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El Palacio de la Música, de símbolo cultural a ¿tienda?

El Palacio de la Música. Ángel Baltanás

Natalia Chientaroli

La última película que se proyectó en su pantalla fue Antes que el diablo sepa que has muerto, de Sidney Lumet. Era 2008 y el Palacio de la Música se convertía el enésimo cine en cerrar en la Gran Vía madrileña. El alcalde Alberto Ruiz-Gallardón hablaba de recuperar la calle como eje cultural de la ciudad “al estilo Broadway” y, en esa línea, la Fundación Caja Madrid adquirió el edificio con la promesa de dar nueva vida a sus butacas de terciopelo rojo: sería un auditorio que igualaría en aforo al Teatro Real. Pero eso ya no sucederá. La debacle de Bankia ha truncado el proyecto. Y el inmueble, de 1926, tiene todos los números para convertirse en una más de las tiendas de ropa de la que ya es la principal vía comercial de la capital. De Broadway, poco. Si en 2000 había 13 cines en la Gran Vía, hoy quedan apenas tres.

“Evitaremos que sea otro centro comercial más”, dijo orgulloso Rafael Spottorno, presidente de la Fundación Caja Madrid en 2010, cuando anunció la reapertura de la sala para finales de 2012 o inicios de 2013. El actual responsable de la entidad, José Guirao, niega que hayan firmado un contrato de negociación exclusiva con la cadena Mango, como se publicó hace unos meses. Asegura que aún no han decidido qué hacer con el edificio, pero reconoce que no será el auditorio prometido. “Tenemos una hipoteca de 30 millones de euros y hacen falta otros 15 para terminar la obra. Es imposible que contemos con ese dinero”, explica Guirao. “Esto viene de una época en la que la Fundación tenía mucho dinero. Un dinero que desapareció de un día para el otro”, dice con resignación.

Los fondos públicos rescataron Bankia pero no su Fundación, con lo que se ha quedado huérfana de recursos. El menguante dinero dejó de llegar en 2012, con lo que el presupuesto para sus proyectos, unos 53 millones de euros (un 33% menos que el año anterior) procede de los ingresos por su actividad (18 millones de los centros en funcionamiento y del monte de piedad) y 31 millones del fondo de reserva. En 2007 Caja Madrid había destinado 257 millones a estos proyectos. En conjunto, las cajas dedicaban a obra social y cultural unos 3.000 millones de euros, lo mismo que la fundación más grande del mundo, la de Bill y Melinda Gates.

“Estamos tirando de ahorros y del dinero que podamos sacar del alquiler de inmuebles, aunque algunos los tenemos cedidos a ONGs”, puntualiza Guirao. En ese contexto, el Palacio de la Música es todo menos una prioridad. “Nos preocupa mantener lo que ya funciona”, aclara. Esto es, entre otras cosas, La Casa Encendida (el centro cutural del que Guirao es director) y 11 colegios en entornos desfavorecidos. Vender el edificio de Gran Vía podría reportarles efectivo, pero la situación del mercado inmobiliario puede colocar el precio de salida en una cifra que deje poco margen después de cancelar la hipoteca.

Guirao reconoce que el año pasado hubo algunas ofertas. Incluso recuerda una de la SGAE, frustrada (también) por el colapso financiero de la sociedad. Así las cosas, lo más probable es que el fantástico inmueble termine convertido en tienda, ya que “por sus características, no sirve para teatro, sólo para auditorio”, se lamenta Guirao.

Los escollos legales no son un problema. El Ayuntamiento ya se ha mostrado dispuesto a olvidarse de su propio Plan Especial de Protección, de 2008, que blindaba el inmueble para un uso cultural. “Es importante que vaya una marca comercial al Palacio de la Música para que genere empleo y actividad económica. El empleo es nuestra prioridad”, dejaba claro la alcaldesa, Ana Botella, hace apenas un mes. Fuentes municipales aseguran que aún no han recibido la petición formal para ese cambio de uso.

Bien inmaterial

Hay quienes no se resignan a la pérdida de esta emblemática sala, situada en el 35 de la Gran Vía. Fran Hernández lidera una iniciativa popular, Palacio SOLO de la Música, que ya ha presentado unas 17.000 firmas en la Comunidad de Madrid para conservar el carácter cultural del edificio.

“Pedimos que se considere Bien de Interés Cultural no ya el edificio, sino el hecho cultural que encierra”, explica Hernández. “Como ha hecho el Gobierno de Madrid con los toros, queremos que se convierta en un bien inmaterial”. Aunque admite que no espera un sí de la Administración, Hernández considera esta solicitud el primer paso para defender legalmente el Palacio de la Música, su historia y su tradición. Porque se supone que el inmueble deberá conservar, al menos, su fachada y algunos elementos arquitectónicos. Aunque los resultados de la adaptación comercial de otro cine emblemático, el Avenida, se pueden ver en la vecina tienda H&M, situada en el número 37.

Hernández cuenta con el apoyo de varias asociaciones –Madrid, Patrimonio y Ciudadanía, Salvemos el Albéniz, la asociación de actores AMITE-Exenia y Vallecas todo Cultura– y de los tres grupos municipales de la oposición (PSOE, IU y UPyD). Pero el PP tiene mayoría absoluta en el Pleno municipal. “No tengan un sentido romántico, la vida cambia y los grandes cines se convierten en otra cosa, es el devenir histórico”, zanjó Fernando Villalonga, delegado de Las Artes, ante las preguntas de los partidos.

Las reformas están acabadas en un 65%, según fuentes cercanas a esos trabajos. La fachada se ha puesto nueva. El escenario se ha ampliado para albergar una orquesta de más de 100 músicos y un coro. Se construyó una moderna sala polivalente en el último piso. Y los minicines del sótano están preparados para funcionar como camerinos y salas de ensayo. Todos los niveles están ya conectados por un ascensor. Unos seis millones de euros invertidos según el cuidadoso proyecto de José Luis Noriega. Y tirados a la basura, si la venta se concreta.

Aquella última función en el Palacio de la Música la vieron apenas 60 personas. Pero sus puertas se cerraron con la promesa del eco de miles de aplausos. Al parecer, este símbolo del Madrid cultural no tardará en volver a atraer muchedumbres entusiastas. Eso sí, en los días de rebajas.

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