La costa en su momento más tranquilo: siete destinos para disfrutar del mar en temporada baja
Los destinos junto al mar los solemos relacionar con el verano. Son pueblos bonitos, con puerto, barquitas y buen pescado, pero que en los meses centrales del año reciben a medio país. Y claro, disfrutar su esencia se hace más difícil. Lo bueno es que, cuando baja el ruido y vuelve la vida de siempre, muchos recuperan un encanto que a veces pasa desapercibido entre tanta visita estival.
En invierno, aunque haya que abrigarse un poco más, estos destinos tienen algo que engancha. La luz es distinta, las playas se convierten en paseos agradables, el puerto vuelve a ser de los vecinos y su autenticidad se aprecia mejor. No falta nada de lo que los hace especiales: el olor a mar, el paisaje, la actividad diaria de la gente del lugar y una gastronomía marinera llena de sabor.
Por eso, si apetece disfrutar de la costa sin agobios, este es un buen momento para hacerlo. Y no hace falta irse muy lejos: El Rompido, Isleta del Moro, Costa da Morte, Castro Urdiales, Lekeitio, Cudillero y Calella de Palafrugell son siete destinos perfectos para redescubrir el mar en plena temporada baja.
El Rompido (Huelva)
El Rompido es uno de esos pueblos que ganan cuando baja el ajetreo veraniego. Su núcleo antiguo, con casitas blancas y un puerto que siempre huele a marisma, invita a recorrerlo sin prisas. Detrás están los pinares y las dunas. Delante, el río Piedras y las barquitas que se mueven con la marea. Es un sitio sencillo, muy ligado al mar, que en invierno se disfruta de otra manera.
La naturaleza lo es casi todo aquí. El Paraje Natural Marismas del Río Piedras y Flecha del Rompido ofrece paseos largos junto al agua, y la propia Flecha, esa lengua de arena que va creciendo frente al pueblo. El paisaje es bonito hasta en los meses fríos. También están los faros, los senderos y ese sabor a pescado fresco que nunca falla. Un destino marinero que, en temporada baja, muestra su esencia más tranquila y cercana.
Isleta del Moro (Almería)
La Isleta del Moro es pequeña, pero tiene una personalidad enorme. En invierno se nota aún más ese aire de pueblo de pescadores que vive pegado al mar, con sus casas blancas mirando a los peñones y las barcas sobre la arena. El paisaje volcánico del Cabo de Gata lo rodea todo y crea una sensación de quietud que cuesta encontrar en otros momentos del año.
Estos meses son perfectos para caminar tranquilamente por el paseo, acercarse al Peñón Blanco o seguir algún tramo costero hacia Los Escullos. El mar suele estar claro, el ambiente es calmado y la vida se concentra en lo más fundamental: el puerto, los senderos y un pescado fresco con sabor a Mediterráneo.
Costa da Morte (A Coruña)
La Costa da Morte es uno de esos lugares donde no tiene sentido elegir solo un pueblo. Es una zona llena de rincones marineros, cada uno con su carácter, y en invierno se aprecia mejor esa mezcla de acantilados, faros y puertos pequeños que define esta parte de Galicia. El mar marca el paisaje y también la forma de vivir.
Pueblos como Malpica, Laxe, Camariñas, Muxía o Fisterra muestran ahora su cara más serena. Los faros, los paseos junto al agua y los miradores se disfrutan sin apenas gente. Y la gastronomía, muy centrada en el producto del Atlántico y con marisco de primera, acompaña cualquier plan. Es una costa para recorrer sin prisa, parando donde apetezca y dejándose llevar por lo que ofrece cada tramo.
Castro Urdiales (Cantabria)
Castro Urdiales es una villa con historia, puerto y un conjunto monumental que impresiona desde lejos. En verano suele haber bastante movimiento, pero en invierno se vuelve mucho más agradable para pasear por el puerto, asomarse a las vistas del Cantábrico o recorrer su casco antiguo sin necesidad de esquivar multitudes.
Su iglesia gótica, el castillo-faro y el puente medieval forman una estampa muy particular. A eso se suman pequeños paseos costeros, rincones con buenas panorámicas y un ambiente local que sale a relucir estos meses. Y como en cualquier pueblo marinero del norte, el pescado y las conservas tienen un papel importante en la mesa.
Lekeitio (Bizkaia)
Lekeitio es otro de esos pueblos que en verano se llenan de visitantes, pero cuando baja la temporada vuelve a su ser marinero. El puerto, el caserío antiguo y la basílica forman un conjunto muy bonito que ahora es más fácil de disfrutar. Las barquitas, las fachadas de colores y el ir y venir del puerto marcan el día a día.
Estos meses se puede disfrutar de sus paseos junto al mar y, si la marea lo permite, incluso cruzar a pie hasta la isla de San Nicolás. También está el camino que lleva al faro de Santa Catalina, con vistas amplias del Cantábrico. Es un destino cómodo, bonito y con una gastronomía que siempre gira alrededor del pescado.
Cudillero (Asturias)
Cudillero tiene una imagen muy reconocible: casas de colores escalonadas sobre el puerto formando una especie de anfiteatro natural. En invierno, con menos visitantes, se puede recorrer con mucha más tranquilidad, disfrutar de sus miradores y fijarse en detalles que en verano pasan desapercibidos.
El puerto sigue teniendo actividad, los alrededores ofrecen paseos cortos con vistas y, para qué negarlo, su esencia es más fácil de apreciar. La gastronomía destaca por su sabor marinero, con pescado del Cantábrico como protagonista y marisco del bueno. Es un destino ideal para apreciar ese ambiente de pueblo pegado al mar, sin el bullicio habitual de los meses cálidos.
Calella de Palafrugell (Girona)
Calella de Palafrugell es uno de los pueblos más bonitos de la Costa Brava, pero también uno de los que más gente recibe en verano. Pero en invierno es otra cosa: las calas están casi vacías, las casitas blancas ganan protagonismo y las barcas en la arena crean una estampa muy reconocible.
Los paseos por el litoral y los tramos del Camí de Ronda se agradecen especialmente ahora, cuando no hay agobios. El núcleo antiguo conserva su encanto de siempre y la gastronomía mediterránea mantiene ese vínculo directo con el mar. Un lugar perfecto para disfrutar del Mediterráneo en su momento más tranquilo.