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Caso Baselga: los conflictos de intereses de la comunidad médica con las grandes farmacéuticas

Baselga dimite como director médico del Memorial Sloan Kettering Cancer Center

Teguayco Pinto

“Aunque he sido inconsistente con las revelaciones y reconozco ese hecho, eso está muy lejos de comprometer mis responsabilidades como médico, como científico y como líder clínico”. El pasado domingo saltaba la notica en la portada del New York Times. Uno de los médicos españoles más reconocidos a nivel internacional, el oncólogo Josep Baselga, había ocultado sus relaciones con la industria farmacéutica en varios estudios y congresos. A pesar de reconocer en parte su error, la reacción de Baselga fue negar que los más de tres millones de dólares recibidos por parte de distintas empresas hubieran tenido ningún tipo de influencia en sus decisiones como investigador clínico, una actitud habitual en la comunidad médica, especialmente entre profesionales altamente respetados.

A raíz del escándalo, Baselga se ha visto obligado a renunciar a su puesto como director del prestigioso Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, apenas cinco días después de la información publicada por el rotativo estadounidense. La decisión la comunicó consejero delegado del centro hospitalario en Manhattan, Craig Thompson, quien aseguro que la ocultación de los pagos “era una cuestión muy seria”.

El escándalo sobre la opacidad de las relaciones que mantiene la comunidad médica y la industria farmacéutica saltó a principios de siglo en EEUU, cuando el senador Charles Grassley puso de relieve que muchos centros hospitalarios desconocían los vínculos que varios médicos prominentes tenían con la industria. La denuncia de Grassley dio lugar a la aprobación de una nueva ley de transparencia en EEUU, aprobada en 2010, que obliga a las compañías farmacéuticas a hacer públicos todos los pagos superiores a 10 dólares que hagan a profesionales del ámbito sanitario que trabajen en hospitales.

En España no existe ninguna ley que obligue a las empresas farmacéuticas a mostrar públicamente los pagos que realizan a los facultativos, de forma que las relaciones económicas entre la industria y la comunidad médica están esencialmente reguladas a través de sus propios mecanismos de autorregulación. A pesar de ello, Farmaindustria, representante del sector farmacéutico español, se comprometió el pasado año a publicar todos los pagos realizados a profesionales y organizaciones sanitarias.

Problemas en la declaración de conflictos de intereses

En cualquier caso, haya o no una ley, el hecho de que la industria haga públicos los pagos, no implica que los médicos reconozcan dichos pagos cuando publican un estudio en una revista médica o participan en un congreso, tal y como ha sucedido con Baselga.

“Es un sistema basado en la honestidad, las revistas piden a los autores que hagan estas revelaciones, pero no hay fuerza legal tras esta petición”, asegura Erick Turner, profesor del Centro de Ética en el Cuidado de la Salud de la Universidad de Ciencia y Salud de Oregón.

Turner ha sido uno de los autores de un estudio publicado hace escasas semanas en la revista JAMA Oncology en el que se demuestra que un importante porcentaje de los oncólogos que participan en ensayos clínicos de nuevos fármacos contra el cáncer no declaran adecuadamente sus conflictos de intereses.

Los investigadores identificaron a 344 autores de ensayos clínicos asociados con medicamentos oncológicos aprobados entre el 1 de enero de 2016 y el 31 de agosto de 2017, y que recibieron un total de 216 millones de dólares. Luego compararon la declaración del conflicto de intereses publicados en seis revistas científicas de alto impacto y observaron como 110 autores, casi un tercio del total, no revelaron completamente los pagos recibidos.

Respecto a la declaración de conflictos de intereses en las revistas médicas españolas, uno de los pocos estudios publicados pone de manifiesto que la mayoría incluyen en sus instrucciones al menos una mención a la necesidad de declarar los conflictos, aunque el estudio concluye que “la presencia de actividades declaradas es baja” (apenas un 12%) y que es “necesario mejorar la uniformidad y transparencia de las políticas”.

Médicos poco concienciados

Aunque es difícil determinar los motivos por los que parte de la comunidad médica no publica adecuadamente sus conflictos de intereses, no se puede afirmar que la ocultación sea premeditada, sino que más bien se debe a la falta de conocimiento sobre las políticas de transparencia y, especialmente, al hecho de que gran parte de la comunidad médica minusvalora la influencia que puedan tener los pagos recibidos.

Un estudio publicado el pasado año en la revista PLoS One, muestra que más del 90% de los médicos de EEUU son conscientes de la existencia de normas que regulan los conflictos de intereses en sus instituciones, pero existen varios ámbitos en los que hay un profundo desconocimiento. Solo el 77,5% conoce las normas sobre aceptación de regalos, comidas o actividades lúdicas y menos del 59% tiene conocimiento de la existencia de limitaciones a la hora de participar en eventos patrocinados por la industria o de recibir fondos para formación.

Respecto a la falta de concienciación de los facultativos, un estudio publicado el pasado año en The American Journal of Bioethics analizó la percepción de los médicos sobre estas cuestiones y concluyó que los profesionales sanitarios “minimizan” el potencial de las normas de transparencia en el sector y sienten que este tipo de medidas “socavaban la confianza del público”. Además, el estudio mostró que los médicos tienen “un amplio desconocimiento de los conflictos de intereses” y, lo que es más importante, “descartan la influencia de la industria”.

Sesgo en los estudios financiados por la industria

Sin embargo, diversos estudios realizados en los últimos años muestran un sesgo favorable a la industria en los estudios que están financiados por las farmacéuticas. En este sentido, una revisión de 75 estudios publicada el pasado año en el Cochrane Systematic Review mostró que la financiación de la industria se asoció con conclusiones de ensayos positivos y resultados estadísticamente significativos más frecuentes.

“El patrocinio de estudios de fármacos y dispositivos por parte de la empresa fabricante conduce a resultados y conclusiones de eficacia más favorables que el patrocinio por parte de otras fuentes”, aseguraron los autores del estudio.

Otra investigación, presentada el pasado año en el International Congress on Peer Review and Scientific Publication, concluyó que “las revisiones sistemáticas con conflictos de intereses relacionados con las compañías farmacéuticas suelen tener conclusiones favorables y, hasta cierto punto, una calidad metodológica inferior en comparación con las revisiones sistemáticas sin conflictos de intereses financieros”.

Sin embargo, en este caso los autores advertían que “no está claro si los conflictos de intereses financieros tienen un impacto directo en los resultados”. En este sentido, algunos autores reconocen que los conflictos de intereses no necesariamente causan resultados sesgados, “pero crean el riesgo de que se produzcan”, por lo que deben evitarse.

El doctor Baselga aseguró al New York Times que ha pasado su carrera “cuidando a pacientes con cáncer y trayendo nuevas terapias a la clínica con el objetivo de extender y salvar vidas”. Nadie niega la valía de un especialista de la talla del oncólogo español, ni los importantes avances que ha conseguido. Pero su caso es un claro ejemplo de cómo una parte importante de la comunidad médica sigue sin tomarse suficientemente en serio los conflictos de intereses y hasta que eso no suceda, difícilmente se podrán eliminar las sombras que enturbian la necesaria y compleja relación entre la comunidad médica y la industria farmacéutica.

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