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The Guardian en español

Indonesia abre fosas comunes en plena búsqueda de supervivientes para evitar enfermedades

Vista general de una mezquita devastada por un tsunami en la playa de Talise, en Palu, Sulawesi Central, Indonesia, el 30 de septiembre de 2018.

Kate Lamb / Hannah Ellis-Petersen

Makassar —

Las autoridades en Indonesia han comenzado a enterrar en fosas comunes a las víctimas del tsunami que ha golpeado este fin de semana la ciudad de Palu. Mientras, los familiares de las personas desaparecidas buscan a sus seres queridos en bolsas con cadáveres y la búsqueda de supervivientes se intensifica.

En Poboya, en las colinas sobre Palu, los voluntarios han cavado una fosa común de 100 metros de largo y han empezado a llenarla con centenares de cadáveres metidos en bolsas con el objetivo de prevenir la propagación de enfermedades. Los voluntarios han recibido instrucciones para preparar la fosa para 1.300 víctimas. Más de 540 cadáveres han sido trasladados a la fosa común desde un solo hospital.

La iniciativa se produce en plena búsqueda desesperada de supervivivientes tras el tsunami que golpeó la isla el viernes pasado poco antes de la oración de la tarde en el país de mayoría musulmana. La ola, que alcanzó los seis metros de altura en algunas zonas, devastó la ciudad.

Este martes, la cifra oficial de fallecidos llegaba a 1.234 personas, pero se estima que sean miles. Se han encontrado cientos de cuerpos en las playas y las autoridades temen que muchos hayan sido arrastrados mar adentro. “Hay muchos cuerpos tirados en la playa y flotando en la superficie del mar”, afirmó a los medios un residente local. Además, la falta de maquinaria pesada complica la recuperación de cadáveres de entre los escombros.

Jan Gelfand, presidenta de Cruz Roja en Jakarta, afirma que los equipos de rescate están buscando “formas creativas” para intentar llegar a las víctimas en las áreas más remotas. Gelfand afirma que la organización ha instalado 25 tanques de agua en la zona costera, pero asegura que esto solo “es una gota en el océano respecto a lo que se necesita”. “A nuestros equipos les costó entre 12 y 15 horas entrar, y pasará un tiempo hasta que puedan hacer una evaluación de la situación”, añade.

El domingo, la administración de Cébeles declaró un estado de emergencia de 14 días. Sutopo Purwo Nugroho, portavoz de la agencia de desastres naturales, ha afirmado que esto permitiría “que tanto el Gobierno local como el nacional movilicen personal, logística y equipos, así como dinero, para resolver las necesidades de la zona y las personas afectadas”.

Sutopo ha confirmado que Palu y la población cercana de Donggala no tendrán electricidad durante al menos otros tres días, mientras que el agua potable y el combustible se están agotando. Supervivientes desesperados se enfrentan a otra noche a la intemperie y se han formado colas para recibir comida y combustible. También se han producido algunos saqueos. Miles de personas se han agolpado en el aeropuerto de Palu en un intento desesperado por salir del país: “No hemos comido en tres días, solo queremos estar a salvo”, señala una mujer.

El portavoz de la agencia de desastres naturales señala que las condiciones en el vecindario de Petobo, en Palu, son especialmente malas porque el terremoto ha causado un fenómeno que se llama licuación y que consiste en que un suelo lleno de agua pierde su fortaleza y se desmorona, lo que provoca que todas las estructuras sobre él construidas se derrumben. “Todavía hay centenares de víctimas enterradas en barro”, ha afirmado Sutopo este lunes.

Reclusos fugados

Sri Puguh Budi Utami, director de prisiones de Indonesia, ha confirmado que 1.425 reclusos se han escapado de cárceles dañadas en el desastre, incluidos los 343 presos de la cárcel de Donggala, que se incendió.

Entre los centenares de casos en los que lo equipos de rescate han trabajado está el de Nurul Istikharahpor, una niña de 15 años que estaba atrapada debajo del hormigón de su casa, después de que ésta se derrumbara sobre ella y su familia. Incapaz de mover las piernas debajo de los pesados escombros de hormigón, Istikharah quedó atrapada junto a su madre y su sobrina, ambas fallacidas. El domingo, los equipos de salvamento intentaron controlar el agua que salía de una tubería rota por miedo a que la joven se ahogara.

Dwi Haris, que se fracturó la columna y el hombro, está en el hospital militar de Palu, donde están tratando a los pacientes en la calle a causa de los potentes temblores secundarios que no cesan. A Haris se le llenan los ojos de lágrimas al relatar el violento terremoto que sacudió el quinto piso del hotel en el que se alojaba junto a su mujer e hija.

“No tuvimos tiempo de salvarnos. Creo que yo quedé atrapado entre las ruinas de la pared”, explica Haris, añadiendo que su familia había venido a la ciudad para una boda. “Escuché a mi mujer pedir ayuda, y luego sólo silencio. No sé qué les sucedió a ella y a mi niña. Espero que estén a salvo”.

Otros han enfocado su búsqueda en las morgues a cielo abierto, donde los cadáveres yacen al sol, esperando ser identificados o reclamados. El vicepresidente de Indonesia, Jusuf Kalla, estimó el domingo que la cifra final de fallecidos en el norte de la isla Cébeles podría ser de “miles” de personas, ya que aún no han podido entrar en algunas zonas.

La cadena indonesia Metro TV difundió el domingo imágenes aéreas desde una comunidad costera en Donggala, cerca del epicentro del terremoto. Algunas casas en primera línea de la costa parecían destruidas, pero un residente dijo que la mayoría de la gente huyó a tierras más altas cuando comenzó el terremoto. “Cuando el terremoto golpeó fuerte, todos corrimos colina arriba”, dijo a la cadena un hombre identificado como Iswan.

Traducido por Lucía Balducci

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