La portada de mañana
Acceder
Esperanza Aguirre, la ideóloga de un modelo sanitario que hace negocio
El PP usa el “sentido común” para disfrazar su renovado negacionismo climático
OPINIÓN | 'Privatizacionitis sanitaria: causas, síntomas, tratamiento', por Isaac Rosa

Troya fue mucho más que héroes y dioses: su basura lo cuenta todo

Los relatos épicos de Troya ocultaron durante siglos cómo funcionaba realmente la ciudad

Héctor Farrés

0

Troya se ha explicado muchas veces a través de sus héroes, sus tragedias o sus asedios, pero existe otra forma de entender su historia que no pasa por los relatos de guerra, ni por las pasiones que cruzaban el Egeo. La vida cotidiana de sus habitantes, plasmada en sus hábitos más elementales, permite reconstruir los cambios de fondo que definieron su evolución durante casi dos milenios.

La arqueología ha hecho visibles las huellas materiales que dejaron quienes cocinaban, almacenaban, comerciaban y reutilizaban objetos. Sus restos conservan la estructura de la ciudad con más detalle que cualquier verso épico. Entre huesos, fragmentos cerámicos, cenizas y desperdicios se conserva la transformación completa de un núcleo agrícola en un centro urbano con capacidad regional. Ese es el eje, como explica Stephan Blum en The Conversation, de las investigaciones desarrolladas en las excavaciones de Troya.

La acumulación de residuos sirve como base para reconstruir la historia troyana

Los niveles de residuos acumulados alcanzan hasta 15 metros de espesor y atraviesan nueve grandes fases de construcción que abarcan desde el año 3000 hasta el 1000 antes de nuestra era. En ese espesor se concentran capas que detallan cómo funcionaban los talleres, cómo se redistribuía el grano o qué zonas se destinaban a moliendas.

El análisis de huesos animales, desperdicios orgánicos, utensilios partidos y zonas quemadas permite reconstruir tanto la actividad doméstica como los procesos económicos a pequeña escala. Todo ese conjunto, que aparenta caos, revela un patrón planificado y estable, donde las tareas diarias se repartían con lógica y se adaptaban al crecimiento de la ciudad.

Las campañas impulsadas por la Universidad de Tubinga desde finales de los años 80 han profundizado en este tipo de registros, con especial atención a los restos alojados en estructuras residenciales. Esos materiales suelen mantenerse en la misma zona donde fueron descartados, por lo que permiten identificar espacios diferenciados según su función, como cocinas, almacenes, vertederos o zonas de trabajo artesanal. Las capas sirven como registro indirecto de los usos del suelo, ya que los residuos no se evacuaban lejos, sino que se aprovechaban para nivelar superficies, reforzar muros o tapar huecos entre construcciones.

Las excavaciones revelan que la ciudad reutilizaba sus desechos con una lógica funcional

Las osamentas halladas abarcan tanto especies domésticas como ejemplares marinos, lo que sugiere un intercambio estable entre el interior y la costa. Además de restos de ganado, también se han documentado conchas, espinas y caparazones de tortuga, junto con evidencias de pesca y recolección costera. En paralelo, el hallazgo de fragmentos de cerámica procedentes de otras regiones indica vínculos comerciales más amplios, sobre todo con el Egeo oriental y zonas interiores de Anatolia.

Uno de los indicios más claros de esta evolución es la aparición progresiva de objetos de lujo fabricados con materiales exóticos. Entre ellos destacan los trabajos en cornalina y lapislázuli, que señalan rutas de intercambio de largo recorrido. También se han localizado moldes de fundición y herramientas especializadas, prueba de una actividad metalúrgica en expansión que coincidió con el aumento de construcciones monumentales. Algunos edificios alcanzaban los 30 metros de largo y se organizaban en torno a patios rectangulares, lo que apunta a una concentración progresiva del poder y a una jerarquía social en desarrollo.

La ciudad experimentó retrocesos constructivos y productivos a mediados del tercer milenio

Esa complejidad no fue lineal. Hacia mediados del tercer milenio antes de Cristo se detectan indicios de retroceso, con viviendas más simples, menor diversidad de objetos y reducción en los desechos productivos. La ralentización afecta también a las técnicas constructivas, que pasan a emplear materiales menos elaborados.

Esa fase apunta a un descenso económico o a una reorganización política que impactó en la estructura urbana. Sin embargo, la ciudad logró reactivarse más adelante con un modelo renovado que apostó por la especialización y el comercio.

El auge definitivo de Troya se consolidó con la especialización y el comercio

A mediados del segundo milenio la actividad cerámica se refinó, aparecieron nuevas formas de almacenamiento y se multiplicaron los restos de productos importados. El urbanismo adquirió una estructura más definida, con zonas específicas para funciones diferenciadas.

Esa etapa corresponde al periodo en que la Troya histórica alcanzó su auge y se convirtió en el foco del relato épico posterior. La imagen que proyecta la arqueología, sin embargo, muestra que todo ese desarrollo se sostuvo sobre una base mucho más pedestre: la gestión diaria de los residuos.

El estudio de los desperdicios permite trazar un mapa completo del uso del espacio, de las jerarquías internas y de las relaciones exteriores. Frente al relato de las lanzas y los mitos, la historia que cuenta la basura de Troya se apoya en materiales tangibles y en acciones cotidianas que explican mejor que ningún poema cómo se transformó una aldea en un referente regional.

Etiquetas
stats