lo que tenemos”. Donde algunos hablan de marketing, él habla de “entretenimiento industrializado”.
La fórmula del escritor y activista para hacer frente a esta narrativa consumista y al discurso que niega sistemáticamente los efectos del cambio climático pasa por inventar nuevas narrativas y el boicot. “Necesitamos una nueva historia, una nueva voz, una nueva narrativa y un objetivo claro. Pero también debemos actuar sobre el mercado, imponiendo sanciones y boicoteando a las empresas que son más contaminantes”, explica haciendo un llamamiento a la movilización a nivel local.
¿Es actual el relato de Bass treinta años después? “Describe una experiencia iniciática en la naturaleza salvaje y la relación del ser humano con ella, que ha marcado toda la obra posterior”, explica a eldiario.es Rubén Hernández, editor y responsable de la editorial Errata Naturae que ha rescatado este texto en noviembre de 2018 “ahora que nuestro invierno es cada vez menos invierno”.
“Tenemos que ser localmente activos y echar una mano desde lejos como cada uno pueda. Por ejemplo, para nuestro grupo vale con que nos mandéis una carta en apoyo a nuestra lucha”. Fundado en 1996, el Yaak Valley Forest Council trata de que los políticos estadounidenses y las agencias estatales “escuchen y entienda que necesitamos la naturaleza salvaje”. “Si no lo hacemos, puede que el Yaak acabe siendo poco más que una vieja historia”, zanja Bass.