Nat Clifton no solo fichó por la NBA: cambió para siempre el veto racial en el baloncesto
Murió en silencio, dentro de su taxi, sin que nadie reparase en que aquel conductor había cambiado la historia del baloncesto. Nadie lo reconoció aquella tarde de 1990, ni cuando la ambulancia retiró su cuerpo. Nathaniel Clifton había sido uno de los pilares de la NBA moderna, pero su último trayecto terminó sin homenajes ni titulares. Durante años, fue un rostro anónimo entre el tráfico de Chicago. Nadie imaginaba que ese hombre corpulento con manos enormes fue el primero en firmar un contrato NBA siendo afroamericano.
Antes de aquella vida al volante, Clifton ya era conocido por un apodo que le acompañó desde la infancia. Le llamaban Sweetwater. El mote surgió porque, de niño, apenas podía permitirse un refresco y solía echar azúcar en el agua para imitar su sabor. Lo hacía tanto que, en su barrio de Chicago, acabaron llamándole así casi sin pensarlo. Era una costumbre sencilla que se convirtió en nombre propio.
Una carrera construida desde los campos de algodón hasta romper barreras raciales
Clifton había sido un portento físico. Algunos registros dicen que estaba por debajo de los 2 metros y otros que lo superaba por poco, pero lo que es seguro es que pesaba más de 100 kilos y tenía una presencia dominante bajo los aros. Su carrera comenzó en los campos de algodón de Arkansas y después en las calles del South Side de Chicago, donde su familia se instaló cuando él era apenas un niño.
Allí, entre partidos de softball sin guantes y jornadas escolares, empezó a forjarse un jugador distinto. En el instituto DuSable se convirtió en estrella local, y más adelante en la Universidad de Xavier de Louisiana, donde destacó antes de ser reclutado por el Ejército durante la Segunda Guerra Mundial.
Su historia dio un giro en 1948 cuando se unió a los Harlem Globetrotters, con quienes viajó por todo el país. Antes de eso, había pasado por los New York Rens, otro equipo profesional afroamericano. Con los Globetrotters, Clifton ganaba 10.000 dólares, más que muchos otros jugadores negros de la época, aunque eso no le impidió preguntar al propietario por qué los blancos cobraban aún más.
Dos años después, los Knicks pagaron 12.500 dólares por sus derechos y él se llevó 2.500 en la operación. Así selló su contrato y pasó a la historia como el primer afroamericano en firmar con una franquicia NBA. Su debut con los Knicks se produjo el 4 de noviembre de 1950. Tenía 28 años y, a pesar de ser un novato en la mejor liga, dejó claro que estaba preparado para competir al máximo nivel.
Durante esa primera temporada promedió 8,6 puntos, 7,6 rebotes y 2,5 asistencias. En sus tres primeros años ayudó a llevar a los Knicks a tres Finales consecutivas, donde disputó 39 partidos de playoffs con unos promedios de 9,3 puntos, 10,5 rebotes y 3,1 asistencias. En 1957 fue seleccionado para el All-Star, convirtiéndose en el jugador más veterano en debutar en ese partido con 34 años.
La discriminación siempre estuvo presente, incluso dentro del vestuario de los Knicks
En una entrevista publicada por The Associated Press, Clifton explicaba que durante su etapa con los Knicks su rol ofensivo era limitado: “Yo podía anotar. Era un jugador ofensivo con los Globies y en Xavier”. Esa afirmación cobraba sentido al ver sus números: 10 puntos, 8,2 rebotes y 2,5 asistencias por partido a lo largo de 544 encuentros en la NBA.
A pesar de su rendimiento, nunca dejó de sospechar que su condición de único jugador negro del equipo condicionaba su protagonismo: “No había jugadas para mí. Siendo el único negro en el equipo, siempre pensé que la razón por la que no recibía más la pelota era porque los otros estaban cuidando de sí mismos, pensando lo que tenían que hacer para conservar su puesto”.
Después de su paso por los Knicks, fue traspasado en abril de 1957 a los Pistons, ya establecidos en Detroit. Allí jugó una única temporada antes de retirarse oficialmente en 1958. Aun así, volvió a las pistas en 1961 con los Chicago Majors de la American Basketball League, aunque el proyecto fue breve. También jugó un año con los Detroit Clowns de béisbol.
Lo que nunca abandonó fue su ciudad, Chicago, donde condujo un taxi durante años para sobrevivir en una época en la que la NBA aún no ofrecía pensiones a sus veteranos. En 1965, la liga implantó ese sistema de pensiones, y Clifton pudo acceder a esa ayuda junto con otros pioneros como Earl Lloyd y Chuck Cooper.
Su hija, Jataun Robinson-Swopes, contó en una entrevista con The Undefeated que su padre vivió episodios de discriminación durante su carrera, especialmente en los desplazamientos fuera de Nueva York: “Tenían verdaderos prejuicios cuando iban a otras ciudades, llamándole negrata. Decían: Vete a casa, negrata. Nos contaba que fue duro”.
A pesar de lo vivido, su paso por el baloncesto fue imposible de ignorar. Su legado se vio recompensado en 2014, cuando fue incluido en el Salón de la Fama del Baloncesto. La ceremonia, sin embargo, tuvo lugar 24 años después de su muerte. Su hija confesó al recibir el reconocimiento que sintió una mezcla de orgullo y pena: “Estaba muy orgullosa de él, pero me sentí mal porque no estaba allí para poder aceptarlo”.
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