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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

Los bots, la segmentación ideológica y la encriptación crean la tormenta perfecta para la manipulación electoral en Internet

Los bots, la segmentación ideológica y la encriptación crean la tormenta perfecta para la manipulación electoral en Internet

Carlos del Castillo

El 90% de los españoles se conecta a Internet a través de su móvil. De ellos, el 93% usa WhatsApp; el 80%, Facebook; el 51%, Instagram; y el 40,9%, Twitter. Si se les pregunta cuándo fue la última vez que accedieron a una red social, el 80,5% responde “ayer”. Son los resultados de la encuesta sobre consumo de Internet en España de la Asociación para la Investigación de Medios de comunicación, publicado este lunes. Los españoles están en las redes y allí irán a buscarles los partidos políticos para que escojan su papeleta cada vez que estén frente a una urna este 2019.

Aunque la desinformación puede parecer el arma de manipulación más peligrosa de los partidos políticos, no será la única baza que pondrán en práctica. Pese a que aún no ha comenzado la campaña, ya hay pruebas del uso de tácticas fraudulentas y complejas herramientas para potenciar las noticias falsas, como la encriptación para difundir campañas ocultas o el astroturfing. El comienzo de la campaña les dará la cobertura legal para sumar también la ultra-segmentación de mensajes.

La mayoría de esas tácticas no son nuevas, sino que son readaptaciones de estrategias de marketing online que las empresas privadas llevan años utilizando. El astroturfing desplegado en Twitter este domingo para apoyar la intervención de Pablo Casado en El Objetivo es solo el último ejemplo. Consiste en el empleo de cuentas falsas para vestir la propaganda pagada como un mensaje o movimiento social impulsado desde la base por usuarios reales.

Las empresas privadas utilizan los enjambres de bots, las cuentas mercenarias y los influencers para hacer astroturfing y crear una imagen favorable de sus productos, o criticar a la competencia. Sin embargo, su uso en entornos políticos eleva dudas éticas: no había ningún “Daniel Guzmán” apoyando las tesis de Casado ante Ana Pastor. Era una cuenta falsa que usó la cara de Vicente de Jesús Hermosillo, un estudiante mexicano asesinado en diciembre, como foto de perfil. El granjero de bots que vio su foto en el pequeño medio mexicano El Sol del Centro y la usó en la cuenta falsa seguramente no calibró el impacto que tendría que alguien descubriera la fechoría, ya que borró el perfil tras ser señalado por múltiples usuarios.

“El PP no tiene cuentas falsas. Pero hay simpatizantes y militantes que en su casa hacen lo que quieren”, han justificado fuentes oficiales del partido. Las granjas de bots dedicadas a intoxicar las redes han convertido el debate político en su negocio, y pueden ser contratadas por cualquier candidato, partido o usuario. Su aparición no puede ser directamente relacionada con la figura a la que apoyan ya que sus intereses pueden ser más elaborados. En la ciberguerra, por ejemplo, son muy habituales los ataques “de falsa bandera”, en los que se hackea un objetivo y se deja un rastro que induce a creer que el responsable es otro grupo de hackers o un Estado que en realidad no tienen ninguna relación con el suceso.

Los especialistas ya han cazado cuentas falsas con un gran número de seguidores impulsando de forma artificial el discurso de otros partidos, como Vox. No obstante, el PP es reincidente en las polémicas por las tácticas opacas en las redes. El partido también señaló a la acción de un militante cuando eldiario.es sacó a la luz su campaña oculta en WhatsApp, en la que atacaba a PSOE y Vox usando un vídeo de Epi y Blas. Según su explicación, el vídeo lo hizo alguien sin relación con el PP, aunque el partido lo distribuyera a través de todos sus grupos de WhatsApp para “explicar cosas complejas de manera que todo el mundo las entienda”.

El empleo de WhatsApp para una campaña como esa revela otro de los retos en las siguientes elecciones: la encriptación. El contenido de los mensajes divulgados en la plataforma es secreto incluso para sus gestores y cualquiera que no sea emisor o receptor. Este cifrado, una herramienta para asegurar la privacidad entre usuarios, complica la lucha contra los bulos y la vigilancia de los mensajes que los partidos políticos difunden entre los ciudadanos.

Pere Masip, líder de un equipo de tres investigadores españoles de la Universidad Ramón Llull seleccionados por WhatsApp para analizar cómo hacer frente a este reto, lo explicó en conversación con este medio: “Nos han repetido por activa y por pasiva que no tienen información de lo que sucede dentro, y por lo tanto no pueden bloquear contenidos. Pueden bloquear cuentas a partir de indicios: por ejemplo si desde una misma IP se crean muchos grupos de 200 personas en muy poco tiempo”.

“Todo es en base a sospechas, no pueden saber si ha difundido contenido falso o no”, abundaba el investigador. Si los contenidos están cifrados, ¿cómo controlar si lo que dice cada partido a cada ciudadano vía WhatsApp es exacto o se trata de una manipulación? La pregunta espera respuesta. Mientras tanto, WhatsApp ha ido añadiendo funcionalidades para manejar los bulos como la etiqueta de “mensaje reenviado”, ha limitado la cantidad de reenvíos que se pueden hacer de un mismo mensaje y prueba una nueva herramienta para que, cuando se haya reenviado más de cinco veces, aparezca una que indique “reenvío frecuente”.

¿Quién eres, votante?

Decirle a todo el mundo lo que quiere oír sin que unos votantes se enteren de lo que se les promete a otros es una estrategia muy útil para ganar unas elecciones. Se denomina segmentación de los mensajes y la industria publicitaria lo ha utilizado prácticamente desde el comienzo de Internet para mostrar sus anuncios de todoterrenos a quien se han interesado por las características de un vehículo 4x4, y no a quien ha buscado cómo se cambia la rueda de una bicicleta. El problema, de nuevo, es que las estrategias de segmentación han mejorado tanto que permiten a los partidos dirigirse a grupos muy concretos de votantes y hacer extrapolaciones muy precisas de qué es lo que piensan en base a unos pocos datos personales.

En España, los partidos se han asegurado de que podrán acceder y tratar esos datos personales de los ciudadanos. Se autorizaron a rastrear las redes sociales en busca de números de teléfono, emails y otros datos de contacto en la nueva Ley de Protección de Datos y lo justificaron en un “interés legítimo” a comunicar su propaganda electoral.

Numerosos juristas elevaron la voz de alarma ante su acción, avisando que estaban abriendo la puerta a la creación de ficheros con información política de los votantes. O lo que es lo mismo: denunciaron que los partidos se había autorizado a perfilar ideologicamente de los ciudadanos, una práctica inconstitucional. La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) salió al paso de las críticas e intentó difundir un mensaje de tranquilidad ante la alarma generada, avisando a los partidos que no permitirá que perfilen ideológicamente a los votantes. No obstante, el Defensor del Pueblo ha apreciado los motivos alegados por los juristas y ha presentado un recurso de inconstitucionalidad contra la norma, que ya ha sido admitido a trámite por el Tribunal Constitucional.

El Alto Tribunal no ha suspendido cautelarmente la Ley, y si no lo hace antes del 12 de abril (fecha de inicio de la campaña y momento en que el texto da rienda suelta a lo que pueden hacer los partidos con los datos personales) la AEPD será el único órgano capaz de vigilar que los partidos no hacen usos abusivos de la información. Deberá acometer la tarea con el presupuesto congelado desde 2012: “Necesitaríamos que se aprobara el presupuesto cuanto antes, o que el Ministerio de Hacienda nos habilitara una generación de crédito”, pedía antes del fracaso de las cuentas de Pedro Sánchez y la posterior convocatoria de elecciones la directora de la AEPD, Mar España, que temía una avalancha de reclamaciones ante la Agencia y contra los partidos políticos cuando estos empezaran a enviar propaganda electoral al móvil de los ciudadanos sin consentimiento previo.

Otro de los problemas para atender el discurso conservador de la AEPD es que una parte del negocio de Facebook, una de las redes más usadas por los españoles, ya se basa en perfilar a sus usuarios, datos ideológicos incluidos, para luego vender a los partidos (o cualquier empresa interesada) la posibilidad de anunciarse solo ante los segmentos de votantes que más les interesen. Por el momento, uno de los partidos que ha usado los anuncios de Facebook con más intensidad ha sido Vox, que estuvo en campaña permanente varias semanas.

Según los expertos, la tormenta perfecta apenas acaba de empezar. Los partidos esperarán a los últimos días antes de las citas con las urnas para desatarla en su máxima intensidad, cuando la propaganda es más efectiva. “La mejor estrategia”, explicó a esta redacción Sam Jeffers, creador de una herramienta para monitorizar los anuncios de los partidos en Facebook, es esperar a los últimos días de la campaña “invertir grandes cantidades de dinero y alcanzar directamente a gente con ese mensaje”.

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