Amazon, París, Málaga F.C.: Internet y la moral tradicional cargan de potencial destructivo los vídeos privados de personalidades públicas
La difusión de imágenes comprometedoras ya supone un riesgo para cualquier persona que se comporte con cierta naturalidad en Internet. Cuanto más conocida sea la persona, mayor es la vulnerabilidad ante posibles casos de chantaje o de destrucción de la reputación. El último caso es de hace unos días: el candidato del partido de Macron para la alcaldía de París, Benjamin Griveaux, ha tenido que renunciar a la carrera electoral tras la filtración en redes sociales de vídeos y mensajes de carácter sexual, que habría enviado en su momento a una persona que no es su pareja estable.
El presunto responsable de la difusión de los vídeos de Griveaux es el ciudadano ruso Piotr Pavlenski -opositor a Putin-, que quiso denunciar, dijo, “la hipocresía de la clase política francesa” y la doble vida de un político “pretende ser el alcalde de la familia y hace todo lo contrario. Miente a los votantes”, ha explicado Pavlenski al diario francés Libération. El artista y su novia, Alexandra de Taddeo, -a la que presuntamente iba dirigido el vídeo de Griveaux- han sido detenidos, aunque fueron puestos en libertad condicional horas después.
Otro caso reciente en el que, por motivaciones políticas de un agente extranjero, se ha pretendido perjudicar a una persona es el del dueño de Amazon, Jeff Bezos. Un tabloide estadounidense, The National Enquirer, intentó extorsionarle con publicar imágenes y mensajes eróticos de su relación con la expresentadora Lauren Sanchez. De fondo había una investigación para saber quién había filtrado detalles de su relación extramatrimonial días después de que anunciara su divorcio.
Meses más tarde y a partir de una investigación externa se pudo probar que quien estaba detrás es el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salman. La operación se enmarca en un intento de perjudicar a Bezos, dueño también del periódico The Washington Post, donde colaboraba el periodista crítico Jamal Khashoggi, asesinado en 2018 en la embajada saudí de Estambul.
Hackeos con un trasfondo machista
Casos diferentes pero también frecuentes son los que tienen que ver con el hackeo y no con la traición o la filtración. La actriz y cantante estadounidense Bella Thorne fue víctima de un ciberdelincuente que le robó fotos y vídeos íntimos de su móvil. Ella misma eligió desactivar la 'sextorsión' publicando el contenido en redes sociales, “retomando el poder sobre sus propias imágenes”, como escribió en su cuenta de Twitter.
Anteriormente, se difundieron fotos de una veintena de famosas, entre ellas Jennifer Lawrence o Rihanna, que habían sido objeto de un hackeo de sus cuentas de iCloud. En esta ocasión el 'hacker'fue detenido y sentenciado a 18 meses de prisión por un delito de violación a la ley contra el fraude y otro de abuso informático.
Xavier Peytibi, consultor de comunicación política en Ideograma, argumenta que “la polarización en redes sociales” genera un caldo de difusión perfecto para este tipo de chantajes, que no son nuevos pero que ahora tienen un impacto mucho mayor para sus víctimas. “Son normas morales para la sociedad en la que vivimos, donde aún existe la culpa, especialmente en lo relacionado con el tabú de lo sexual”.
La presidenta de la Asociación de Comunicación Política (ACOP), Verónica Fumanal, considera que existe hoy una mayor “exigencia” con la coherencia en la imagen pública: “Se entiende que alguien que tiene comportamientos reprobables en su vida personal no puede representar los valores tradicionales o de la familia”. En España, sin embargo, la vida personal de los políticos siempre ha estado muy protegida. “Algunas cosas se saben, pero no suponen hechos noticiosos para la prensa”, prosigue Fumanal. Sin embargo, con la irrupción de las redes sociales y la democratización de un “terminal comunicativo que graba audio y vídeo en altísima calidad sin que la persona sepa que está siendo grabada”, ahora cualquiera puede ser acusada de algo que se sale de lo “políticamente correcto”, explica a eldiario.es.
Ese “pacto tácito” entre medios de comunicación y políticos puede romperse, como ha empezado a pasar en casos como el de Cristina Cifuentes; la publicación de un vídeo donde era registrada en un supermercado al irse sin pagar con unas cremas en el bolso acabó siendo la puntilla de su carrera política, ya herida de muerte por el 'caso máster'.
Verónica Fumanal argumenta que el formato del vídeo tiene gran importancia en comunicación porque permite valorar y prejuzgar lo que vemos sin ser plenamente conscientes de lo que esas imágenes suponen. “Y en un mundo donde la comunicación es audiovisual, vamos a entrar en una era peligrosa”, explica, “podemos estar sometiéndonos a censura, amparados bajo una falsa premisa de transparencia”.
Al final, toda persona que tiene un cargo público o de notoriedad es susceptible de ser chantajeada y ver cómo su profesionalidad se pone en tela de juicio por un tema ocurrido en su ámbito privado. Algo que en EEUU ya está ocurriendo, “hay una posición ofensiva, de cacería, de las personalidades en su ámbito privado que no tiene que ver con su labor y que viene de hace décadas”, añade.
Amenazas, extorsión y clickbait
Verónica Fumanal explica que “siempre habrá gente que hará negocio” con la intimidad ajena, a través de amenazas, extorsión o creación de contenidos por encima de lo que marca la ética periodística o incluso ciudadana. Otro caso reciente es el del exentrenador del Málaga FC, Víctor Sánchez del Amo, que tras denunciar que estaba siendo víctima de extorsión por la publicación en redes sociales de un vídeo sexual, el club lo ha suspendido de sus funciones “hasta que se realice un investigación completa”.
Pero esto no ocurre solo en el ámbito de las celebrities, también una persona completamente anónima puede convertirse en trending topic en Twitter y saltar al foco público al hacerse públicas imágenes escabrosas. Ahí la memoria nos recuerda el nombre de Olvido Hormigos, exconcejala socialista en el municipio toledano de Los Yébenes, que en 2012 fue víctima de la filtración de un vídeo íntimo suyo que la puso en el foco mediático.
Peytibi detalla que este tipo de acciones tendrían que ser “temas personales que no deberían salir a la luz, pero la moral todavía importa”, lo que provoca una pérdida de credibilidad del personaje público.
Respecto a una posible normalización de estas actitudes, los expertos se muestran escépticos: “Nos hemos dotado [de estas actitudes] como valores para que la sociedad misma funcione y están recogidos en códigos civiles y religiosos que son difíciles que cambien, ni en el corto plazo ni en la próxima época”, explica Fumanal. “Somos una sociedad visual, con imágenes no se puede negar lo ocurrido, y además es más fácil que se viralice y genere conversación, y eso es lo que realmente destroza a la persona, no lo que ha hecho, sino estar en el ojo del huracán”, añade Peytibi.
La reputación profesional y personal, apunta finalmente Fumanal, “es como una almohada de plumas, que una vez que se rompe... no puedes volver a meter todas las plumas”. Aunque empiecen a desarrollarse legislaciones como la del derecho al olvido y las vías administrativas para la retirada de contenido sexual publicado por terceras personas sin consentimiento, “Internet es infinito”, explica.
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