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El incierto futuro del Valle de los Caídos

El Valle de los Caídos

Raquel Ejerique

Los turistas que suben al Valle de los Caídos, en la localidad madrileña de El Escorial, pagan 9 euros de entrada y disparan fotos muchas veces sin saber que están pisando el conjunto monumental franquista más grande de España y la mayor fosa común del país. Bajo las losas de la Basílica reposan 33.833 cadáveres, de los cuales 12.410 son de personas desconocidas, muchos de ellos enterrados allí contra su voluntad y la de sus familiares. El más conocido es el de Franco, que va a salir de ahí si se convalida el Real Decreto aprobado por el Gobierno y es una de las lápidas que concita más curiosos, y franquistas, en las visitas.

Los turistas no saben que están en un hito de la dictadura porque desde la verja de entrada hasta la última capilla de la iglesia no hay ninguna explicación, cartel o poste didáctico que explique que el Valle de los Caídos es un símbolo del fascismo. Fue construido entre 1940 y 1958 como un homenaje a los “héroes y mártires de la Cruzada” que “legaron una España mejor”, como recoge la orden firmada por el dictador en 1940. La teoría de que era un monumento para la reconciliación de los dos bandos de la guerra fue un viraje construido a posteriori, cuando se empezaron a llevar cadáveres de republicanos represaliados sin consentimiento.

El presidente de Gobierno ha anunciado este martes que el Valle no se va a convertir en museo de la memoria, contra lo que decía la Proposición No de Ley presentada por el PSOE el año pasado, que proponía convertirlo en un “centro nacional de memoria impulsor de la cultura de la reconciliación”. Una intervención así supondría construir, redistribuir y levantar un nuevo relato en homenaje a las víctimas de Franco. Prácticamente, darle la vuelta al Valle. Pedro Sánchez cambia el rumbo y toma la postura de muchos familiares y asociaciones: un lugar con ADN franquista no puede acoger valores de democracia, concordia, verdad, justicia o reparación. Francisco Ferrándiz, antropólogo social del CSIC y uno de los expertos del informe encargado por Zapatero en 2011 es de la misma opinión: “Es imposible que las víctimas puedan desarrollar afecto a ese monumento, hay otros modelos, sin poner un ladrillo, para hacer contenidos que aporten datos e información a un relato monolítico nacional-católico. Por ejemplo, que con una tablet se descargue el discurso de Franco en la inauguración sería suficiente para que el ciudadano sacara sus propias conclusiones sobre si es o no un lugar de reconciliación”, apunta.

Otro impedimento para hacer allí un museo de memoria, una idea que ha sido más o menos popular desde hace años, es que no se puede convertir en un espacio laico porque, además de la gran explanada o la hospedería, hay una enorme basílica, la cruz más grande del cristianismo y una abadía de monjes benedictinos. Los acuerdos Iglesia-Estado no se tocan y el Gobierno no contempla sacar de allí a los religiosos, ni derribar la cruz, ni desacralizar el templo.

Además de estos motivos, hay otro gran obstáculo más prosaico, que el Valle amenaza ruina, como ya recogía el informe de Zapatero y numerosos documentos de Patrimonio Nacional. La basílica se marchita por dentro por las humedades, ya que se excavó dentro de una roca porosa, y sus esculturas y la gran cruz amenazan desprendimientos, porque se tallaron con una piedra caliza traída de una cantera de Aragón que con el paso del tiempo se está deshaciendo.

Un “cementerio civil”

Cerrada esta vía de actuación museística, como ha confirmado Sánchez, al monumento que ideó el dictador para los suyos le quedan pocas opciones. Por una parte, quedarse como está, que es lo que parece que ha sugerido el presidente, ya que ha dicho desde Bolivia que debe ser un “cementerio civil”, que es prácticamente lo que es hoy. Los expertos de Zapatero ya llegaron a la conclusión de que los más de 33.000 cuerpos conforman un cementerio público y propusieron que se aclarara esta situación legal, porque hay una anomalía: pese a que se debería considerar público está dentro de un templo católico del que tienen llaves y competencia absoluta los monjes bendictinos. Aunque Sánchez no lo ha precisado, puede referirse a que sea el Estado el competente para intervenir las fosas sin necesidad de pedir permiso a la Iglesia, quitándole la competencia a los monjes del cuidado de las fosas. Los últimos datos de Patrimonio hablan de caos de huesos y un mantenimiento precario en estos años.

La otra opción, a la que ya instaban los expertos en 2011 y que el propio PSOE plasmó en una Proposición No de Ley hace un año y sigue defendiendo, es resignificar el Valle para que se sepa su origen, se entienda la simbología fascista que allí se exhibe y se relaten los crímenes de la dictadura. Aunque es una de las ideas más defendidas por su partido, el presidente no ha hecho mención a ella en sus declaraciones, lo que ha generado algunas suspicacias, ya que no ha aclarado qué se hará en el Valle, solo que no se hará un museo, como estaba previsto en la PNL.

Hoy en día, nada hace pensar a los que lo visitan que ese conjunto monumental se construyera con trabajos forzados, que haya cadáveres enterrados sin dignidad o que fuera un ejercicio de grandiosidad de un régimen dictatorial. Los expertos que elaboraron el informe para el Gobierno de Zapatero ya señalaban hace 7 años que la “resignificación” pasa por poner en el centro de todo a las víctimas, explicando (no destruyendo) los símbolos y lo que allí pasó: “Esta construcción almacena sufrimiento y sangre (...) por eso, debe mantenerse” y explicar “objetiva e imparcialmente la simbología que encierra, vinculada a la victoria de Franco en la guerra civil y a la ideología nacional-católica”.

El presidente no ha mencionado esta resignificación, pero el director general de Memoria Histórica sí que avanzó algunas ideas en esta línea el 1 de agosto a eldiario.es: “Hay que explicarlo para todo aquel que vaya allí. Quién lo construye, cómo se construye, qué finalidad tenía... Si vas ahora a un campo de concentración nazi, te lo explican y no lo han hecho desaparecer para que se vea qué fue ese periodo histórico del nazismo. Vamos a debatir la resignificación por dónde puede ir”. De momento, el futuro inmediato del Valle es incierto y el Gobierno no ha desvelado sus planes.

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