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Las redes sociales intentan blindarse ante el rebrote de bulos sobre las vacunas

Antivacunas

Carlos del Castillo

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En los últimos días se ha viralizado por WhatsApp una portada falsa del diario El Mundo que recoge que Araceli, la mujer de 96 años con la que el pasado 27 de diciembre se inició la campaña de vacunación contra el coronavirus en España, ha fallecido. Se trata de un montaje que simula ser una captura de pantalla de su edición digital, pero el bulo ha adquirido tal velocidad que ha obligado al propio medio a desmentirlo expresamente: “Si te ha llegado esta falsa noticia atribuida a El Mundo, borra la imagen y no la difundas”, ha pedido el diario.

El creador del bulo ha utilizado a Araceli como gancho para aumentar la viralización de un tipo de ataque contra la confianza en las vacunas que, en realidad, es reciclado. La narrativa inicial utilizaba a una enfermera estadounidense como protagonista. “Es una de las características más importantes de la desinformación en la pandemia: cada vez es más frecuente que los bulos se adapten de un país a otro y que además se haga de una forma muy rápida”, explica Raúl Magallón, profesor de la Universidad Carlos III.

El contagio de los bulos a través de las fronteras se repite desde los primeros confinamientos. Un informe de cinco de las principales agencias de verificación europeas –Agencie France-Presse (AFP) en Francia, CORRECTIV en Alemania, Pagella Politica/Facta en Italia, Maldita.es en España y Full Fact en Reino Unido– sobre sus desmentidos de marzo y abril refleja que las corrientes de desinformación en cada país coincidieron en tiempo y argumentos. Todas las tendencias, desde el bulo sobre el origen artificial del virus, pasando por los del 5G y la teoría de la conspiración sobre Bill Gates, se reciclaron de un idioma a otro.

Desde el principio las vacunas fueron una las temáticas principales de esas corrientes de bulos, aunque en España tuvieron menos eco que en otros países. En los dos primeros meses de pandemia representaron el 4% del total, por el 8% de Italia, por ejemplo. No obstante en lo relativo a desinformación, más atención pública casi siempre equivale a más cantidad de mentiras. Desde que comenzó la campaña de vacunación los principales medios de verificación españoles han multiplicado sus desmentidos: ni la vacuna de Pfizer es el origen de la cepa británica (EFE Verifica), ni el primer paquete de vacunas que ha llegado a España lleva el logo de una empresa de microchips (Maldita.es) ni las vacunas basadas en ARN-m tienen la capacidad de mutar el ADN humano y convertirnos en "seres transgénicos" (Newtral).

Este rebrote de bulos sobre la vacuna tampoco ha ocurrido solo en España. Pero, al contrario de lo que ocurrió con la desinformación en las primeras etapas de la pandemia, ahora sí ha pillado preparadas a las plataformas digitales. Todas han preparado medidas especiales para intentar blindarse ante él, aunque con estrategias diferentes.

La línea roja del borrado de contenidos

Facebook, YouTube, Twitter y TikTok, tres de las redes más importantes para publicar contenidos generados por los usuarios, han avisado de que eliminarán aquellos que “contradigan el consenso científico” sobre la vacuna o sus posibles efectos adversos. Se trata de una línea roja que muy rara vez están dispuestas a cruzar estas plataformas pero en la que han coincidido ante el inicio de las campañas de vacunación.

“En el contexto de una pandemia mundial, la desinformación sobre las vacunas presenta un desafío de salud pública importante y en aumento, y todos tenemos un papel que ejercer”, ha afirmado Twitter en un comunicado oficial. La red que concentra buena parte de la conversación sobre temas sociales y políticos en los países occidentales vetará, además de los comentarios negacionistas, aquellos que “sugieran que las inmunizaciones y las vacunas se utilizan para causar daño intencionalmente o controlar poblaciones, incluidas las declaraciones sobre vacunas que contemplan una conspiración de manera deliberada”.

"En el contexto de una pandemia mundial, la desinformación sobre las vacunas presenta un desafío de salud pública importante y en aumento, y todos tenemos un papel que ejercer"

YouTube anunció que no tolerará contenidos que “contradigan el consenso científico” en octubre, mientras que Facebook anunció medidas similares a principios de diciembre. Recientemente ha añadido que rechazará “los anuncios o publicaciones orgánicas que promuevan la venta de vacunas para la COVID-19, como intentos de vender kits con la vacuna o un acceso acelerado a ella”. Esta política se extiende también a otra de las redes de su propiedad, Instagram, pero no a WhatsApp, uno de los focos de contagio de bulos más común, dado que los mensajes que circulan por ella están cifrados y nadie, salvo emisor y receptor, puede conocer su contenido. Telegram se encuentra en la misma situación.

Tiktok, la red social de más éxito entre adolescentes, ha sido la menos transparente en cuanto a qué tipo de contenidos borrará, pero también ha avisado de que podría hacerlo. “Ya tenemos en vigor políticas que prohíben la información errónea que pueda causar daño a la salud de una persona en concreto, o a la seguridad pública en general. Esto también incluye tomar medidas para eliminar la información falsa sobre la vacuna”, ha expuesto.

¿Qué impacto tienen los bulos en la confianza pública en la vacuna?

Por el momento, los estudios sobre el impacto en la opinión pública de la desinformación sobre el coronavirus recibida a través de redes sociales no abundan. Sin embargo, una reciente encuesta del King's College de Londres entre la población británica reflejó que los ciudadanos que se informan sobre la actualidad principalmente a través de estas plataformas tienen una visión más favorable de las personas que llaman a no vacunarse.

De está forma, mientras un 41% de la población británica piensa que esas personas son “estúpidas”, ese porcentaje se reduce al 26% entre aquellos que declaran que YouTube es su principal fuente de información, y al 27% entre los que se informan por WhatsApp. “En conjunto, 1 de cada 9 (11%) usuarios de Facebook, Twitter, YouTube y WhatsApp dicen que respetan a los activistas antivacunas, alrededor del doble de la proporción del público del Reino Unido en general que dice lo mismo (5%)”, abunda el estudio.

1 de cada 9 (11%) usuarios de Facebook, Twitter, YouTube y WhatsApp dicen que respetan a los activistas antivacunas, alrededor del doble de la proporción del público del Reino Unido en general que dice lo mismo (5%)

En España, el CIS ha reflejado que la llegada definitiva de la vacuna ha reducido el porcentaje de personas que afirman que no se la pondría. De un 47% del mes de noviembre ha pasado al 28% de diciembre. Magallón, coautor de un estudio sobre el impacto de los bulos sobre el coronavirus en la opinión pública, avisa que en España, en lo referente a la vacuna, “las tecnológicas juegan un papel, pero el eje político resulta aún más importante”.

En España, en la opinión sobre las vacunas existe un eje muy interesante: los votantes de PSOE y Unidas Podemos se muestran a favor, mientras que los votantes de PP y Vox son más proclives a estar en contra

“En la opinión sobre las vacunas existe un eje muy interesante: los votantes de PSOE y Unidas Podemos se muestran a favor, mientras que los votantes de PP y Vox son más proclives a estar en contra. Ocurre lo mismo cuando se analiza el eje en función de si está a favor o en contra del presidente del Gobierno. Nosotros lo hemos llamado polarización vírica”, explica Magallón.

Las evidencias de los investigadores se han visto refrendadas por el clima político tras el inicio de la campaña de vacunación. El PP la ha convertido en un nuevo campo de batalla, con acusaciones de Pablo Casado contra el Gobierno de “politizar la vacuna” y la respuesta del ministro de Sanidad, Salvador Illa: “Hay quien está más empeñado en empañar los éxitos colectivos que en celebrar los pasos que vamos dando”.

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