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Caza a los disidentes de los Emiratos Árabes en la red

El presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi

Joaquín Pi Yagüe

Madrid —

Rori Donaghy es un periodista de Emiratos Árabes que actualmente reside en Londres, y trabaja en Middle East Eye, un portal de noticias centradas en Oriente Próximo. No hace mucho esta publicación sacó a la luz una serie de informaciones sobre la política exterior de su país, las cuales tenían como fuente principal una filtración de correos electrónicos que afectan a distintas personalidades de esa unión de estados del Golfo Pérsico. Antes de la aparición de esos contenidos, Donaghy había liderado además el Centro de Emiratos para los Derechos Humanos. Este periodista y activista recibió en noviembre del año pasado un email aparentemente inofensivo donde el destinatario de ese correo le proponía participar en un acto con expertos en derechos humanos.

Donaghy sospechó, y decidió ponerse en contacto con los expertos de Citizen Lab, un centro de investigación con un enfoque multidisciplinar que tiene su sede en la Escuela Munk de Asuntos Globales, perteneciente esta, a su vez, a la Universidad de Toronto. Los expertos informáticos de ese centro de estudios encontraron en el mensaje un link aparentemente inocuo que redirigía al usuario a la web del canal de televisión catarí Al Jazeera.

No obstante, antes de ejecutar esta operación se solicitaba a JavaScript que analizara y elaborara un perfil del ordenador desde donde se había pinchado en ese link pasando ese dispositivo entonces a convertirse en un “objetivo”, según la terminología empleada por Citizen Lab. Dando esa orden a JavaScript se intentaba, de paso, averiguar la antigüedad de la versión de Tor que tenía instalada el usuario –en caso de que así fuera– para tratar de vulnerar el anonimato que es capaz de proporcionar este navegador.

Este es solo uno de los aspectos de un estudio de 36 páginas, donde los expertos de Citizen Lab que lo redactaron señalaban con cautela que ese ataque, como otros tantos de los que tuvieron constancia antes de noviembre de 2015 y hasta el momento de publicarse el documento el pasado 29 de mayo, se habían ejecutado, de acuerdo a la hipótesis más probable que manejaban, “bajo el patrocinio de un estado”.

Citizen Lab califica a Stealth Falcon, el operador con que se llevaron a cabo los ataques, como “un actor amenazante y sofisticado, capaz de implementar un amplio abanico de técnicas de ingeniería social y tecnológica contra objetivos potenciales”. El informe destaca asimismo que “en los ataques no se muestra motivación cibercriminal alguna, como fraude o robo en el ámbito financiero, y tampoco intentos de apoderarse de la propiedad intelectual de contenidos o de espionaje industrial”.

La manzana envenenada del falso periodista

La manzana envenenada del falso periodistaLas víctimas de los ataques de spyware recibieron contenido de interés como cebo. Llegaron hasta el mismo a través de URL abreviadas con aax.me. El laboratorio destaca en su escrito que “el 73% del contenido usado como cebo se centraba en asuntos políticos relacionados con EAU [Emiratos Árabes Unidos]. Además, de las 27 cuentas de Twitter que fueron víctimas de Stealth Falcon, 24 eran de usuarios comprometidos en actividades políticas o críticos con el Gobierno de EAU”.

Para algunos de esos usuarios, hubo también consecuencias en el mundo real: “De las personas que pudimos identificar [relacionar con su respectivo usuario en Twitter], algunas fueron posteriormente arrestadas o condenadas en ausencia por el Gobierno de EAU en relación con su actividad en la Red”. Dado que esta información procede de un centro de la Universidad de Toronto, eldiario.es intentó recabar la opinión de la Embajada de Emiratos Árabes en Ottawa sin resultado alguno.

Cuando escanearon la cuenta de correo electrónico de Donaghy constataron que había contactado con un falso periodista, quien, según el grupo de especialistas, tenía relación directa con el origen del software espía. Desde esa cuenta, en cuyo nombre del perfil ficticio figura “Andrew Dwight”, se contactó también con otros tres disidentes de Emiratos Árabes. Si bien no se pudo constatar que hubieran sido objeto de algún tipo de ataque llevado a cabo con éxito, los investigadores sí lograron localizar otros perfiles que fueron víctimas del tal Dwight.

Ataques cibernéticos con consecuencias en el mundo físico

Ataques cibernéticos con consecuencias en el mundo físicoUno de ellos es Obaid Yousef Al-Zaabi, quien fue detenido el 2 de julio de 2013 por algunos tuits sobre los 94 procesados bajo la acusación de “haber intentado derrocar al  Gobierno”. “Al final lo liberaron un mes después debido a sus problemas de salud, pero volvieron a apresarlo el 12 de diciembre de 2013 después de haber realizado declaraciones a la CNN sobre la situación de Shezanne Cassim, ciudadano estadounidense” recluido entonces por un vídeo realizado con ánimo de parodia donde hablaba de la juventud de Dubái.

El 23 de junio de 2014 fue absuelto de todos los cargos, pero el informe manifiesta que, de acuerdo a “dos fuentes” de Emiratos Árabes, Al-Zaabi “continúa detenido en el ala para presos de un hospital”. El otro caso consignado en el informe corresponde al profesor Abdullah Al-Shamsi, vicerrector de la Universidad Británica de Dubái, quien apareció como firmante de una petición al Gobierno de Emiratos Árabes para que convocara elecciones, y con quien contactó también el perfil ficticio del periodista mencionado.

La mayor evidencia de los daños que pueden causar este tipo de ataques fuera del mundo cibernético se constata en la historia de Ahmed Mansur, si se tiene en cuenta lo publicado por el New York Times en un pequeño reportaje que salió a la luz el mismo día en que se conoció el informe de Citizen Lab.

Según cuenta el periódico estadounidense, a Mansur, activista de derechos humanos residente en Emiratos Árabes, “le hackearon su cuenta de email”, e “hicieron operaciones de rastreo para mantenerlo localizado”, presuntamente como a tantos otros. No obstante, en su caso además “lo encarcelaron, y despidieron de su trabajo; además de confiscarle el pasaporte, le robaron el coche, y 140.000 dólares de su cuenta bancaria. También lo apalearon dos veces en la misma semana”. 

Desapariciones forzosas, según Amnistía Internacional

Desapariciones forzosas, según Amnistía InternacionalEl extracto del informe de Amnistía Internacional sobre Emiratos Árabes para 2015/2016 relata: “Las autoridades restringieron arbitrariamente la libertad de expresión, arrestando y persiguiendo a quienes eran críticos con el Gobierno”. Incluso llegan a acusar a las “fuerzas de seguridad de haber sometido a desaparición forzosa a docenas de personas”.

A ello cabría sumar que, igualmente según Amnistía, la “tortura y otras formas de maltrato a los detenidos fueron prácticas comunes”, así como “la permanencia en prisión de presos de conciencia después de juicios injustos”. Human Rights Watch llegó exactamente a las mismas conclusiones que Amnistía Internacional, aunque centrándose solamente en 2015, y sumando además dos apartados específicos en su resumen: uno dedicado a la situación de vulnerabilidad de los inmigrantes que acudieron a trabajar a esa monarquía del Golfo, especialmente en los empleos domésticos, y otro centrado en el estado de los derechos de las mujeres.

Una de las conclusiones que se pueden extraer del informe de Citizen Lab según el New York Times es que “en la actualidad casi cualquier tipo de país, ya sean las naciones pequeñas y ricas en petróleo como Emiratos Árabes, ya sean países pobres pero muy poblados como Etiopía, están comprando spyware comercial, o contratando e instruyendo a programadores para desarrollar sus propias herramientas de hackeo y vigilancia”.

Pero hay otra conclusión que recoge el propio informe, relativa a cómo estas actuaciones concretas recogidas en el mismo pueden condicionar la relación entre periodistas y activistas de derechos humanos. Para sus autores, la táctica empleada contra los disidentes de Emiratos Árabes “es solo uno de los últimos ejemplos de la amenaza que supone para la sociedad civil que determinados sujetos suplanten a periodistas y ONG para ejecutar operaciones de espionaje”,  y agrega que “muchas legislaciones protegen esta relación entre periodista y fuente, porque se entiende que la confianza que genera esta protección es importante para una sociedad civil sana y dinámica. Las tácticas que juegan precisamente con esta confianza son arriesgadas y pueden contribuir a una rápida erosión de esa misma confianza en que se basa la sociedad civil”.  

Este diario ha intentado sin éxito durante casi una semana ponerse en contacto con Donaghy para profundizar en el relato de su experiencia.

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