Este pueblo de Teruel con un castillo, cascadas, pozas y cuevas forma parte de los Pueblos Más Bonitos de España y del Camino del Cid

Los vestigios de murallas, portales y castillo, junto con la disposición de sus calles, evocan su pasado medieval

Aurora López

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En el corazón de la provincia de Teruel, encaramado en una ladera a más de 1.300 metros de altitud, Linares de Mora se alza como un mirador privilegiado hacia la naturaleza y la historia. Con poco más de 200 habitantes, este pueblo es una joya de la Sierra de Gúdar, donde se entrelazan el legado medieval, la arquitectura popular aragonesa y un entorno natural que invita a la calma y la aventura.

Linares de Mora es una villa de gran encanto, cuyos orígenes se remontan a la época árabe, aunque la imagen que hoy ofrece remite sobre todo a su pasado medieval. Los vestigios de murallas, portales y castillo, junto con la disposición de sus calles, evocan aquellos siglos. Visitarlo no es solo recorrer sus calles. Es atravesar siglos de historia, respirar el aire puro de la montaña y descubrir que aún existen lugares donde el tiempo parece fluir al ritmo pausado de la roca y las campanas.

Un pueblo que se aferra a la roca

Caminar por Linares de Mora es descubrir ejemplos bien conservados de arquitectura popular aragonesa

El casco urbano de Linares de Mora está declarado Bien de Interés Cultural, Conjunto histórico-artístico y forma parte de la exclusiva red de Los Pueblos más Bonitos de España, y no es difícil entender por qué. La trama urbana se adapta con naturalidad a la inclinada topografía de la ladera, generando un laberinto de calles empedradas, escaleras y pasadizos.

Caminar por Linares de Mora es descubrir ejemplos bien conservados de arquitectura popular aragonesa. Las casas, construidas en piedra y madera, se adaptan al desnivel del terreno y muchas presentan portones de medio punto, escudos heráldicos o aleros tallados. Entre el blanco de las fachadas contrastado con la piedra desnuda de los muros y los balcones de madera, aún pueden verse tres de sus portales históricos: el Portal Alto, el Portal Bajo o de la Fuente, y el Portalico. Y, en la plaza Mayor, el ayuntamiento se erige como un ejemplo de la sobriedad y funcionalidad de la arquitectura civil local.

En lo alto, dominando la población, se alzan los restos del castillo que data del año 1202, testigo silencioso de los avatares bélicos y políticos que marcaron la Edad Media. Aunque gran parte de su estructura se perdió con el paso de los siglos, su muralla y su posición estratégica permiten imaginar la importancia defensiva que tuvo en su momento. Desde allí, la vista se abre a un horizonte de sierras, barrancos y pinares que parecen no tener fin.

Su joya barroca: la iglesia parroquial

La iglesia llama la atención desde el exterior, especialmente por la singularidad de su campanario

A los pies del castillo se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, un imponente templo barroco construido entre 1785 y 1795. La iglesia llama la atención desde el exterior, especialmente por la singularidad de su campanario, situado de forma independiente respecto a la nave principal.

Al adentrarse, sorprende la riqueza de su decoración, aunque parte de ella se perdió. En su momento, el Altar Mayor estuvo coronado por un baldaquino de mármol y contó con un órgano, ambos destruidos durante la Guerra Civil. Ahora, entre sus piezas más valiosas destaca la Cruz Procesional, fechada a comienzos del siglo XV.

Además de la iglesia de la Inmaculada Concepción, Linares de Mora cuenta con otros templos de interés, como la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y diversas ermitas que el visitante puede ir descubriendo mientras recorre la localidad.

Entre ellas destacan las dedicadas a Santa Ana, Santa Lucía y Santa Bárbara, así como la ermita de Nuestra Señora de Loreto, situada a las afueras, junto al cauce del río. El acceso a este último santuario se realiza cruzando el puente del Loreto, una sólida construcción que se cree data del siglo XIII y que, con sus piedras centenarias, añade un toque medieval a la experiencia de llegar hasta la ermita.

Naturaleza sin filtros

En Linares de Mora tampoco faltan pozas y cascadas en las que disfrutar en verano, como el Pozo Navarro

Linares de Mora es un auténtico paraíso para los amantes de la naturaleza. Entre los tesoros naturales del municipio destaca el Barranco del río Linares, un Punto de Interés Fluvial donde la abundante vegetación de ribera, compuesta principalmente por chopos y sargas, envuelve el curso del río y crea un espacio de gran belleza. Sus aguas cristalinas permiten la presencia de aves como el mirlo acuático y peces como la trucha, convirtiéndolo en un lugar ideal para pasear y disfrutar del contacto directo con la naturaleza.

Otros puntos de interés incluyen los árboles monumentales que salpican la zona, como el famoso Pino del Escobón, un centenario pino laricio de 22 metros de altura ubicado a dos kilómetros del pueblo y rodeado de un área acondicionada como merendero. Similarmente, el Pino Obrado, de 20 metros y tronco imponente, también llama la atención de los visitantes por su singularidad y belleza.

En el otro lado de la balanza y para quienes buscan aventuras más activas, la localidad ofrece la Sima de la Cespedosa, con 232 metros de recorrido y un gran desnivel, y la Cueva Mona, que además de su atractivo natural cuenta con una vía ferrata recientemente instalada.

En Linares de Mora tampoco faltan pozas y cascadas en las que disfrutar en verano, como el Pozo Navarro, o la Cascada del Molinete y la Cascada del Arquero, que combinan historia y naturaleza en recorridos de senderismo únicos.

Mientras que, en invierno, la proximidad a la estación de esquí de Valdelinares —a apenas 19 kilómetros— convierte a la localidad en un enclave perfecto para combinar deporte y descanso. El paisaje, cubierto de nieve, adquiere entonces un silencio y una belleza especiales, que invitan tanto a la práctica deportiva como a paseos tranquilos por el bosque.

Recorre el Camino del Cid

Dentro de esta ruta, Linares de Mora forma parte del Anillo del Maestrazgo, un tramo circular que comienza y termina en Rubielos de Mora

El Camino del Cid es una ruta cultural y turística que atraviesa España desde el noroeste hasta el sureste, siguiendo los pasos históricos y literarios de Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el Cid Campeador, el legendario caballero del siglo XI. Esta ruta se inspira principalmente en el Cantar de mío Cid, el gran poema épico medieval que narra las hazañas del Campeador y que data de finales del siglo XII o principios del XIII.

A lo largo del itinerario se recorren castillos, pueblos y paisajes que aparecen en el Cantar, así como otros lugares vinculados a la figura histórica del Cid, ofreciendo un recorrido lleno de historia y tradición en entornos rurales donde la tranquilidad y el contacto con la naturaleza están garantizados.

Dentro de esta ruta, Linares de Mora forma parte del Anillo del Maestrazgo, un tramo circular que comienza y termina en Rubielos de Mora. Esta ruta se puede recorrer tanto en bicicleta como en vehículo a motor, lo que permite descubrir los encantos del Maestrazgo de manera flexible y disfrutando de sus paisajes, historia y patrimonio cultural.

Qué hacer cerca de Linares de Mora

Mora de Rubielos

La ubicación estratégica de Linares de Mora permite combinar su visita con escapadas a otros rincones de la Sierra de Gúdar. A pocos kilómetros se encuentra Valdelinares, famoso por su estación de esquí y sus rutas panorámicas.

También merece la pena acercarse a Mosqueruela, con su casco histórico amurallado, a Rubielos de Mora, declarado uno de los pueblos más bonitos de España por su riqueza patrimonial, o a Mora de Rubielos, con su imponente castillo.

Para los amantes de la naturaleza, la cercana Peña Calva ofrece un mirador natural desde el que se contempla la inmensidad de la sierra, y en los meses de verano, las pozas del río Alcalá invitan a un refrescante baño.

Cómo llegar y cuándo ir

Linares de Mora se encuentra a unos 80 kilómetros de Teruel capital y a 140 kilómetros de Valencia. El acceso más habitual es por carretera, a través de la A-23 y posteriormente por carreteras comarcales que, aunque sinuosas, regalan paisajes de gran belleza.

En cuanto a la planificación de la visita, cada estación del año aporta un atractivo diferente a Linares de Mora. En primavera, los campos se llenan de flores y las temperaturas suaves hacen que recorrer sus senderos sea un auténtico placer. Durante el verano, en cambio, el clima fresco resulta ideal para escapar del calor de la ciudad y disfrutar del entorno natural. Cuando llega el otoño, los bosques se tiñen de tonos dorados y surge la oportunidad de recolectar setas. Y finalmente, en invierno, la nieve cubre la sierra, creando un ambiente acogedor que invita a relajarse junto a la chimenea o a acercarse a la estación de esquí más cercana.

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