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La misión imposible de empadronarse en Madrid si eres una persona sin hogar

Francisco no tiene hogar fijo y lleva meses intentando empadronarse / OLMO CALVO

Fabiola Barranco

Es un martes de junio y eldiario.es acompaña por la mañana temprano a la oficina de Atención al Ciudadano de Carabanchel a Francisco Fernández González (Fran), de 58 años, desahuciado en 2012 y sin empleo, que recorre los diferentes albergues y centros para personas sin hogar en la capital. Junto a él está su amigo Javier Menjón, trabajador de la ONG Cuarto Mundo dedicada a la lucha contra la pobreza.

¿Objetivo de la visita? Conseguir el empadronamiento de Fran en Madrid capital. Lleva intentándolo más de dos meses. El padrón no sólo es el documento que acredita que una persona viva en un municipio, también es requisito indispensable para acceder a ciertos de derechos de los ciudadanos, desde el sufragio hasta el acceso a la tarjeta sanitaria o a ayudas de vivienda pública. La reciente ley del BOE-A-2015-3109 dedica el apartado 3.3 para las personas sin domicilio garantiza como válidos en el padrón las infraviviendas (chabolas, caravanas, cuevas, etc., e incluso ausencia total de techo).

Una vez dentro de las dependencias municipales y después de pasar por la típica ventanilla, Fran es atendido personalmente por la directora. Resulta evidente que ya son caras conocidas en aquel lugar. Durante los ratos de espera, Francisco afirma “sentir que están jugando contigo, parece que estoy como en una rueda de un hámster, dando vueltas sobre lo mismo”. Esta visita fue una más de los 9 intentos fallidos que lleva a sus espaldas desde que comenzara hace dos meses el proceso para solicitar el empadronamiento en Madrid y poder aspirar a algunas ayudas públicas que le permitan “rehacer” su vida.

El periplo de Francisco comenzó en abril. En aquel entonces vivía en el albergue Corazón del Padre de Madrid, un centro regentado por religiosas que abre sus puertas para la Campaña del frío. Se personó en la Oficina de Atención al Ciudadano de la Junta Municipal de Carabanchel, sucursal que le correspondía en ese momento por cercanía, para tramitar el empadronamiento. Desde el inicio, y a pesar de que Fran indicó su situación de sin hogar, le solicitaron un recibo de luz o de agua, requisito que por razones obvias no podía aportar.

En la siguiente visita a la oficina pública, le indicaron que en su caso podía optar a un empadronamiento colectivo, para el cual necesitaba un permiso específico del albergue en el que pernoctaba. Pero nunca llegó. Dicha autorización fue denegada por el centro, alegando que su estadía era temporal. Los obstáculos en el camino de Francisco parecían multiplicarse.

“Como no encontraba solución saqué la ley que deja claro que se de debe aceptar como domicilio cualquier dirección donde efectivamente vivan los vecinos”, comenta Fran. Fue entonces cuando desde la Junta de Distrito le derivaron a los Servicios Sociales de Carabanchel. Después de dos visitas fracasadas en dicha filial, tuvo que regresar a la Junta Municipal donde le rebotaron de nuevo a Servicios Sociales. “El director me atendió en su despacho y me dijo que él tramitaría personalmente el empadronamiento con el Samur Social, que el lunes siguiente me llamaría”, recuerda Francisco, y lamenta que nunca recibió esa llamada.

Pero él no se rinde pese al mareo, en el que las responsabilidades parecen escabullirse y la pelota pasa de un tejado a otro. Harto, pero decidido, se dirige por última vez a la oficina de Atención al Ciudadano de Carabanchel. Se trata de la mañana que acompañamos a Francisco y somos testigo de su particular batalla. Allí la directora hace llamadas y preguntas en busca de una solución que no termina de llegar. En esta ocasión, el problema parece ser que a Francisco ya no le corresponde esa oficina por no vivir en la zona –desde que empezó con el procedimiento, ha cambiado tres veces de centro, algo habitual en personas sin hogar- y al no estar en “situación de calle” –esto es, vivir en la vía pública y no en albergues o similar- no se puede seguir el procedimiento de empadronamiento a través del Samur Social.

Otra vez a empezar

Por lo tanto le recomiendan ir a otra dependencia en otro distrito o acudir de nuevo a Servicios Sociales. Entre tanto

movimiento huidizo, Javier y Francisco vuelven a citar la ley que ampara a este último para conseguir su fin. Pero no parece importar, “el fallo está en el procedimiento”, según justifica la directora. Ante la pregunta que formulamos a la funcionaria, para saber quién es en última instancia el responsable del padrón, ella señala como tal a la Dirección General de Estadística.

Espontáneamente Francisco pregunta la dirección de esta nueva “pista”, pero es respondido con un “no, no, usted ahí no tiene que ir para nada”. No obstante, redacta una instancia formal solicitando a la Dirección General de Estadística registrarse en el padrón. Quiere agotar todas las vías posibles.

Después de insistir y mostrarse firme ante la necesidad de encontrar una salida, finalmente les remiten al Centro del Samur Social en Madrid, donde les aseguran que conseguirá, al fin, empadronarse. Y allí acudió Fran, siguiendo las instrucciones pero con la desconfianza y el miedo de volver a obtener un “no” por respuesta. Después de este paso, parece encontrar algo más de claridad. “En unos días el grupo de calle –grupo de técnicos y profesionales que trabajan con las personas sin techo desde el Samur Social- que le corresponde a Francisco le buscará para hacer el trámite de empadronamiento”, comenta Javier. Pero la incertidumbre es inevitable, fruto de una trayectoria plagada de negativas hasta la fecha.

El Samur cree que falta información

Por otro lado, Darío Pérez Madera, jefe del Departamento del Samur Social en Madrid, garantiza a este diario que la entidad ha conseguido que “no haya exclusión social por el padrón”, lo que califica como un “logro” y añade que “no ocurre igual en otras ciudades de España”. Pérez admite que es “posible que la información no llegue todos los usuarios”, como es el caso de Fran, y apuesta por solucionar esa carencia comunicativa de la que son responsables a través de los profesionales de los grupos de calle, o en su defecto “pedir orientación a los trabajadores sociales” de los albergues.

La teoría puede parecer fácil, pero la práctica no lo demuestra así. Luis Ruiz también es una persona sin hogar. En 2010 perdió su trabajo de camionero y desde hace un año vive entre la calle y albergues de Madrid. Lamenta que cada vez que ha pedido información referente al empadronamiento en los diferentes centros por los que ha pasado no la ha recibido o ha sido deficiente. “Me dicen que vuelva a Zaragoza –su ciudad de origen- que allí me pueden ayudar mejor”, afirma Luis.

Volviendo a la experiencia de Francisco y según cuenta en la última conversación telefónica, sí que ha recibido la visita de su grupo de calle el pasado lunes 15 pero aún no ve salida a este laberinto. “Me han dicho que me empadronarán en el Samur Social o en el Centro de Acogida de San Isidro –albergue en el que aún no está viviendo ya que está a la espera de una plaza-, pero no me han dicho fecha ni nada, sólo que tenga paciencia”, relata este hombre al otro lado del teléfono.

No obstante, la paciencia se agota si las soluciones no llegan. Como si se tratara de una versión actualizada del famoso “Vuelva usted mañana” de Larra, en la que Francisco parece estar atrapado en el papel del protagonista Monsieur Sans-délai , éste sigue a la espera de ejercer un derecho básico: el empadronamiento.

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