Tatuajes de henna, una ‘ruleta rusa’ para la piel
Las fiestas de aquel año eran tan buenas como cabe esperar en cualquier pueblo de España: fuegos artificiales, música, comilonas populares y hasta una actuación del humorista Juan y Medio en la Plaza de la Constitución. Entre todas las actividades, el Ayuntamiento de Guadix montó una caseta-taller para que los menores pudieran probar en sus carnes un tentador privilegio de adultos: un vistoso tatuaje. Uno no permanente, eso sí, uno hecho con henna, ese tinte natural de larga tradición que ya usaban egipcios y nubios hace siglos. Del centenar largo de personas que pasaron por aquella caseta, alrededor de 30 acabaron en urgencias: el tatuaje les había abrasado la piel, dejándoles dolorosas marcas y lo que es peor, una secuela para toda la vida que les impedirá trabajar en determinadas profesiones en el futuro.
El caso de Guadix, sucedido en 2005, es un ejemplo muy llamativo de los riesgos que se corren al hacerse un pseudotatuaje de este tipo, tan propicio en periodos estivales por su corta duración: en unos diez días, 20 a lo sumo, el tribal o la letra china habrán desaparecido. Pero sobre todo es un ejemplo perfecto del desconocimiento que existe sobre este riesgo, que lleva incluso a un consistorio a poner en peligro la salud de sus niños. “Las autoridades no tienen ni idea de este problema, incluso muchos tatuadores lo desconocen”, explica el dermatólogo Leopoldo Borrego, responsable de varios trabajos que analizan cómo estos pseudotatuajes amateurestán estropeando veraneos cada año.
La clave está en que uno no puede fiarse de lo que le están aplicando en el paseo marítimo de cualquier localidad costera, en las ferias, mercadillos y fiestas populares. Porque en gran medida los tintes de henna están adulterados. Como suelen ponerse en verano, no resulta práctico el ritual necesario que implica unas cuatro horas de secado de la henna sobre la piel. Es por ello que en la mayoría de los casos se recurre a mezclarlo con un tinte prohibido para su uso en la piel, la parafenilendiamina (PPD), que ayuda a fijar el tatuaje en mucho menos tiempo: es la llamada henna negra, un producto ilegal y clandestino, cuyo color negruzco y durabilidad la distinguen del tinte original.
La henna negra, una sustancia ilegal
La PPD es una sustancia coloreada que se utiliza en múltiples productos, como tintes capilares (en concentraciones muy reducidas y siempre prohibida en cejas o pestañas) y textiles, plásticos e impresoras. “Como se trata de sustancias ilegales, es imposible saber el nivel de concentración de PPD que hay en el tinte que se está usando”, alerta Borrego, de la Academia Española de Dermatología y Venereología.
Esta sustancia llega a encontrarse en concentraciones de hasta el 15%, provocando inevitablemente reacciones alérgicas graves, como ampollas y lesiones permanentes. “Lo peor es que al sensibilizarse tras esta reacción alérgica, el sujeto se vuelve alérgico para siempre a esta sustancia, lo que le cierra la puerta a numerosas profesiones en las que la PPD está presente”, señala este profesor de la Universidad de Las Palmas, señalando empleos en peluquerías, la industria textil y del caucho, incluso imprentas.
Sanidad, a través de la Agencia Española del Medicamento (AEMPS), ha hecho varios llamamientos a la población (PDF) sobre los riesgos de la henna negra, pero el problema no parece haber remitido. No hay más que acudir a un repositorio de estudios médicospara darse cuenta de que cada día hay más y más casos de reacciones alérgicas a la henna adulterada, generalmente en periodos vacacionales, y que se extienden por todo el mundo: el equivalente de la AEMPS en EEUU ha publicado su propia alerta esta primavera.
Las principales víctimas suelen ser niños, advierte Borrego, porque tienen la piel más sensible, pero “sobre todo por una simple cuestión epidemiológica”, explica. “Los niños se los hacen más, porque no pueden hacerse uno de verdad, y logran que sus padres les dejen hacerse uno en verano, porque a los pocos días se habrá ido”, cuenta.
Es por eso que muchos de los estudios médicos que se publican los realizan pediatras, como es el caso de uno de los más recientes, publicado por Edurne Ciriza y otros dos colegas. En él se muestran dos casos de niños con importantes lesiones y marcas causadas por estos tatuajes. “Cada año nos encontramos con nuevos casos, generalmente recién llegados de la playa”, explica.
Campañas y registros
Ciriza lamenta que sean los propios padres los que pongan en riesgo a sus hijos por desconocimiento: “Lo ven como algo divertido e inocuo, como pintarle la cara de colorines en una feria. El motivo de publicar el artículo fue precisamente ese, el de tratar de dar difusión a este problema. Hay que tomar medidas”, alerta Ciriza.
Desde su punto de vista, sería importante renovar las llamadas de alerta para avisar a la población y actuar desde el punto de vista de las autoridades: “Deberían hacerse registros. Al fin y al cabo, se trata de sustancias ilegales y se podrían requisar”. Coincide con ella el dermatólogo Leopoldo Borrego, quien no duda del calibre de la respuesta: “Lo lógico es distribuir la advertencia entre los medios, pero sobre todo entre las policías municipales. No hay ninguna vigilancia de estos puestos ambulantes y debería haberla”, reclama.
En 2007, el Ayuntamiento de Guadix, como organizador de aquella dolorosa actividad lúdica, aceptó su responsabilidad y anunció que indemnizaría a través de su aseguradora a los 26 menores con más de 340.000 euros. Una lección que sin duda hizo aprendió aquel consistorio, pero que no parece haber llegado mucho más allá.