Se vende 'paper' por 2.000 dólares: el mercado negro de textos académicos daña la credibilidad de la ciencia
El 22 de abril, la cuenta de Twitter Authorship for Sale (Autoría en venta) publicaba un anuncio que le había llegado:
-Título: Thermal study on non-Newtonian fluids through a porous channel for turbine blades.
-Revista: Elsevier. Factor de Impacto: 6.2. Q1.
-Disponible: 1º [autor]. 2.000 dólares.
Para cualquier persona que conozca el mundo científico el mensaje es evidente. Para quien no, traducido del lenguaje del mundo académico a román paladino: se vende un artículo científico que ya tiene la aprobación para publicarse en uno de los grupos editoriales más potentes del mundo. Por 2.000 euros, promete el anuncio, le ponemos tu nombre como autor principal a un paper, que te servirá para acreditarte como profesor, progresar en tu centro o, según el país, incluso acceder a un trabajo. Es la versión élite en la ciencia de la venta de trabajos de fin de grado o máster.
Pocas semanas después de que el anuncio saliera a la luz, la revista Case Studies in Thermal Engineering, del gigante del sector Elsevier, adelanta que el próximo septiembre publicará un artículo con ese título exacto en su número 49. O ha habido una alineación planetaria sin precedentes que ha llevado a una serie de autores a poner justo el mismo título a un estudio, palabra por palabra, o la compraventa se ha ejecutado. El primer autor del paper, ese que estaba a la venta –en ciencia es habitual firmar un artículo entre varios, pero la posición en que se firme es relevante–, es Chao-zhe Zhu, que la misma revista cita como perteneciente a la Facultad de Ingeniería Médica de la Jining Medical University en Jining, China.
Chao-zhe Zhu es casi un fantasma: apenas aparece referenciado en un par de webs científicas, pero no hay rastro de un email en el que contactar. Chao-zhe Zhu probablemente necesitaba tener un artículo publicado para graduarse en la universidad, sacarse un doctorado o para ascender en un hospital, un requisito habitual en China. En ocasiones, en ese país simplemente se paga a los investigadores por publicar: en 2016, las universidades premiaron con 44.000 euros a científicos por aparecer en Science o Nature, según una investigación del MIT(Massachussets Institute of Technology).
El caso es solo uno entre los miles de ellos –que se hayan detectado– en los últimos años en revistas de todo el mundo. La compraventa de artículos prefabricados es una realidad que amenaza al sector, reconocen investigadores de todo el planeta. Las paper mills (fábricas de artículos), como se conocen en el sector, están a pleno rendimiento.
Encontrar una de estas empresas en internet es relativamente fácil. SIA Science Publisher, radicada en Letonia, “brinda la oportunidad de convertirse en coautor de un artículo existente que ha sido aceptado para su publicación en las revistas de indexación Scopus, Web of Science [los referentes del sector]. Al administrar todo el proceso, nos esforzamos por ahorrarle esfuerzo y tiempo utilizando nuestras décadas de experiencia colaborando con revistas científicas líderes”, prometen abiertamente en su web.
La empresa ofrece posibilidades casi ilimitadas. Se pueden buscar artículos filtrando por área de conocimiento, base de datos que indexa (califica) la revista, cómo de importante es esta (desde las Q1, las más prestigiosas, hasta las Q4, las menos; la elección determinará el precio) y el país. Se puede comprar una posición de autor o el artículo entero, lo que a su vez permite revender más coautorías, según sugiere la propia web. “La publicación se realiza llave en mano: los artículos ya están escritos, traducidos, corregidos, formateados y la revista seleccionada para su publicación. Lo único que necesita es elegir un tema adecuado para usted, la posición deseada en el artículo y pagar”, promete SIA. La empresa incluso incluye un apartado en el que resuelve dudas e incluye respuestas a preguntas como: “¿Cómo puedo estar seguro de que nadie sabrá que he comprado un artículo?”.
Varios métodos, el mismo problema
La compraventa de artículos funciona y tiene variantes, según explica Nick Wise, un investigador en la Universidad de Cambridge que estudia y trata de combatir el fenómeno. Se puede producir un paper desde la nada y vender la(s) autoría(s), se pueden vender autorías de artículos ya escritos o incluso se pueden vender citas, otro elemento fundamental en la carrera académica.
“Hay corrupción en las publicaciones académicas, que opera de muchas maneras diferentes”, comenta Wise por correo electrónico. “A veces es un investigador o un pequeño grupo de investigadores que intentan que sus artículos se publiquen o ser más citados. También hay redes de empresas profesionales de todo el mundo que trabajan para publicar miles de artículos, organizar sus propios números especiales en las revistas y sobornar a los editores. Yo lo llamaría crimen organizado, excepto que no siempre es obvio qué leyes, si es que hay alguna, se está violando”.
El problema afecta a casi todos los campos y lo sufren las revistas más prestigiosas. Es difícil de cuantificar porque solo se cuentan como fraudulentos los papers que se detectan, pero quienes lo estudian –normalmente investigadores que dedican a esta actividad su tiempo libre– aseguran que está lo suficientemente extendido como para suponer un problema para toda la ciencia, que ve su credibilidad minada.
La web especializada Retraction Watch, que lleva un registro de los artículos que se retiran por diversas razones, tenía a 17 de julio 2.304 entradas con referencias a fábricas de artículos y otras 1.890 con sospechas sobre la autoría. Uno de los informes más recientes que aborda la cuestión, elaborado por COPE (Committee on Publication Ethics) y STM, dos organizaciones que velan por la limpieza del sistema y cercanas a las principales editoras, calculaba que solo en 2022 se vieron afectadas por estos artículos 77 revistas y que el 14% de los artículos que se habían remitido o publicado en estas (dicho de otra manera, uno de cada siete), con picos del 2% y el 46%, eran sospechosos.
Solo una de las empresas que ofrece artículos explicita en su web que llevan publicando desde 2012 y que en estos 11 años han colocado más de 12.650 papers, 2.317 solo en 2020.
Las fábricas de artículos operan principalmente en China, Irán o India, explican fuentes que han investigado el sector. Un puñado escaso de países, pero que suman casi la mitad de la población mundial. “Son países donde hay muchísima competencia por los empleos académicos”, explica Wise, “y cuantas más publicaciones y citas tengas más opciones de conseguir uno”. Pero la cuestión no se limita a países asiáticos. “Seguro que hay académicos y estudiantes involucrados en occidente, tanto clientes como facilitadores”.
Una proyección realizada por Reese Richardson y Thomas Stoeger, dos investigadores de la Northwestern University (EEUU), calcula que en la próxima década los artículos sospechosos de haber salido de fábricas se multiplicarán por cien mientras el número de textos retirados se mantendrá más o menos estable, como lo ha estado en las última década. Otro estudio, llevado a cabo por el investigador Yasunori Park, del Ingham Institute de Australia, reveló que el 11% de 1.887 artículos analizados de su campo de trabajo, la investigación genética, eran “problemáticos”. El peligro está en que esos 206 artículos, que contenían secuencias, líneas celulares o imágenes sospechosas, sumaban 31.914 citas. La desinformación o información errónea, no científica, se esparce.
Un estudio reveló que el 11% de 1.887 artículos analizados en el campo de la investigación genética eran “problemáticos”; el peligro está en que esos 206 artículos, que contenían secuencias, líneas celulares o imágenes sospechosas, sumaban 31.914 citas
“La mayoría de los artículos de las paper mills no se retirarán jamás” de las revistas que los publicaron, añade Nick Wise. “Y algunos no se los leerá nadie, pero otros irán contaminando poco a poco la literatura científica. Hay áreas en las que las fábricas están más activas que en otras. No me gustaría tener que hacer una revisión de la literatura existente en una de estas”, añade.
Las editoriales dicen estar comprometidas, según aseguran a este diario Elsevier y Springer, dos de los grupos más grandes del mundo. Desde Elsevier explican que en 2022 retiraron 416 artículos que ya se habían publicado –aunque no todos por sospechas sobre la autenticidad o la autoría, también hay problemas de duplicaciones, manipulación de imágenes o plagio– y tienen varias investigaciones abiertas. “Nuestro equipo del Centro de Experiencia en Integridad de la Investigación y Ética de la Publicación tiene la misión de apoyar a los equipos de publicación en la resolución de casos de ética; y trabajar con partes interesadas y expertos de Elsevier para evitar la publicación de investigaciones no éticas, como las fábricas de papel, a través de sistemas seguros y de detección temprana”, informa un portavoz.
Chris Graf, director de Integridad en la Investigación (Integrity Research) de Springer Nature, la editora de la revista del mismo nombre, explica que “el volumen de artículos problemáticos es pequeño comparado con todo lo que publicamos, pero cualquier intento de subvertir el proceso editorial es inaceptable”. Springer, como Elsevier, tiene un grupo específico para estos asuntos (Springer Nature Research Integrity Group), explica Graf, que a su vez forma a los editores de las revistas. Este grupo ha desarrollado también una herramienta específica para la detección de artículos de fábricas de papers, una especie de Turnitin de artículos.
El agujero de los números especiales
Buena parte del problema, explican quienes conocen el sector científico, está en la carrera científica y cómo se incentiva a los investigadores. En la academia, en la ciencia, para progresar hay que publicar artículos, como resume el aforismo inglés publish or perish (publicar o perecer). Pero al sistema no le preocupa tanto qué se publica como dónde, en qué revistas, y ha dejado en manos privadas establecer cuáles son las de prestigio, a través de un método relativamente complejo que las divide en cuartiles, donde el Q1 es el mejor. Cuando un investigador publica en una revista Q1 ya no importa tanto qué haya en ese artículo, lo importante es el soporte. La disfunción del sistema, cuentan los científicos críticos, se entiende mejor cuando a esta información se suma que las revistas cobran por publicar a cambio de que los artículos sean accesibles para todos y no tengan muro de pago.
Que lo importante sea el dónde y no el qué provoca “incentivos indeseados de un mal uso de los indicadores bibliométricos que conducen a la sobreproducción de investigación de bajo riesgo”, en palabras del Ministerio de Universidades, que en colaboración con otros organismos está tratando de cambiar el sistema para alejarse de esta especie de dictadura de la publicación de artículos. Iniciativas europeas como CoARA o la nueva normativa para la acreditación del profesorado universitario, aprobada este pasado martes por el Gobierno, tratan de implantar otras maneras de publicar y valorar los méritos de los científicos.
Pero mientras estas nuevas prácticas se extienden, el fraude continúa. Uno de los principales agujeros que tienen las editoras son los monográficos que publican. Estos “números especiales” –que han proliferado en los últimos años de la mano de las llamadas editoriales depredadoras– se ponen en ocasiones en manos de investigadores ajenos a las propias revistas, y son estos científicos los que montan todo el número: deciden qué se publica y quién e incluso buscan los revisores que validarán la calidad científica de los artículos. Los special issues, como se conocen estos monográficos, se publican bajo el sello de las editoras, pero sin tener su control absoluto.
Una investigación realizada por la web especializada Undark junto a Retraction Watch reveló el caso de Gunesekaran Manogaran, un científico de datos con varios premios y un historial de publicaciones que lo sitúa(ba)n entre lo mejor del mundo. Según el artículo –realizado a partir de una denuncia anónima sobre Manogaran sobre la cual investigó Undark– Manogaran está implicado en 60 monográficos, con cientos o miles de artículos científicos publicados.
El funcionamiento del sistema de publicación en general y de las revistas en particular facilitaron que la supuesta red de artículos fraudulentos de Manogaran se extendiera tanto. Los monográficos permiten a las revistas centrarse sobre un tema concreto y, aunque es habitual que sean las revistas las que los encarguen, también funcionan al revés: un científico le puede proponer un número a una editorial y hacerse cargo de él. Para las revistas –y esto explica en parte por qué se han extendido tanto, explican los expertos– son una fuente de ingresos suculenta: los científicos les pagan para que sus artículos se publiquen en abierto y cualquiera pueda acceder a él (el sistema se conoce como APC y un artículo puede costar varios miles de euros).
Así, Undark cuenta que la red de Manogaran propuso especiales a cientos de revistas (se cuentan por miles en todo el mundo). Solo tenía que esperar que alguna picara y empezar a repartir autorías, papeles, revisiones y citas a quien él quisiera. También trabajó por persona interpuesta: utilizaba el nombre de otros científicos como supuestos editores, pero era una tapadera y realmente manejaba él los monográficos, una práctica que provocó la retirada de un artículo por parte de Elsevier. Manogaran rechazó las acusaciones, pero luego pasó al silencio. Según Retraction Watch, al científico le han retirado una docena de artículos recientemente.
Las colaboraciones imposibles
Los casos de supuestos fraudes se cuentan por cientos y son fácilmente localizables en internet. En ocasiones destacan las colaboraciones entre autores con poco en común. Un ejemplo entre muchos: el artículo Nanomaterial by Sol-Gel Method: Synthesis and Application tiene ocho autores: un ruso de un instituto de Farmacia, un iraquí de una Facultad de Biología, un tailandés de un departamento de Terapia Ocupacional, una persona saudí de una facultad de Enfermería, otro farmacéutico saudí, un ruso sin filiación específica y un iraní de un departamento de Ingeniería Química. Las colaboraciones entre científicos de diferentes centros o países son habituales; que coescriban un artículo personas de disciplinas poco relacionadas no lo es tanto.
El último autor del anterior ejemplo, Eshan Kianfar, es un nombre conocido entre los cazadores de fraudes. Un repaso a los artículos publicados en los que aparece este autor en la web especializada PubPeer revela que, de los 14 resultados que aparecen, un paper fue retirado –los editores de la revista que lo publicó encontraron pruebas de “manipulación con las autorías” y no pudieron comprobar que los demás autores hubieran contribuido en absoluto– y los otros 13 tienen problemas de credibilidad: desde citas a artículos también retirados hasta sospechas de compra, pasando por citas masivas “irrelevantes”, pasando por autocitas del propio Kianfar.
También se dan casos de revisores de artículos –otros científicos del campo del paper en cuestión, que son quienes validan los trabajos– directamente inventados. Es el caso de este artículo publicado en Frontiers –una de las editoriales sospechosas de realizar prácticas depredadoras (muy resumido, aceptar y publicar todo tipo de artículos con estándares de calidad dudosos)–, localizado por el investigador Alexander Magazinov y publicado en la web For Better Science. El artículo, finalmente retirado pero que estuvo publicado, había sido avalado por Hilla Mills, de la Universitiy for Development Studies de Ghana, y Luke Cheung, del Hospital Institute for Herbal Research de México. Ninguno de los dos existe, y sin embargo aparecen también como autores de varios artículos previos. ¿Para qué inventarse personas que no se van a beneficiar de publicar artículos? Magazinov da una posible respuesta: una vez establecido que esas personas existen, que son científicos que aparecen en las bases de datos, se les puede utilizar como revisores que validen artículos de dudosa calidad o procedencia.
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