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Una startup francesa fundada hace siete meses revienta el mercado tras la firma de la nueva ley europea de la IA

La plantilla de Mistral.

Carlos del Castillo

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En Europa la verdadera carrera de la inteligencia artificial (IA) empieza ahora. La primera ley de la UE para regular el alcance de esta tecnología y sus aplicaciones en el continente fija las reglas del juego. El primer “campeón” de esa carrera ya se ha postulado. “Creamos Mistral AI porque nos importaban dos cosas: ayudar a que surgiera un campeón europeo y promover un enfoque abierto de la tecnología”, dice uno de sus fundadores. Desde ahora lo son no solo de propósitos sino también a nivel de capital.

Mistral AI echó a andar en París el pasado mayo. Este fin de semana ha cerrado su segunda ronda de financiación, en la que ha conseguido 385 millones de euros. Los principales inversores son dos de los grandes fondos de capital riesgo estadounidense más especializados en las startups tecnológicas, Andreesen Horowitz y Lightspeed Venture. En la lista también hay nombres como Salesforce, BNP Paribas o el campeón del hardware de la IA, Nvidia.

La ronda establece el valor de Mistral AI en 2.000 millones de dólares, uno de los más altos de la historia para startups europeas en su primer año de vida y el récord absoluto del emergente campo de la IA. La empresa es ya un “unicornio” con solo 22 personas contratadas. Sus tres fundadores rondan los 30 años: dos han trabajado en los laboratorios de IA de Google y otro en el de Meta.

Mistral se especializa en el desarrollo de grandes modelos de lenguaje natural. Es la misma tecnología que utiliza ChatGPT, por lo que Francia ya celebra haber conseguido “su propia OpenAI”. Mistral quiere permitir que otras empresas o instituciones integren su inteligencia artificial para generar sus propios chatbots, asistentes, motores de búsqueda o generadores de contenido automáticos adaptados a su propio contexto, lo que les permitiría automatizar procesos y reducir costes.

Ese potencial es el que ha hecho que Microsoft invierta más de 10.000 millones de dólares en OpenAI, que le ofreciera un cheque en blanco a su jefe o el detonante de su batalla con Google en este campo. Si la revolución de la IA logra añadir una capa más a la digitalización de la sociedad a través de ese tipo de avances, tecnología como la de OpenAI y Mistral serán tan vehiculares en el proceso como lo fue la de Microsoft para los ordenadores personales o la de Google para navegar por Internet.

La apuesta de Mistral es que esos modelos sean de código abierto. Esto es lo que la diferencia de Google o Microsoft (y también de OpenAI tras su guerra civil), que ponen la tecnología al servicio de otras compañías pero con restricciones. Sus inteligencias artificiales están coartadas, entre otras cosas para impedir que utilicen o que reproduzcan lo que han aprendido sobre el racismo, el machismo o las teorías conspiratorias.

Los fondos de capital riesgo han aplaudido el enfoque de Mistral de ofrecer la tecnología sin cortapisas. “Estos modelos son mucho más eficientes que la mayoría de las alternativas, tienen un filtrado menos restrictivo y demuestran una rápida mejora en las arquitecturas subyacentes”, ha celebrado el fondo Andreesen Horowitz en el comunicado donde ha informado de su inversión en Mistral. “La IA debería ser abierta”, recalcan.

Un elefante blanco en Bruselas

Mistral ha anunciado su nueva ronda de financiación apenas una horas después de que se firmara la nueva ley europea de la IA. “Lo emocionante no es tanto la cantidad recaudada como lo que dice: que algunos de los mejores inversores del mundo están ahora dispuestos a invertir cantidades significativas en una startup europea, y que este dinero permitirá el desarrollo de una tecnología abierta”, ha celebrado Cédric O, exministro francés de Transformación Digital.

Una de las primeras inversiones de la pequeña startup fue fichar a Cédric O para que defendiera sus intereses ante el Elíseo y recordara el factor clave que podría resultar una ley europea para la IA más restrictiva con su negocio. “Dependiendo de cómo sea la ley de la IA, esta podría matar a Mistral o podría permitir que Mistral crezca, y hay mucha zona gris en el medio”, avisó el exministro en los medios ante las negociaciones finales.

Unas negociaciones a las que Francia, Alemania e Italia se presentaron con una nueva propuesta que rompía la línea fijada hasta entonces por los 27. Pedían no regular el terreno en el que se mueven Mistral u OpenAI y que la ley se centrara en cómo se implanta su tecnología en productos concretos. Para ellas, las únicas normas serían un “código de buenas prácticas” redactado en conjunto por las empresas del sector y sin multas en caso de que lo incumplieran.

¿Lo han conseguido? “No del todo”, responde Kris Shrishak, investigador del Irish Council for Civil Liberties que ha asesorado a varios gobiernos en la negociación. “El código de buenas prácticas es temporal y habrá sanciones en caso de infracción. Lo que consiguieron fue que las obligaciones para los grandes modelos de IA sean sobre todo de transparencia. No hay evaluación de riesgos. No hay requisitos de ciberseguridad. No hay evaluaciones de terceros. Incluso para aquellos modelos con 'riesgo sistémico' no se exigen evaluaciones externas”, añade.

Existen otra serie de relajaciones en las medidas que incluye la ley europea previstas para las empresas que desarrollen modelos de código abierto, algo que de momento Mistral no hace, afirma el experto, ya que sus actuales productos “están lejos de serlo”.

Mistral no será la única startup europea que se beneficiará de esas medidas. La alemana Aleph Alpha, fundada en 2019, también está desarrollando grandes modelos de lenguaje natural. En noviembre cerró una ronda de financiación que la valoró en 500 millones de dólares.

“Los modelos lingüísticos son formidablemente poderosos en la medida en que median en nuestra relación con la esfera de la información”, ha escrito este lunes Cédric O. “Es probable que las interfaces que utilizamos hoy, como el navegador en el que quizá esté leyendo este mensaje, sean mañana sustituidas en gran medida por robots conversacionales, ya sea en el ámbito privado o en el profesional”.

“Estos modelos son muy importantes para la cultura europea”, ha continuado: “Un modelo lingüístico puede considerarse una forma de representación del mundo. Si todos los proveedores son estadounidenses y propietarios, entonces las herramientas que median en nuestra relación con el mundo serán todas de 'inspiración estadounidense'. Eso no es malo en sí mismo, pero conlleva el riesgo de un formateo cultural muy poderoso. Por eso no sólo es esencial que haya proveedores de modelos europeos (y africanos, asiáticos, latinoamericanos...), sino también que existan desde modelos abiertos que permitan a cada cual controlar y modelar su comportamiento”.

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