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Rota para los americanos

Fernando Vicente

Durante décadas, Rota, Cádiz, Andalucía y España, soportaron la presencia de una base de submarinos estadounidenses cargados con misiles nucleares, los entonces famosos Polaris. Una cesión de soberanía, que formaba parte del precio pagado por todos los españoles a cambio de la aceptación internacional del régimen franquista, el único gobierno fascista que sobrevivió a la derrota de la IIGM.

Hubo que esperar al final de los 80 para que el Gobierno de Felipe González consiguiese revertir aquellos acuerdos, liberar al territorio español de la presencia nuclear estadounidense, y devolvernos la soberanía de los territorios españoles ocupados por militares estadounidenses.

Asombrosamente, poco más de veinte años después, en octubre de 2011, otro presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, volvió a ceder la soberanía de Rota a la VI Flota. Y lo hizo con un Gobierno en funciones, sin previo aviso, y con el Parlamento español disuelto a la espera de elecciones.

Esta vez, Rota no sería ocupada por submarinos, sino por buques de guerra. Destructores orgullosamente decorados con las barras y estrellas, y cargados con un sistema antimisiles diseñado para defender a España y al mundo de la amenaza de los locos dirigentes de dos países cercanos: Corea del Norte e Irán.

Esta vez, nos contó entonces Zapatero desde un atril en la lejana sede de la OTAN en Bruselas, a cambio del “impacto positivo en términos socioeconómicos, especialmente para la Bahía de Cádiz”, que supondrá “mil nuevos empleos directos e indirectos”. Además de los beneficios que para sus astilleros e industria de defensa tendrá “el mantenimiento de los buques”.

Esa urgencia nunca explicada, que llevó a Zapatero a estampar a España bajo su firma en el acuerdo (junto a la del entonces recién nombrado secretario de Defensa de Obama, Leon Panetta), le llevó también a firmar un acuerdo de cesión de soberanía cuyos términos exactos se dejaban, mas asombrosamente aún, pendientes de posterior negociación.

La negociación, llevada tan en secreto como la que culminó en la firma del acuerdo, llevó un año. El pasado 10 de octubre, el ministro de Defensa Pedró Morenés y el ya casi saliente secretario de Defensa Panetta, firmaron, cómo no, en la cercana Bruselas, el documento que entierra el viejo Convenio de Cooperación para la Defensa entre el Reino de España y los Estados Unidos de 1988. Un acuerdo que certifica la cesión de la base aeronaval de Rota a la Armada estadounidense.

¿En qué términos? Secreto de Estado. Pero los acontecimientos ponen las cosas en su lugar. La pasada semana, apenas cinco meses después, el nuevo secretario de Defensa de Obama, Chuck Hagel, se estrenó en rueda de prensa anunciando que, para defenderse de Corea del Norte e Irán, mejor llevarse su sistema antimisiles a su costa del Pacifico, a California y a Alaska. Por lo que la cuarta fase de su plan, que incluía la implantación del sistema antimisiles balísticos en Europa, se cancela.

Eso sí, los destructores estadounidenses se quedan en Rota. ¿La razón? Ni Irán ni, mucho menos, Corea. En realidad nunca les interesó el escudo antimisiles; lo que perseguían era recuperar el control de su base en el acceso al Estrecho de Gibraltar para su estrategia de incrementar una vez más su presencia naval en el Mediterráneo. De ahí sus prisas, de ahí sus medias verdades. Ni Irán, ni Corea.

El hombre favorito de los estadounidenses en España, el ex secretario general de la OTAN, Javier Solana, lo explicó en un seminario en Toledo el pasado mes de junio. A preguntas del periodista Miguel Ángel Aguilar soltó: “Lo puedo decir más alto, pero no más claro. Se está perdiendo el control de toda la zona del Sahel. Desde Guinea Bissau hasta casi Somalia”. Tras añadir que “es el territorio más complicado que tiene la comunidad internacional”, que “afecta no sólo a Europa y África, sino también a Oriente Medio”, añadió: “Debemos estar muy contentos de que la base de Rota vaya a ser una base importante para organizar la tranquilidad y estabilidad de la zona del Sahel”.

En ese mismo seminario, Robert G. Bell, representante de EEUU ante la OTAN, también reconoció que “no se trata tan sólo de que EEUU reconozca la importancia estratégica de Rota en misiones navales”, sino que “esos barcos (los destructores), en la fase de escalada de las crisis”, “pueden aumentar repentinamente su capacidad si fuera necesario”. En otras palabras, Rota vuelve a ser determinante para la proyección del poderío militar del imperio en el Mediterráneo, y para ello en Washington quieren tener la soberanía suficiente sobre su base de Rota como para poder actuar sin aviso ni permiso previo.

¿Qué se lleva España a cambio de devolverles Rota a los estadounidenses? Ni Zapatero entonces ni Rajoy ahora nos lo quieren contar. Pero unos cuantos dólares repartidos entre unos cuantos obreros ampliando y mejorando pantalanes durante unos pocos meses no parecen suficiente. Yankees come home.

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