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The Guardian en español

La emergencia del zika lleva a las mujeres a impugnar la restrictiva ley del aborto en Brasil

Según la OMS, hasta el 7 de julio ha habido 1638 casos declarados de microcefalia y otras malformaciones cerebrales en Brasil.

Sarah Boseley

Varios colectivos de mujeres de Brasil están listos para impugnar este verano la legislación del aborto, con la esperanza de hacer posible una interrupción del embarazo segura y legal para las mujeres que estén en riesgo de dar a luz a un bebé con malformaciones tras una exposición al virus del zika.

“Las mujeres deberían poder decidir y tener los medios para acabar con sus embarazos por afrontar riesgos graves de tener bebés con microcefalia y sufrir grandes trastornos mentales durante la gestación. No se les debería obligar a continuar con sus embarazos bajo esas circunstancias”, explica Beatriz Galli, abogada especializada en bioética y derechos humanos que trabaja para Ipas, un colectivo dedicado a acabar con los abortos inseguros.

Los abogados de las organizaciones presentarán un recurso legal en el Tribunal Supremo en la primera semana de agosto, cuando la institución vuelva al trabajo tras las vacaciones de invierno. Los coordina Anis - Instituto de Bioética, una organización que defiende la igualdad de la mujer y los derechos reproductivos.

Los colectivos cuentan con el dictamen de unos abogados de la universidad estadounidense de Yale, que argumentan que las políticas del gobierno brasileño sobre el zika y la microcefalia incumplen los derechos humanos de las mujeres. El Gobierno “no ha aprobado medidas adecuadas para garantizar que todas las mujeres tengan acceso a información y opciones integrales sobre salud reproductiva, tal y como establecen los compromisos de salud pública y derechos humanos de Brasil”, dice un análisis de la Global Health Justice Partnership, una iniciativa conjunta de las facultades de Derecho y Salud Pública de Yale.

También critica la gestión de la epidemia que está haciendo Brasil. “Su fracaso en garantizar infraestructuras adecuadas, recursos de salud pública y programas de control de los mosquitos en ciertas zonas ha agravado mucho la epidemia del zika y la microcefalia relacionada con ese virus, especialmente entre las mujeres pobres de minorías raciales”, afirma el análisis.

Hasta el 7 de julio, ha habido 1638 casos declarados de microcefalia –un trastorno consistente en tener la cabeza excepcionalmente pequeña– y otras malformaciones cerebrales en Brasil, según la Organización Mundial de la Salud. Las mujeres que no quieren seguir con sus embarazos porque se han infectado, incluso si tienen un escáner que confirme anomalías cerebrales en el feto, no pueden optar por un aborto legal. Hay datos de un aumento en los abortos tempranos con pastillas que se pueden obtener por Internet. También se teme que aumenten los abortos inseguros e ilegales.

Galli señala que ya hay unas 200.000 hospitalizaciones al año de mujeres que han pasado por un aborto clandestino, y una estimación de un millón de abortos ilegales antes de la epidemia. “Sabemos que hay clínicas que trabajan en entornos muy empobrecidos de Río de Janeiro y que las mujeres están pagando mucho dinero y están poniendo en riesgo sus vidas”, asegura.

Las activistas que quieren cambiar la ley se apoyan en una sentencia que dictó el Tribunal en 2012 en el caso de bebés con anencefalia, un trastorno en el que el feto se desarrolla sin cerebro, lo que hace imposible que nazca vivo. El caso duró ocho años, pero al final el Tribunal decidió, por ocho votos a favor y dos en contra, legalizar la interrupción del embarazo en esas circunstancias.

Antes de esa sentencia, había dos excepciones a la prohibición del aborto en Brasil: que la vida de la mujer embarazada esté en peligro y que haya sido violada. La anencefalia se convirtió en la tercera, pero las activistas creen que no es solo un precedente.

Debora Diniz, cofundadora de Anis y profesora de Derecho en la Universidad de Brasilia, se muestra confiada en que el Tribunal entenderá que la situación es una emergencia. Explica que no piden la legalización del aborto, sino “tener derecho a abortar en el caso de una infección por zika durante la epidemia”.

“No es un aborto en caso de malformación fetal. Es el derecho a abortar en caso de estar infectada por el virus del zika y sufrir estrés mental por estar en esta situación horrible y tener tan pocas respuestas sobre cómo planear y tener un embarazo seguro”, precisa.

Las activistas tienen cinco demandas: información de calidad para las mujeres embarazadas, mejoras en el acceso a la planificación familiar, repelentes de mosquitos para las mujeres, mejores políticas sociales para ayudar a los niños nacidos con malformaciones congénitas por el zika y apoyo económico a los padres.

Diniz apunta que las personas más pobres son las más afectadas. “La sensación en mi barrio adinerado (de Brasilia) es que todo está bien”, señala. La gente nunca ha conocido a una mujer con zika ni ha visto a un bebé con malformaciones neurológicas. Pero cuando Diniz va a clínicas de las zonas más golpeadas, como Campina Grande, en el noreste, todo gira en torno al zika.

“Tenemos dos países en uno”, afirma. “Esta es una emergencia de las mujeres desconocidas. El problema es que eran desconocidas antes de la epidemia. No estoy siendo una oportunista. Tenemos una epidemia que muestra la cara de la desigualdad brasileña”.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo

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