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¿Cómo será la movilidad mañana?

Una Flying Pigeon, aparentemente la bicicleta más popular del mundo

Pedro Bravo

Las ciudades están revueltas, las tendencias de transporte están evolucionando, la innovación tecnológica viene al tiempo que vuelve lo de antes: la movilidad está movida. No es fácil, por eso, aclararse entre defensores del vehículo autónomo eléctrico y apóstoles de la bicicleta. No es sencillo imaginar cómo iremos de un sitio a otro mañana aunque lo que es seguro, parece, es que la era del coche privado movido por derivados del petróleo está a punto de acabar.

Para hablar de todos estos cambios, hemos reunido en un debate a cuatro personas que saben de movilidad, urbanismo, medio ambiente y la vida misma. Son Esther Anaya, investigadora en el Centro de Política Ambiental del Imperial College London y consultora de movilidad ciclista; Jon Aguirre Such, arquitecto-urbanista y socio en la oficina de innovación urbana Paisaje Transversal; Manuel Calvo, especialista en ecología urbana y movilidad sostenible; y Marta Serrano, ingeniera de Caminos y especialista en movilidad y transporte.

¿Cómo será el futuro de la movilidad en las grandes ciudades? ¿Ganará el espacio peatonal, el transporte público y la bicicleta o pasará la moda de la ciudad humana cuando se extienda la de los coches eléctricos?

Marta: La ciudad humana no va a pasar de moda, llevamos siglos con ese modelo y sólo unas décadas con el otro. Los coches eléctricos son un cambio de tecnología pero no una solución a la movilidad: los atascos y la ocupación del espacio son los mismos que con un diésel. Hoy la gente reclama mejores ciudades y, por tanto, la movilidad requerirá un trasvase a modos sostenibles, donde incluyo las modalidades de sharing de cualquier tipo.

Esther: La respuesta depende de nosotros, nos toca a los ciudadanos expresarnos a través nuestros comportamientos. Ya hemos tenido tiempo suficiente para darnos cuenta de las intenciones de la industria del coche y otros lobbies. En el futuro, miraremos atrás y pensaremos: “¿Cómo pudimos permitir que el modelo de movilidad basado en el coche nos causara tantísimo daño durante tantísimo tiempo?”.

Manu: El futuro de la movilidad será de dispositivos que funcionen con baja potencia energética. Eso descarta a los automóviles eléctricos, al menos su uso masivo. La movilidad urbana se producirá en un contexto de cercanía y proximidad y fundamentada en la fuerza humana: peatones, ciclistas y vehículos ligeros mixtos. La alta potencia estará reservada a los sistemas de transporte público. Ello permitirá una gran liberación de espacio urbano, hoy ocupado por coches, y un aumento de la convivencia.

Jon: Estoy de acuerdo con Marta en que no es una moda. Pero, para hacer efectivo el cambio, falta mucho por recorrer, no sólo en movilidad, también en la mejora del urbanismo desde una perspectiva integral: ambiental, social, económica, física... Creo que a nivel teórico-discursivo, el consenso es cada vez más amplio, pero falla la práctica por varios motivos: la incapacidad técnica-profesional, la falta de recursos o las disputas políticas.

Muy optimistas os veo. Por un lado, no paran de salir novedades en cuanto a movilidad no tan “humana” –como el taxi dron que Dubai quiere lanzar el año que viene–; por otro, las ciudades de países en desarrollo siguen creciendo en dispersión sin infraestructuras de transporte público y en Europa los centros se están despoblando por efecto de los mercados inmobiliarios.

¿Cómo se arregla esto? ¿Hay que dejar que se regule solo o hay que poner normas en todo: movilidad, urbanismo...?

Esther: No va a haber un escenario sencillo, con una alternativa dominante, sino uno complejo, con muchas alternativas conviviendo. Y eso es más difícil de predecir. Al lado de ese dron habrá gente pidiendo algo tan sencillo como caminar. Todas las opciones de movilidad tendrán que ser tenidas en cuenta. El reto es que esto suceda de forma justa y con equidad, en cualquier lugar del mundo. La innovación no quiere decir solamente inventar cosas nuevas, también utilizar y tratar las viejas de forma diferente, como pasa con los modos a pie y en bicicleta y el transporte público. Sigo pensando que se habla mucho más de los procesos de arriba a abajo, pero también hay procesos de la ciudadanía hacia arriba que tienen grandes posibilidades.

Manu: Será un escenario complejo en el que los poderes públicos tendrán que regular necesariamente el acceso a fuentes de energía escasas o caras. Que esa regulación se realice de manera justa o injusta, gradualmente o de sopetón, será una de los grandes retos de la política con mayúsculas.

Marta: Estoy totalmente de acuerdo con Esther. Al final, habrá condicionantes externos que configurarán la movilidad. Sin embargo, creo que la Administración debe ser ágil y tener capacidad de planificación y adaptación. El modelo que se aplica en los países en vías de desarrollo es el aplicado durante años en Europa y Estados Unidos, donde el urbanismo ha olvidado a la movilidad y se ha centrando en la edificabilidad y las plusvalías. Nos hemos dado cuenta de que es un modelo erróneo y necesitamos cambiarlo pero culturalmente no hemos dado ese paso, ¿o no estamos hartos de ver anuncios de coches que no se atascan?

Jon: La clave está en pensar políticas urbanas desde un marco integral, con visión estratégica a largo plazo. Y para ello, la regeneración urbana integrada puede ser una buena herramienta, dado que habla de intervenir y mejorar la ciudad consolidada desde una perspectiva ecológica que atienda a múltiples factores: movilidad, economía, espacio público, vivienda, cohesión social, mejora de la calidad ambiental, etc. En el tema de la gran crisis ambiental que vivimos, el rumbo que tomen las ciudades será determinante.

Helsinki tenía un plan para hacer toda su movilidad a partir de plataformas de uso compartido, evitando la propiedad. Aunque parece que no les está saliendo como esperaban, ¿habrá una tendencia hacia eso como señalaba Marta?

Esther: La propiedad se está diluyendo hacia opciones compartidas en muchos campos diferentes: alojamiento, vivienda, educación, crianza y transporte. Cada vez habrá más iniciativas así, aunque no estarán solas.

Manu: Depende de que las alternativas sin propiedad hagan la vida más fácil y cómoda. Yo sigo creyendo que el factor esencial para reclutar a la gente en hábitos más sostenibles pasa por la conveniencia. Siento no creer tanto en la concienciación, que es necesaria, pero no suficiente.

Marta: Creo que la irrupción de vehículos autónomos va a ser un punto de inflexión importante, pero en ningún caso va a sustituir al transporte público, que ya es un sharing, sólo que de un bien público. Todo esto, en parte, termina siendo un problema de espacio: el transporte público lo aprovecha de manera mucho más eficaz y es mucho más accesible.

Jon: Hasta que no reduzcamos a la mínima expresión el uso y presencia del coche, compartido o no, seguiremos sin resolver el reto de la movilidad. Por eso hay que pensar las políticas de desde una perspectiva integral, teniendo clara la jerarquía entre modos de transporte –peatones, bicicletas, transporte público y finalmente vehículo privado–. Considero que las iniciativas de este tipo son interesantes, pero como elemento colateral.

¿Cómo será la cosa en ciudades intermedias y pequeñas poblaciones? En España, por ejemplo, suelen tener menos redes de transporte público y el hábito de usar el coche es aún mayor.

Esther: Soy una gran entusiasta de las ciudades medianas, los cambios en movilidad en estas ciudades pueden ser más drásticos y por lo tanto permiten experimentar con soluciones rompedoras. El caso de Vitoria, que cambió su red de autobús de un día para el otro con un gran despliegue de informadores en las paradas, es paradigmático, ya que consiguieron aumentar los usuarios un 60%.

Manu: En Andalucía tenemos una red de ciudades pequeñas y medias muy desarrolladas y, efectivamente, el problema del uso del coche es grande por dos motivos: la sensación de distancia es muy elevada y es fácil encontrar aparcamiento. La apuesta tiene que venir del fomento del peatón y, para las distancias más largas, la bici. Y todo aderezado con regular el tráfico de manera que sea incómodo ir en coche. Por otra parte, el potencial para ensayar y poner en marcha procesos participativos en estos contextos es mayúsculo.

Marta: En las ciudades pequeñas y medianas se parte de un problema muy distinto al de las grandes. Yo soy de Ciudad Real y me impresiona, ahora que llevo tantos años viviendo en Madrid, la necesidad del coche allí para distancias tan cortas. Evidentemente, la red de transporte público es muy pequeña, pero ¿es necesario que sea mayor? El reto está en volver a introducir la bicicleta como modo de transporte habitual. Y digo volver porque en los 50 y 60 la bici era un modo fundamental en nuestros pueblos...

Jon: Hay un componente territorial muy fuerte, muchas veces los municipios pequeños tienen una gran dependencia de las ciudades grandes y los desplazamientos tienden a cubrirse con el vehículo privado porque no existen buenas redes de conexión interurbana. Hay que sensibilizar para cambiar las pautas de movilidad y combatir la sensación de distancia.

¿De qué manera puede influir el big data y el uso de algoritmos e inteligencia artificial en la forma de movernos? big data

Manu: En la elaboración de diagnósticos de movilidad, el big data, si es abierto, va a constituir una herramienta técnica muy relevante. Por lo demás, creo poco en los sistemas inteligentes para condicionar nuestra movilidad, a no ser que cambien el modelo y los hábitos.

Marta: Para mí el big data es una herramienta más que va a ahorrar mucho trabajo a los técnicos. Dará más información en menos tiempo y en formato legible por un ordenador. Pero habrá decisiones que seguirán dependiendo de una opinión técnica o de una política concreta. Lo que afectará bastante a la movilidad será la irrupción de vehículos autónomos. El sharing se verá muy beneficiado y es posible que disminuya drásticamente el número de vehículos.

Jon: El big data o, mejor, el open data, es muy interesante a la hora de realizar análisis urbanos. En este sentido, su representación gráfica a través de Sistemas de Información Geográfica (SIG) nos ofrece nuevas perspectivas más complejas y completas de las problemáticas y nos permite afinar los diagnósticos y buscar soluciones más adecuadas desde una perspectiva integral. Y, como dice Marta, los diagnósticos requieren de criterios técnicos y decisiones políticas, pero también de la participación ciudadana: es imprescindible incorporar los conocimientos y necesidades de la población en los proyectos urbanos.

Esther: Muy de acuerdo con Marta y Jon. Poder analizar la cantidad ingente de datos que se generan es una herramienta muy poderosa pero es clave marcar valores y prioridades que se hayan definido con todos los afectados. No le puedes pedir a todo el mundo que sepa programar o entender unos datos, pero sí puedes preguntar qué es importante: jugar en la calle, vivir en un entorno saludable... y poner a trabajar el análisis técnico sobre estas líneas y no sobre otras.

Finalmente, ¿creéis que se puede lograr una mejor movilidad sin un cambio de modelo económico? ¿Existe movilidad sostenible sin economía sostenible?

Manu: No. La movilidad será sostenible si la economía lo es y ello lleva a cuestionar la idea del crecimiento perpetuo. Soy bastante pesimista. El reto más importante de la movilidad sostenible en la actualidad es prepararnos para cuando vengan los tiempos duros, porque el aterrizaje puede ser bastante catastrófico. Si ese momento nos pilla con una población, un modelo urbanístico-territorial y una economía que ya se mueve andando, en bici y en transporte público, la caída será menos dura. En cuanto a temas económicos puros y duros, me decanto por las tesis de la economía ecológica, cuyo principal teórico fue Nicholas Georgescu-Roegen y que en nuestro país tiene representantes como Naredo, Carpintero, Aguilera-Klink, Delgado y un largo etc.

Marta: Yo tampoco lo creo. En primer lugar, por lo que comenta Manu de la imposibilidad del crecimiento perpetuo. El modelo económico define la movilidad, en tanto que ésta se nutre fundamentalmente de la movilidad obligada, es decir, viajes al trabajo y, en menor medida, a centros de estudio. De hecho, proyectos como la renta básica universal pueden conseguir solventar otro problema: la despoblación de las zonas rurales. Al final, la movilidad sostenible no puede desligarse de la economía, el modelo territorial, el consumo y tantas otras cosas que necesitamos convertir en sostenibles.

Jon: Si bien estoy de acuerdo con lo que apuntan el resto, creo que son dos cuestiones que se retroalimentan. La movilidad sostenible puede ser un gran motor para impulsar la economía verde y viceversa. La movilidad urbana sostenible es un campo bastante amplio de I+D+I a todos los niveles, desde el diseño de productos a la prestación de servicios. En cualquier caso, también se corre peligro de que soluciones vinculadas a la movilidad sostenible promuevan modelos económicos absolutamente perversos. Se tendría que hablar de economía ecológica, pero también de economía social y solidaria; así como impulsar un cambio en el modelo productivo basado en las redes locales de cooperación insertas en una lógica global.

Esther: La sostenibilidad tiene que soportarse en tres pilares: ecológico, económico y social. La economía debe ser sostenible, cualquier otra opción compromete nuestra especie y el planeta. Detalles como que los mecánicos de las bicicletas de un sistema de bici pública sean formados en proyectos de reinserción social, son claves. Creo que la sostenibilidad hay que tenerla siempre tan presente que no haga falta preguntarse si las diferentes piezas se relacionan o no, es que están en el mismo puzzle y si no las encajas no te cuadrará.

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