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Un grupo de investigadores avisa de que las vallas fronterizas contra inmigrantes afectan también a la fauna

Las vallas con cuchillas de la frontera de Hungría

Teguayco Pinto

La colocación de vallas fronterizas en algunas partes de Europa como respuesta a la afluencia masiva de refugiados ha levantado críticas en el seno de la Unión Europea. Las cuchillas que disponen algunas de estas estructuras pueden causar graves heridas entre los refugiados, tal y como sucedió con las concertinas de la valla de Melilla. Estas vallas no solo suponen un serio problema para los seres humanos, sino que también pueden afectar de forma importante a la vida silvestre. “Las vallas pueden matar a los animales que se enreden en ellas, además de poner en peligro la conectividad de distintas poblaciones”, explican varios investigadores en una carta publicada en la revista Nature.

Aunque para los científicos, “el coste humano de la crisis de refugiados merece la mayor atención política”, también alertan de que “muchas de las vallas podrían violar los acuerdos internacionales de conservación, como la Directiva de hábitats de la Comisión Europea”, que establece que “la protección y la mejora de la calidad del medio ambiente, incluida la conservación de los hábitats naturales, así como de la fauna y flora silvestres, son un objetivo esencial que reviste un interés general para la Comunidad”.

Los investigadores destacan que “gracias a la apertura de las fronteras en Europa durante el siglo XX, muchas especies de fauna local se han recuperado”. Sin embargo, durante los últimos meses han proliferado nuevas vallas a lo largo de las fronteras de Eslovenia, Croacia y Hungría y están previstas otras en las fronteras de Letonia y Estonia con Rusia. “Estas vallas pueden afectar al oso pardo, el lobo, el lince y varias especies de ciervos rojos”, explican los investigadores.

El principal impulsor de esta carta, el investigador del Instituto Noruego para la Investigación de la Naturaleza, John Linnell, destaca que el problema de la proliferación vallas se da prácticamente en todo el mundo, desde Europa del Este a Centroamérica, el sur de Asia o el Medio Oriente. “Se trata de una epidemia, una respuesta a nuestra reciente obsesión por la seguridad”, ha afirmado Linnell a eldiario.es.

Algunas vallas son “estúpidas”

Según este investigador, no todas las vallas responden a necesidades reales de seguridad ya que “algunas, como las de Hungría o las de Eslovenia y Croacia, son simplemente estúpidas, una reacción exagerada respecto al problema de los refugiados” y considera que “deberían ser eliminadas”. Otras, por contra, “son más complejas”, asegura Linnell, como la que existe entre Turkmenistán y Afganistán, “ya que existen problemas de seguridad muy reales, con lo que es difícil imaginar que puedan ser eliminadas a corto plazo”.

En casos como este, los investigadores consideran que se deberían tomar “medidas que garanticen la supervivencia de las poblaciones de animales que han sido aisladas”, así como estudiar el diseño de la estructura y la colocación de vallas para minimizar su impacto sobre la vida silvestre. “Existen muchas opciones y todo lo que tenemos que hacer es conseguir que las autoridades traten de encontrar soluciones prácticas que se adapten a las circunstancias específicas”, explica Linnell.

Este investigador asegura que “se conoce bien el impacto de las vallas en general, por ejemplo, las que utilizan los ganaderos, o las que se encuentran al borde de las carreteras”. La diferencia, destaca Linnell, “es que estas nuevas vallas son mucho más largas”, con lo que su impacto puede ser mayor. Un ejemplo es la reciente valla colocada entre la frontera de Eslovenia y Croacia, en la que “ha muerto un gran número de ciervos rojos tras enredarse en las concertinas”, asegura Linnell.

Pero el problema no solo está en los animales que mueren en la valla, sino en los que quedan aislados de recursos valiosos como el agua, o los que no pueden realizar migraciones estacionales. “Limitar el acceso de la vida silvestre a ciertas áreas que pueden ser importantes en las diferentes estaciones o limitar la posibilidad de que se produzca un intercambio genético, puede ser muy perjudicial”, concluye este investigador.

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