Día Internacional del Mono: los mejores lugares del mundo para ver gorilas en libertad
Observar gorilas en libertad es una de esas experiencias que te colocan frente a algo muy parecido al milagro. No solo porque quedan poco más de mil en el mundo, sino porque el acceso a ellos exige caminar durante horas por selvas densas, escuchar el crujido de las hojas, seguir el rastro de los guardabosques y rezar —si uno cree en algo— para que la familia asignada no se haya movido demasiado. El trekking de gorilas, tan citado en folletos turísticos, es en realidad un encuentro breve, regulado y profundamente transformador. Desde hace décadas, Uganda y Ruanda son los dos países que han convertido este modelo en una herramienta real de conservación: quien paga un permiso para ver gorilas está financiando directamente su protección. Y sí, funciona.
A continuación, los mejores lugares del mundo para vivirlo con garantías, respeto y seguridad.
Uganda: el corazón del trekking de gorilas
Uganda es, para muchos naturalistas, el país más completo de África Oriental. Y buena parte de esa fama se debe a su papel clave para el trekking de gorilas. En el Parque Nacional del Bosque Impenetrable de Bwindi, declarado Patrimonio de la Humanidad, vive aproximadamente la mitad de todos los gorilas de montaña del planeta. Aquí se encuentran 13 familias habituadas, lo que convierte a Uganda en uno de los destinos más accesibles para observar gorilas en libertad sin comprometer su bienestar.
El acceso no es sencillo: la vegetación hace honor a su nombre, y las caminatas suelen ser más exigentes que en Ruanda. Aun así, la recompensa es inmensa. Los rangers guían a cada grupo de ocho personas hasta encontrar la familia asignada, un proceso que puede llevar entre 30 minutos y varias horas. Cuando el encuentro se produce, el tiempo se detiene: ese máximo de 60 minutos con ellos —comiendo brotes, jugando, trepando o descansando— es una de las vivencias más íntimas que un viajero puede tener en la naturaleza.
Uganda, además, permite combinar el viaje con otras actividades: chimpancés en Kibale, navegación entre hipopótamos en el Nilo Victoria o la potencia de las cataratas Murchison. Y aunque nada eclipsa la sensación de ver gorilas en un bosque que parece no haber cambiado en miles de años, otro de los grandes aliados de Uganda son sus rinocerontes blancos -una parada obligatoria para todo aquel que quiera entender el trasfondo de la caza furtiva y su peligro de extinción-:
Ruanda: el destino más cómodo… y también el más caro
Ruanda se ha posicionado como el destino “premium” del trekking de gorilas. En el Parque Nacional de los Volcanes, hogar del legendario trabajo de Dian Fossey, hay 10 familias habituadas y una logística más ágil que en cualquier otro lugar del continente. Los caminos son menos empinados, la vegetación más despejada y la luz más favorable para quienes viajan con cámara en mano.
El precio del permiso —1.500 dólares por persona— es el más alto de África, pero esa misma cifra financia la conservación y evita la masificación. El país apuesta por un turismo de bajo impacto y alto retorno ambiental, y sus resultados son visibles: la población de gorilas de montaña está creciendo lentamente, un logro casi impensable hace décadas.
Aquí, como en Uganda, la experiencia dura una hora estricta y está acompañada por guardabosques especializados que explican comportamiento, jerarquías y normas básicas: mantener distancia, no usar flash, evitar gestos bruscos, no imitar sonidos y permanecer en silencio. Reglas necesarias para garantizar que el encuentro respete a quienes realmente importan: los propios gorilas.
Consejos esenciales para un trekking de gorilas responsable
Entre ambos países, las normas son similares y buscan proteger tanto a los animales como a los visitantes. Para que la experiencia sea respetuosa, conviene recordar algunos puntos clave:
- Los grupos son reducidos: máximo ocho personas por familia.
- La caminata puede durar desde quince minutos hasta varias horas.
- El tiempo con los gorilas nunca supera los 60 minutos.
- Está prohibido gritar, acercarse demasiado, correr o intentar tocar a los animales.
- Para fotografía, se recomiendan objetivos luminosos (24–70 mm, 70–200 mm) y baterías de sobra.
Siguiendo estas pautas, el impacto sobre los primates se minimiza y el modelo de conservación —uno de los más exitosos del mundo— se mantiene en equilibrio.
1