Así gobernaban los primogénitos en el Antiguo Egipto, según un nuevo estudio
Durante décadas, se ha dado por sentado que la estructura familiar del antiguo Egipto era similar a la actual: una pareja forma un hogar, tiene hijos y, llegado el momento, cada uno de ellos establece su propio núcleo familiar. Sin embargo, una reciente investigación desarrollada en la Universidad de Leiden cuestiona esa visión. La egiptóloga Steffie van Gompel ha analizado los contratos matrimoniales del periodo faraónico y propone una lectura distinta: “Los egipcios seguían un sistema familiar basado en el clan, no en el hogar nuclear”.
El rol del promogénito
Según Van Gompel, esos contratos -documentos legales que estipulaban la dote, el reparto de bienes en caso de divorcio y otros aspectos conyugales- muestran que no todos los hijos abandonaban la casa familiar al llegar a la adultez. En muchos casos, el primogénito, casi siempre varón, permanecía en el hogar de sus padres y asumía la dirección del mismo, conviviendo con varias generaciones bajo un mismo techo.
Este modelo de transmisión del poder dentro del hogar confiere al primogénito un rol determinante. “A veces digo que Egipto era literalmente una patriarquía”, afirma la investigadora. Los hombres mayores de la familia decidían sobre el matrimonio de sus descendientes, controlaban los bienes incluso después de que sus hijos se casaran y mantenían la autoridad dentro de la casa. No se trataba solo de una preferencia por los hijos varones, sino de una lógica organizativa que beneficiaba al heredero designado.
Qué ocurría con las mujeres
Paradójicamente, este sistema no excluía del todo a las mujeres. Aunque es frecuente destacar que las egipcias podían poseer propiedades -algo poco común en otras culturas antiguas como la griega-, Van Gompel advierte de que esto no significa que fueran figuras emancipadas: “La posibilidad de tener propiedades no las convertía en feministas, como a veces se interpreta en la cultura popular”.
No obstante, el sistema podía favorecer a las mujeres cuando no había un hijo mayor disponible. En ausencia de primogénito, era preferible elegir a una hija para continuar el linaje familiar antes que designar a un sobrino o a otro familiar. “Esto limitaba el desarrollo de un sesgo explícito contra las mujeres dentro del sistema”, señala Van Gompel, quien destaca que el conflicto principal se producía entre el primogénito y el resto de hermanos, no entre hombres y mujeres.
Este hallazgo obliga a matizar una narrativa extendida que retrataba a la mujer egipcia como un símbolo precoz de igualdad. En realidad, su estatus se entendía dentro de un marco más complejo, donde el parentesco y el poder se organizaban en función del rol que cada persona desempeñaba en el clan familiar, más allá del género.
Así desarrolló la investigación
Para llegar a estas conclusiones, Van Gompel combinó el análisis filológico de textos antiguos con herramientas de la demografía histórica. Así logró identificar patrones familiares que, lejos de coincidir con el modelo contemporáneo occidental, responden a una lógica propia del Egipto faraónico, donde la jerarquía y la continuidad del linaje condicionaban la vida doméstica.
La investigación no solo cambia la forma de entender la organización familiar en una de las civilizaciones más influyentes de la historia, sino que también lanza una advertencia: aplicar categorías modernas a sociedades antiguas puede llevar a conclusiones engañosas. “Para entender cómo vivían realmente los egipcios, hay que mirar su mundo con sus propios ojos”, concluye Van Gompel.
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