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Se rifan acuerdos y tiros en el pie

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en su primera reunión tras el 28A. Dani Gago (PODEMOS)

Rosa María Artal

La triple derecha se atrinchera en Madrid, saltándose el Estatuto de Autonomía de entrada. PP y Ciudadanos dan una vicepresidencia de la Mesa a Vox y ninguna representación a Más Madrid y a Podemos. Toda una declaración de guerra, mientras el candidato a la presidencia se reunía, en la Moncloa, con los líderes políticos en busca de consensos. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han acordado trabajar por “un gobierno de cooperación” a negociar de forma discreta. Aunque cada uno lo ve de forma distinta. Adriana Lastra, portavoz del PSOE, ha dicho que es diferente a coalición, mientras Iglesias lo encuentra similar.

En el tradicional reparto de papeles dentro de la cúpula del PSOE, José Luis Ábalos, metido en el papel de poli malo, había puesto mucho más duro el acuerdo con otros partidos. Según las versiones periodísticas, el PSOE “avisa”, “amaga”, “amenaza”, con nuevas elecciones si no logra apoyos de investidura para gobernar en solitario. Avisa, amaga, amenaza, a Unidas Podemos, porque bien claro ha dicho la triple derecha que no le apoyará. El PP en concreto que pondrá obstáculos a su investidura.

Un amplio sector de los opinadores mediáticos ya tiene un culpable si Pedro Sánchez no llega a formar gobierno: Pablo Iglesias. Se dará otro tiro en el pie como ocurriera, según la leyenda, como cuando el PSOE que acabó en gestora disparó a Iglesias e incluso a Sánchez con certera precisión. Ahora sería el candidato propuesto a la reelección si convocara nuevas elecciones quien se daría un buen pistoletazo en su pie –izquierdo– y, lo que es peor, en el de toda la ciudadanía progresista. Y conviene seguir alerta. A veces surgen imponderables que tuercen los propósitos. Y ya hemos visto unos cuantos.

Para muchos miembros del PSOE contar con Unidas Podemos sería como invitar al mendigo que pide en la puerta de la casa a la mesa de una celebración. Cierto que unas nuevas elecciones volcarían hacia Sánchez a quienes comparten ese sentimiento, pero no acabaría bien. Es ya un axioma que el electorado de izquierdas, o de centro izquierda, suele votar con la cabeza y se harta de incongruencias, mientras en la derecha fichan, así llueva o granice. Y en este momento es doblemente grave.

Lo contundente, lo aplastante hoy, es que la derecha española se confirma como una ultraderecha sin complejos, que se apunta a lo más sórdido de la involución europea y mundial. En Madrid, lo han demostrado. Su reparto de la mesa de la Asamblea anuncia días muy negros para la ciudadanía. Hay lesionados diversos en el camino. El primer tiro va a la sociedad que va a sufrir el gobierno de la derecha ultra. Errejón y su operación Más Madrid se lleva otro. PP, Ciudadanos y Vox han añadido un buen pisotón a compartir con Podemos.

Ciudadanos también se ha metido un buen balazo en su nunca confirmado progresismo. Se ha descarado por completo ya como un partido extremadamente alejado del centro. Volviendo a sus orígenes en las elecciones europeas. Elige al PP como socio preferente, sin regenerar nada de cuanto dijo en algunos de sus giros de veleta. Y mete a Vox en las instituciones. En Europa aparece ya arrastrando el pie, herido de ultraderecha, incongruencia y oportunismo. Y aún andan haciendo cabriolas para negar su pacto y las consecuencias que de él se derivan.

No se trata de una derecha cualquiera: seria, como algunas europeas. Estamos hablando de quienes han detentado, usado y abusado del poder en gran parte de España y, durante un cuarto de siglo ininterrumpido, en Madrid. Los que ofrecen en la sanidad pública privatizada sábanas rotas, con manchas de pis, sangre o pelos pegados. Y desde 2013, cuando se detectó. Hace falta mucha desfachatez para dar la Comunidad a este mismo PP y Ciudadanos, con añadido ultravox.

A los que segregan a los niños en los colegios. Machistas declarados como Díaz Ayuso y los demás. Homófobos. Portadores de la involución, con mentes sucias al mirar el sexo como Vox. Cuando las circunstancias obligarían a actuar contra el consumo de pornografía que están haciendo niños, desde los 8 años, masivamente a los 14. Por el contrario, llegan estos iluminados medievales a alentar lo irreal para fomentar el oscurantismo. Una concepción de la mujer y del amor que ha enterrado a mil víctimas, asesinadas por la violencia machista en 16 años, y que lleva visos de empeorar. Tanto hablar de política, de sillas donde se sienten los políticos en realidad, y hemos de posponer hasta informativamente los problemas reales, tan duros como estos.

Y la corrupción. En 60.000 millones de euros acaba de ser evaluado por el FMI lo que nos ha costado en España. Gran parte en la cuenta de esta derecha que vino usando las instituciones de todos para lavar su corrupción –las declaraciones del caso Kitchen son demoledoras–.

Los del PSOE de derechas que sueñan con Ciudadanos como aliado deberían ir reflexionando. En Murcia, el PSOE incluye en su propuesta de acuerdo de gobierno el apoyo al uso del 155 en Catalunya para atraer a Ciudadanos. ¡En Murcia! Los derechos de los catalanes como moneda de cambio. Y encima Ciudadanos ha elegido también al PP.

El primer gobierno de Pedro Sánchez, tras la moción de censura, fue un alentador soplo de promesas. Algunas se cumplieron y otras no. Habría otra oportunidad con los cuatro años que otorgan unas nuevas elecciones. Pero no dispone de mayoría. Vota en defensa propia, vota por favor, insistimos viendo llegar la amenaza ultraderechista a las instituciones. El voto útil primó como pocas veces. Nuevas elecciones, poco probables pero no a descartar, podrían mandar a Sánchez y los avisos, amagos y amenazas a la oposición.

Un gobierno de cooperación debe querer evitar la palabra coalición. Y habrá de verse en qué se traduce en la práctica, si llega a formarse. Ahora bien, las coaliciones de gobierno lastran sobre todo al partido que se acopla, si el titular incumple promesas en particular. Pasó con los socialdemócratas en Alemania, aliados de Merkel, o los liberales que apoyaron al conservador Cameron en Inglaterra. Han tardado años en recuperarse y más bien por los errores de los contrarios en el duro trance del Brexit.

No obstante, como decía el juez en sus conclusiones, en una genial secuencia cinematográfica –Evelyn (2002)–, hay más factores a tener en cuenta. En España es tal la proa mediática y política puesta a Unidas Podemos que vendría bien otro refrán manido: “De perdidos, al río”.

No obstante, no se puede pactar a la fuerza, con las espadas en alto y nulo espíritu de colaboración. En desigualdad de alcurnias. Parece que han cambiado las actitudes, solo de un día para otro tras mentarse el aviso, amago, amenaza de elecciones. Las balas vuelven a la recámara. Y los votantes progresistas, con conciencia social y cívica, principales y últimos destinatarios, podrían ser los que acabaran cojos de hartazgo y asco y no fueran a votar en cuatro días otra vez. Bienvenido pues ese gobierno “de cooperación”, a ser posible fuerte y sin fisuras. Falta hará para lo que viene.

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