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El PP, la soledad y la paja en el ojo ajeno

Carmen Quintanilla con Dolores de Cospedal

Violeta Assiego

Este miércoles, un tuit de Sofía Castañón logró poner palabras a la sensación que me rondaba desde que supe que el Partido Popular llevaba al Congreso de los Diputados una “Proposición no de ley relativa a la promoción de medidas para combatir la soledad crónica”.

Al PP de Casado, el mismo que está dispuesto a devolvernos a los años 60 haciendo pactos ultraconservadores con Vox, le preocupa ahora que nuestros mayores se sientan solos. Por eso, aprovechando el subidón sentimental que provocan los anuncios navideños, ha presentado su proposición no de ley. Entre la manipulación emocional, los estereotipos paternalistas y una salva de culpa al aire, la proposición no de ley deja caer que en España estamos dando la espalda a nuestros mayores. Estos están abandonados. “Ya nos hemos olvidado de que hace cinco generaciones vivían bajo un mismo techo y hoy ni siquiera una generación es capaz de soportar a las personas mayores”. Así explica la diputada Quintanilla Barba, la razón de ser de la soledad de los mayores. Como en el anuncio de Ruavieja, la culpa es nuestra. Qué bien se le da al PP lo de la paja en el ojo ajeno.

Hay que reconocer que la presentación que, a sus 64 años, hizo en la tribuna del Congreso la diputada antiabortista, afín a Hazte Oír y fiel a Cospedal escenificó bastante bien las bondades y el perfil sociológico de la proposición. Sin embargo, tuvo que ceder y aceptar una enmienda transnacional que dará la vuelta y contenido a un planteamiento completamente vacío, pero peligrosamente lastimero y victimista en estos tiempos donde el analgésico de los valores tradicionales todo lo puede y todo lo cura.

No se puede hablar de la soledad crónica, de aislamiento social o del sentimiento de estar solo sin analizar las causas ni hablar de pobreza y exclusión social. No se puede hablar de algo tan sensible culpabilizando sin más a una sociedad como si estuviera en ella la responsabilidad del Estado. Sonroja e indigna una propuesta que no revisa ni menciona cómo han afectado y afectan a la calidad de vida de las personas (incluida la emocional) los siete años de recortes sociales de los gobiernos de Rajoy, la reforma laboral, la congelación de las pensiones, la rebaja presupuestaria en los servicios públicos, la quiebra del tejido social, la gentrificación en las ciudades, los desahucios, el ninguneo a la memoria histórica de nuestros mayores, la corrupción, la retórica del miedo, la monopolización mediática de las narrativas catastrofistas, la desigualdad de género, la pobreza infantil, el altísimo desempleo juvenil y, por supuesto, las vías para afrontar o escapar de tanto sinsentido y sufrimiento vital. Y menos puede hacerlo, a iniciativa propia, el partido que nos pone a mirar al árbol de navidad mientras se empeña en seguir dando la espalda a las clases trabajadoras, a las más golpeadas por la crisis, a las que más dificultades tienen, a las más vulnerables… al partido que machaca la convivencia sin sensibilidad… Suena perverso y cruel que sea la misma gente del partido que gobernó gritando “que se jodan”, la que ahora venga a anunciarnos que nuestros mayores están solos porque los abandonamos.

La soledad, ni la de nuestros mayores ni la del resto de la sociedad, no se va a combatir haciendo lo mismo que se hacía hace cinco generaciones. Esa es otra estrategia más para hacernos dudar de nosotras y nosotros, para buscar un chivo expiatorio. Le pese a quien le pese estamos en el siglo XXI y la soledad hay que combatirla con medidas integrales y locales que nos permitan ser la comunidad cuidadora que deseamos ser y podemos ser a pesar de este empeño en dividirnos y enfrentarnos, a pesar de que quieren que nos odiemos por el solo hecho de existir. Efectivamente, como dice la canción de Nacho Vegas que recordaba Sofía Castañón: “Nos quieren en soledad, nos tendrán en común”. El cambio vendrá y se gestará desde los márgenes, me dijo el otro día una amiga, y es completamente verdad porque somos gente con capacidad para pensar, cuidar, luchar, resistir y continuar con vida exhibiendo toda nuestra dignidad y sobre todo para convivir y dialogar. El poder está en cada uno y cada una, la capacidad también.

No somos nosotros y nosotras los psicópatas egoístas que dejamos abandonados a quienes más lo necesitan. Somos una gran mayoría quienes sabemos que la sociedad en la que queremos vivir, la del día a día, la tenemos que tejer en lo cotidiano, en los puestos de trabajo, en los sitios donde se va al encuentro de las oportunidades, en los vecindarios, en los barrios, en los bares y en las calles de los lugares donde convivimos. Lo intentamos a pesar del mobbing que sufrimos por parte de una clase de políticos y de medios que nos quieren en estado de shock. Si lo hacemos insuficientemente o no lo hacemos es por algo mucho más complejo que lo que deja caer la diputada Quintanilla. Las variables que llevan a la gente a sentirse sola en medio de una multitud tienen que ver, como tan bien decía María Unane (recomiendo leer Por qué no veo a mis amigas), con el hecho de vivir en una colmena capitalista y en un sistema de producción que nos tiene al borde de la esquizofrenia y la extenuación.

Para hablar de soledad antes hay que hablar de esta política que nos hace enfermar a base de medidas y discursos que solo ahondan en la precariedad vital, en la crispación y en una falsa victimización. Para hablar de soledad, hay que escuchar y callar y, sobre todo exigir responsabilidad a quien nos quiere en estado crónico antes que en comunidad.

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