Declarado Monumento Histórico Nacional, es de los conjuntos arqueológicos mejor conservados de la península
En el corazón del Parque Natural del Estrecho de Gibraltar, frente a la dorada ensenada de Bolonia, se alzan los restos de la antigua ciudad-factoría de Baelo Claudia. Este conjunto arqueológico, considerado uno de los más importantes de toda nuestra geografía, ofrece una vista seductora donde el azul del mar se encuentra con el verde de las sierras de La Plata y San Bartolomé. La belleza del entorno natural se complementa con la presencia de una duna de arena declarada Monumento Natural, creando en la provincia de Cádiz un paisaje único que se remonta a finales del siglo II a. C., naciendo inicialmente como un puerto marítimo de vital importancia estratégica para el comercio con el norte de África.
Y es que su ubicación era fundamental para la conexión con la ciudad de Tingis, la actual Tánger, sirviendo como un nudo de comunicaciones e intercambio comercial constante. A lo largo del tiempo, esta pequeña localidad costera aprovechó los recursos marinos de la zona para establecer factorías que marcaron el inicio de su prolongado auge económico. De hecho, la ciudad alcanzó su máximo esplendor cuando el emperador Claudio decidió elevarla al rango de municipio, otorgándole el sobrenombre que conserva hasta la actualidad. Su trazado urbano fue diseñado siguiendo fielmente los cánones clásicos del arquitecto romano Vitrubio, con un centro monumental organizado de forma perpendicular a la línea del mar. Este desarrollo urbanístico culminó en la primera mitad del siglo II d.C., consolidando a Baelo Claudia como un auténtico y genuino modelo de la vida urbana romana en la provincia gaditana.
El motor principal de la economía local residía en su potente industria pesquero-conservera, centrada en la producción de salazones y la exportación de productos derivados del mar. El producto más famoso de la época era el garum, lo que hoy podríamos denominar una salsa ‘delicatessen’ elaborada con vísceras de pescado que resultaba sumamente apreciada entre las clases altas de Roma. Se estima que en su periodo de mayor gloria existían en la ciudad hasta cuarenta fábricas activas capaces de producir diversos tipos de esta valorada salsa, según fuese el pescado utilizado.
Al pasear por sus calles milenarias, cualquiera puede reconocer el decumanus maximus y el cardo maximus, las dos vías principales que estructuraban cualquier núcleo urbano del imperio. En la intersección de estos ejes se situaba el foro, que funcionaba como el centro administrativo y punto de encuentro social de toda la comunidad. En sus alrededores se concentraban edificios esenciales como la basílica para administrar justicia, el archivo municipal, la curia y diversos locales comerciales o tiendas. El aspecto religioso de la ciudad estaba marcado por un área elevada donde se rendía culto a la tríada capitolina, compuesta por los templos dedicados a Júpiter, Juno y Minerva. Además de estos dioses tradicionales, Baelo Claudia contaba con un recinto sagrado dedicado a la diosa Isis, lo que refleja la adopción de cultos orientales en la cultura romana de aquel tiempo.
Las mencionadas estructuras dominaban el paisaje urbano, situándose en las terrazas superiores para enfatizar su importancia dentro de la jerarquía de la ciudad. En cambio, la oferta de ocio y bienestar social se completaba con un imponente teatro romano que aprovechaba la pendiente natural de la ladera para asentar precisamente ahí sus gradas. Este edificio tenía capacidad para albergar hasta dos mil espectadores y hoy en día se sigue utilizando ocasionalmente para representaciones teatrales y conciertos, sobre todo durante el verano. Asimismo, la ciudad disponía de termas públicas y un avanzado sistema de abastecimiento de agua mediante acueductos para garantizar la higiene y el suministro de sus habitantes.
Dunas como aliadas
El redescubrimiento de este tesoro de la arqueología comenzó en 1917 gracias a las excavaciones lideradas por Jorge Bonsor. Entre los hallazgos más destacados de las últimas décadas figura el Doríforo de Baelo, una escultura de mármol que constituye la única copia romana de la famosa obra de Policleto encontrada en Hispania. También se han localizado piezas significativas como una estatua de Trajano y restos de herramientas industriales que documentan la vida cotidiana y el poder de la oligarquía local. A pesar de su prosperidad inicial, la ciudad sufrió el impacto de diversos desastres naturales, incluyendo un terremoto en el siglo III y un posible maremoto en fechas posteriores. Estos eventos, unidos a las incursiones de piratas mauritanos y las crisis económicas del imperio, provocaron su abandono definitivo hacia el siglo VII d.C.
Paradójicamente, el constante avance de las dunas de arena ayudó a proteger y conservar las estructuras bajo el suelo, permitiendo que llegaran hasta nuestros días en un estado de conservación excepcional, de ahí que fuera declarado Monumento Histórico Nacional, ya que se trata de los conjuntos arqueológicos mejor conservados de la península. Actualmente, Baelo Claudia, además de mantenerse como aliciente cultural junto a una playa preciosa y muy valorada, cuenta con un moderno Centro de Interpretación diseñado por el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra e inaugurado en el año 2007. Aunque su diseño ha generado ciertas controversias por su impacto en el paisaje, el edificio sirve como un punto de partida fundamental que ofrece impresionantes vistas panorámicas del yacimiento. En su interior se albergan exposiciones permanentes, una biblioteca especializada y recursos interactivos que ayudan a contextualizar la historia de la ciudad-factoría.
La investigación científica continúa muy activa hoy en día a través de proyectos dirigidos por la Universidad de Cádiz, centrados en la recuperación de la industria del garum. Estas labores de arqueología experimental buscan recrear las antiguas recetas de las salsas de pescado y entender mejor los procesos tecnológicos de las milenarias instalaciones. Estas investigaciones interdisciplinares no solo aportan nuevos conocimientos históricos, sino que también fomentan la formación de nuevos arqueólogos en las excavaciones del barrio industrial. En definitiva, visitar este rincón de la península supone una experiencia inigualable para entender el legado de Roma en la península ibérica, pieza clave para la identidad cultural de Andalucía y un destino imprescindible para quienes buscan entender el presente de la mano del pasado.
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