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Errejón y el urgente triunfo de los progresistas

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.

José María Calleja

Los de ‘el partido se fortalece depurándose’, deben estar que se frotan las manos. El renegado Kautsky, y los Kerensky y cía, han abandonado el partido verdadero y hozan ya, como ‘cabezas de chorlito’, ‘en la charca de la socialdemocracia’, como dijo mi admirada, por otros motivos, Dolores Ibárruri de Claudín, Semprún y cía, en su día remoto. ‘Que les vaya bien’, dicen hipócritamente ahora los cabales leninistas en su trinchera siempre recién cavada.

Luís García Montero se quedó a unas décimas en 2015 de conseguir con sus 132.207 votos el escaño en la Asamblea de Madrid, que hubiera supuesto una minucia a juicio de los ortodoxos del asalto final: impedir que gobernara Cifuentes, la derecha. No llegó al cinco por ciento y acabó Montero escritor hasta el gorro frigio de la estructura organizativa de IU, engrasada, presta siempre para la lucha interna a garrotazos, incapaz de poner en pie un proyecto ganador sin duda pequeño-burgués. El calor de establo del fracaso continuado.

Ahora va Íñigo Errejón y dice que prefiere el modelo Carmena antes que la inanidad coherente y llena de razón de Adelante Andalucía, incapaz de ser alternativa ni siquiera a quien había convertido en enemiga a batir, derrotada en la certeza de que la suma resta, con la sangría de más de 300.000 votos, sin capitalizar la debacle socialista a la que contribuyó. La reflexión y eventual autocrítica la dejamos para luego, dijeron, mientras llegan los hombres testiculares a caballo.

Cuando Errejón dice que se trata de ganar para hacer políticas, salta el aparato leninista, da igual que antes haya estado en Ciudadanos, para sentenciar que de ‘algo tiene que vivir’ el fundador del partido hasta Mayo. A Echenique, con su argumento ruin, le acaban de condenar por prácticas irregulares en su vida diaria, pero el aparato, él mismo, jamás le afeará esta conducta. Debería dimitir. No lo hará.

El caso es que Podemos, que surgió de la crítica a los ‘pitufos gruñones’ de IU, en algo que se interpretó como traición, se ha convertido, en tan solo un plan quinquenal, en un aparato de enfadados. Gente que se levanta por la mañana cabreada y eso que lleva adelantado. Desde el ‘así no’ de Irene Montero contra Errejón, en plena Navidad de hace dos años; al ‘Iñigo no es Carmena’, puramente tautológico, ahora de Iglesias. ¿Quiere decir que le hacemos a Errejón lo que no nos atrevemos a hacerle a Carmena? El aparato revolucionario la llama ‘vieja’. ¡Jodó!

Ya ni hablamos de la escabechina de portavoces de Podemos en la Asamblea de Madrid. Primero fue José Manuel López, hombre cuajado en el trabajo en organizaciones como Cáritas; después Lorena Ruíz-Huerta, que se fue entre lágrimas, acusando de machismo a su partido; ahora Gloria Serra, opacada porque está con Errejón. Cada uno por motivos distintos, contradictorios entre sí, todos por una misma razón: la lucha fratricida dentro de Podemos. Espinar se podía animar y presentarse, con dos cocacolas, como candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, sería una buena forma de saber lo que piensa ‘la gente’ realmente existente de él.

Tampoco se entiende que se ponga patas arriba el partido para hacer un referéndum sobre si el alicatado del chalet debe ser hasta el techo y no se evacue la más leve consulta sobre si al candidato apoyado en primarias a la Comunidad, Errejón, se le debe apoyar o defenestrar como se ha hecho.

Bueno, estamos en que a lo mejor ahora la resta suma. La proliferación de siglas: de momento, Ahora Madrid; quien sabe si IU y Podemos, las tres por separado, pueden conseguir más escaños que todos unidos. No lo sé. Por favor, que se abstengan de vaticinios con la bola de cristal, recién desaparecida, los politólogos, siempre llenos de razón.com, aquellos que nos dieron por hecho con suficiencia solemne el sorpasso (la que acertó sobre la llegada de Podemos cuando aún no existía, no; esa que opine, que seguro que esta atinada).

De aquí a mayo pueden pasar cosas que jamás hubiéramos imaginado, como las que han ocurrido desde la fundación de Podemos hasta hoy. Se trata de saber si gobernará la izquierda, lo que será mejor para los madrileños, o ganará un tripartito de derechas, lo que sería nefasto para las madrileñas.

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